Capítulo 24

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Lola

—¿Dónde aprendiste todo eso? —Oscar está apoyado en el marco de la puerta del baño. Tiene la toalla enrollada en la cintura y está pelando los restos de cera.

—Libros.

—¿Libros? No tenían de esos en la biblioteca del instituto —dice raspando la cera inútilmente con los dedos. —¿Cómo consigo...?

Me acerco y le quito el pegote del pecho.

—Auh.

—Déjame dudar que fueses mucho a la biblioteca —río.

—¿Por qué? Era un buen sitio, poco concurrido, con rincones oscuros... ideal para llevar chicas, you know (ya sabes).

La forma en que le miro debe dejar claro que no siga por ahí, porque se pone serio y aclara la garganta.

—En fin, volviendo al tema ¿me prestas alguno de esos libros?

—No. —Le doy la espalda, recojo la camisa del suelo y me la pongo.

—Vamos, ¿por qué no? —se acerca a mí rogando, me doy la vuelta y veo su pecho ante mí. Levanto la mirada hasta encontrar sus ojos.

—Primero, no me gusta prestar libros. Y segundo, no quiero que luego intentes nada raro. —Digo dándole la espalda y poniendo rumbo a la cama.

—Oh así que si lo intento yo es raro, ¿pero tú puedes?

—Efectivamente, lo vas pillando.

Oscar ríe, me agarra del brazo y me voltea hacia él. Pone sus manos en mis caderas y se ríe.

—Tú lo que no quieres es que te domine yo —dice juntando nuestras frentes.

Suelto una carcajada y me inclino hacia atrás para mirarle la cara.

—Vaya, veo que sabes leerme un poco los pensamientos.

—Eres todo un libro abierto.

—Bueno —susurro—. ¿Qué estoy pensando ahora? —pregunto acariciando una de sus cejas.

—Veamos...

Oscar pone expresión pensativa mientras mira al techo. Abre la boca, pero antes de que pueda contestar nuestra conversación es interrumpida por el sonido de cristales haciéndose añicos. Yo ahogo un grito y Oscar me coloca detrás de él.

—Lola dame la pistola.

Me giro y la veo junto a las velas que había encendido momentos antes.

—Quédate aquí.

Se acerca a la puerta y lentamente quita el seguro, mueve el pomo y sale con la pistola al frente. La puerta queda entreabierta, lo único que veo es la oscuridad de la sala, solo escucho el viento filtrarse por una de las ventanas del salón y los latidos de mi desbocado corazón que amenaza con salírseme por la boca.

Las luces se enciende y Oscar abre la puerta de mala gana.

—Me parece que tienes visita.

Se gira y sigo la dirección de su mirada. No puedo creer lo que veo. Diego ha roto la ventana del salón que está junto a la puerta. Veo una piedra en el suelo y su mano sobre el alféizar, sangrando y con cristales clavados. Él está en el porche, doblado sobre sí mismo, con la cabeza gacha.

—¡Dios mío! —exclamo y corro a abrir la puerta—. Diego... ¿me oyes?

—Lola... —murmura en un balbuceo borracho poco entendible.

—Dios mío ¿Qué hago? —digo horrorizada al ver su mano de cerca—. ¿Qué hago?¿Qué hago?¿Qué hago?. —Está profundamente clavada en los restos de mi ventana. Se me llenan los ojos de lágrimas y acerco mi mano a la suya, pero en el momento en que lo toco gruñe de dolor.

Miro a Oscar con total desesperación en mi rostro. Él chasquea la lengua y se acerca a la ventana desde dentro, sin delicadeza alguna agarra uno de los dedos de Diego y tira de su mano hacia arriba.

Diego grita y antes de que caiga al suelo paso su brazo sobre mis hombros y le sujeto de la cadera. Arrastrándolo entramos en la casa y lo siento en el sillón.

—Lola... —vuelve a murmurar.

Veo el botequín que Oscar dejó sobre la encimera. Lo abro y saco lo necesario para limpiarle la herida y hacerle un apaño.

—Estoy aquí Diego, todo está bien.

—¿Todo está bien? —susurra y empieza a reír—. No hay nada bien estúpida.

—¡Hey, watch it! (cuidado) —le grita Oscar a modo de advertencia.

Yo levanto una mano para indicarle que todo está bien y que se calme.

Diego ríe por lo bajo, todavía con la cabeza agachada, la verdad que el conjunto de su imagen es lamentable.

—¿Siempre tienes perros guardianes alrededor Lola? ¿No te cansas de ser la fulana de unos delincuentes? 

Por el rabillo del ojo veo a Oscar dar un paso hacia Diego, pongo mi brazo a modo de barrera para que se detenga. Lo veo mirarme con los ojos abiertos de par en par.

—¿Vas a dejar que te hable así?

Diego vuelve a reír. Un escalofrío recorre mi espalda, hace mucho que no lo veía así de borracho, cuando está así, da algo de miedo...

—Después de lo que me pasó por su culpa puedo decirle lo que quiera —Diego levanta la cara, sus ojos están rojos y su sonrisa es de oreja a oreja— ¿Te acuerdas Lola? Todo lo que me hicieron esos pandilleros por tu culpa —vuelve a reír, siento lágrimas correr por mi mejilla— ¿y todo para qué? ¿Para que te líes con este tipo? Eres una cualquiera, nunca debería haber dado la cara por ti si de todos modos ibas a acabar en esta vida —Diego arrastra sus palabras con amargura—. De tal palo tal astilla, mi familia nunca debió relacionarse con tu padre, era un delincuente —respira hondo y me dedica una sonrisa torcida— ¡Y su hija una puta! —me grita provocando que dé un salto hacia atrás, a lo que él vuelve a reírse—, debería de...

Escucho un ruido seco y Diego deja de hablar. Sus ojos se ponen en blanco y cae de frente en el suelo. Veo a Oscar sujetando su pistola detrás de él, le golpeó con la culata en la nuca.

—¿Qué...?

Oscar da dos pasos y ya está frente a mí, me agarra del antebrazo y me arrastra a mi habitación. Al pasar el umbral me lanza dentro y suelta mi brazo, haciendo que me tropiece un poco, está actuando más violento de lo normal. Escucho un portazo y cuando me doy la vuelta lo veo con un puño apoyado sobre la puerta y la pistola firmemente agarrada en la otra. 

Su pecho sube y baja de manera acelerada y veo como se le abren las aletas de la nariz. Tiene la rabia estampada en la cara. Oscar nunca me ha inspirado miedo, pero ahora mismo lo desconozco, no sé si es mejor hablar o permanecer callada.

Oscar golpea la puerta con el puño provocando que de un respingo y me mira, su mirada solo hace que mis lagrimas afloren con más rapidez.

—Ahora mismo Lola —dice apretando la mandíbula—, ahora mismo vas a contarme todo sobre tu relación con ese tipo, qué tiene que ver con tu familia y porqué está aquí. Sobre todo me vas a explicar porqué dejas que te trate así —Oscar camina hacia mí, doy un paso hacia atrás— y más te vale ser convincente. —Se para y me mira a los ojos, aprieta la mandíbula y  las palabras que deja salir entre dientes me erizan la piel—. Porque si no, lo mato.


Welcome to the block | 《Oscar "Spooky" Diaz》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora