"Quiero gastar todo lo que queda de mí, en ti"
Tras vivir tres años de su vida como un completo rockstar, drogas, dinero, sexo y alcohol, el joven y exitoso cantante de pop punk, Hwang HyunJin, decide dar un giro a su vida.
Con sus amigos de vuelta...
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JeongIn había observado esa foto como por cinco minutos, sin cansarse, por más que YoungJae intentaba llamar su atención con todo lo posible.
—¿Tú has visto esto? —enseñó su teléfono. —Joder.
—Aún no tienes un maldito outfit para esta noche, ¡Tu estilista me matará!
—¡Pues vamos!
Durante el viaje en auto, puso Downfall a todo lo que da, literalmente no podía tener suficiente de esa voz gruesa y rasposa que HyunJin tenía al cantar.
Era simplemente perfecta, podría casarse con ella si tan sólo pudiera.
Estaba nervioso. Habían pasado un par de días ya, y en un par de horas, asistiría al Opening Show de HyunJin, el cual había agotado todas sus entradas, de las tres fechas estipuladas.
El estadio tenía capacidad de nada más que cincuenta mil personas, ni él, ni nadie podía creerlo.
La presentación sería, lo más probable, la más completa de todas. Pues JiSung y YeJi asistirían para acompañar en sus canciones de colaboración, cosa que no siempre podía lograrse.
Ya luego de unos minutos, SungJae*, su gran amigo y estilista, lo recibió en su estudio, para pasar el rato y por supuesto, darle una mano con su vestimenta.
[*el personaje de SungJae no pertenece a ningún idol]
—Gran noche, ¿No? —preguntó el profesional, echándole un vistazo a su gran vestidor.
—Ni te lo imaginas. Pero oye, no quiero nada extravagante; sólo lo más sutil y elegante que tengas.
—Hecho —asintió.
SungJae era muy bueno en su trabajo, vestía a muchos artistas reconocidos, y por supuesto que en algún momento de su carrera, vistió a HyunJin. De eso fue su charla a lo largo de la tarde. En un muy frío invierno de 2016, el nombre de Hwang HyunJin estaba en todos lados y trabajar con él era un ascenso inmediato.
Su novio tenía tan sólo diecisiete años.
El estilista le dijo que lo recordaba como un chico muy amable, si bien algo inmaduro y malcriado. Pero se notaba muy de cerca que Interwork, su empresa en ese momento, era el vil culpable de aquello.
Siempre le trató con educación y a pesar de asistir a sus sesiones, normalmente luego de una fiesta, no tenía ninguna queja de él.
—Si tan sólo le conocieras ahora —sonrió viéndose al espejo, ya estaba vestido, peinado y ahora sólo se dejaba retocar algo de maquillaje. —Es un príncipe.
—Me imagino que sí, se hace notar.
Una vez listo —y luego de sacarse fotos para Twitter, claro— un equipo exclusivo de Sony fue por él, para ser su transporte hasta el estadio.
