1. Chico europeo

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Una de las razones por la cual decidí quedarme en las habitaciones de la universidad y no en mi casa fue para no ver más a Archer. Algo que no tiene mucho sentido, puesto que decidió, repentinamente, irse a Nueva York con Paris, su hermana melliza y mi mejor amiga.

Archer Boldman es alguien que me volvió loca en la escuela. Era odioso, terrible, tenorio y sí, guapo. Muy guapo.

Constantemente nos peleábamos. Por cualquier cosa. Aunque fuera mínima. Sin embargo, los dos sabíamos que bajo esas discusiones había una tensión sexual. Hasta que finalmente llegó el día en que ambos estallamos y no pudimos contenerla. Explotamos. Juntos.

El problema es que nadie lo sabe. Ni Jake, que es su mejor amigo, ni Paris.

Era nuestro secreto.

La universidad quedaba en mi ciudad, por lo que podía ir fácilmente a mi casa. De hecho, quedaba a tan solo media hora en auto. Aunque bueno, tampoco tengo auto, así que tardaba un poco más si iba en bus.

Leah, la chica con quien comparto habitación, se delinea los ojos en un espejo que pusimos junto a la pared mientras me habla sobre un tipo que conoció en una fiesta en la cual tuvieron sexo.

—Te lo digo, era virgen. No tenía nada de experiencia. Prácticamente hice todo el trabajo —se dio la vuelta quedando a espaldas del espejo—. Y él lo negaba. Obviamente no le creí nada.

Leah se aleja de su estuche de maquillaje y camina hacia su cama llena de ropa oscura.

Leah era diferente a otras chicas con las que he interactuado en mi vida. Ella era más bien gótica. ¿Es una buena palabra para describirla? La chica era asiática. Bueno, asiática a medias. Ella misma me lo dijo cuando nos conocimos. Su mamá es japonesa y su papá es estadounidense. Su piel blanca hacía contraste con su cabello negro y liso. Tenía una mecha de color rosa y una argolla en la nariz, y su gusto por la moda era de colores oscuros con distintos tipos de medias, con jeans desgarrados, de cueros o de cuadros. La verdad es que me gusta su estilo. Aunque claro, jamás lo usaría yo. Ella decía que mi estilo era "fresita", mientras que el de ella era entre un punk o un grunge.

El primer día en que ella entró a la habitación que compartiríamos, cuando me vio ordenando mi lado, ni siquiera me dijo un «hola». En vez de eso, mencionó que le tocó una chica Barbie. Lo tomé como un halago hasta que dijo que vomitaría con todos los colores pasteles y chillones que tengo entre mis cosas. Leah me daba un miedo de esos que ni puedes mirar a la persona por temor a que te golpease. No obstante, una semana después nos dimos cuenta de que ninguna de las dos tenía más amigos. Algo patético, dijo ella, a lo que yo no le contradije porque estaba demasiado triste recordando a mis amigos: Paris y Oliver. Entonces ambas comenzamos a hablar de los compañeros de clases que teníamos y lo odiosos que eran algunos. Desde entonces ha sido mi única amiga en esta universidad.

Le pregunto adónde va cuando veo que revuelve toda su ropa.

—Voy a una entrevista de trabajo por aquí cerca del campus.

—Ah, sí. Lo mencionaste ayer —me siento en mi cama y contemplo como busca un conjunto adecuado.

—Sí. Y como sé que te gusta esto de la moda cursi, me gustaría saber qué escogerías tú para una entrevista de trabajo. Realmente lo necesito. Además —con su mano hace una especie de seña hacia mí—, tus gustos son muy rositas. Me serviría.

Ignoro su comentario de mi gusto rosita. Mis atuendos casi siempre consistían en vestidos casuales o ropa de colores alegres o pasteles. De vez en cuando en blanco y negro. Todo lo contrario a Leah. Y bien, puede que mi color favorito sí sea el rosa. Me declaro culpable.

Nosotros, siempre (SIEMPRE #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora