Capítulo 26

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Lola

—Mi tío Fernando, el hermano de mi madre, era mi familiar más cercano. Me recogió en comisaría y me llevó con él a su casa. Allí nos esperaba su mujer, Gabriela, se habían casado hacía poco. No la conocía. A pesar de vivir en un pueblo pequeño no teníamos mucha relación. Mis padres trabajaban mucho y a mi tío lo veíamos en ocasiones especiales. Pero desde que se había casado eso había cambiado.

»Su mujer tenía un hijo de otro matrimonio, Diego, era un año mayor que yo. Al principio no hablábamos mucho. De repente te traen a casa a una chica que se supone que es su prima y que está traumatizada por la muerte de sus padres, supongo que entiendo sus reservas.

—Tonterías, di que es borde y ya está.

—En fin —continúo, ignorando el desprecio de Oscar—. A los pocos días fue el funeral de mis padres, acudió mucha gente. Los vecinos estaban muy pendientes de mí en el cementerio, agradecía que hubiesen venido, pero odiaba sus caras de compasión. Intentaba ignorarlos, miraba el agujero de dos metros de profundidad donde iban a enterrar a mis padres.

»Cuando todo acabo nos dispusimos a volver a la casa, era momento del velorio en la casa. Pero a la salida del cementerio lo vi, delante de mí vestido con vaqueros y camisa de botones negros estaba Rudy Ramírez. Cuando lo vi toda la tristeza que había sentido se convirtió en rabia. Caminé decidida hacia él y antes de que pudiese abrir la boca le di un derechazo en la mandíbula. 

—¿Lo de pegar es de siempre? —sonrío ante el comentario de Oscar.

—No debió dolerle mucho porque se enderezó y volvió a mirarme, esta vez sin abrir la boca. Pero tampoco estaba enfadado, solo me miraba con su estúpida expresión de seriedad, la que ponía cuando quería convencerse a sí mismo que era uno más de La Jauría. Le volví a golpear y se volvió a incorporar. La tercera vez que le di, escupió sangre antes de enderezarse. Iba a seguir, pero entonces mi tío se encargó de pararme.

»Me sacó del cementerio a trompicones mientras pataleaba en sus brazos. Gabriela nos seguía abanicándose con la mano, supongo que para ella fue un bochorno.

Me cambiaron de escuela, pasé el año sin pena ni gloria, sacando las notas justas para acabar pronto. Ese año cumplí mis 15, sin celebración, ni padre con el que bailar. Mi tío insistió, pero a mí me parecía mala idea, no tenía sentido sin ellos ahí. Acabé el semestre y llegó el verano.

Pasé el verano trabajando en una heladería del barrio, a mi tío le parecía buena idea porque, según él, mantendría la cabeza ocupada, y a mí me la parecía porque así me libraba de su esposa y su hijastro. A finales de verano dejé el trabajo y me centré en los estudios. Empezaría el instituto y quería buenas notas, supongo que algo se me quedó del estúpido sueño de mis padres.

—¿Qué querías estudiar?

—El plan era ser enfermera.

—Vaya...

—Empecé el instituto, era el único del condado, pero Rudy ya lo había dejado, se había graduado, así que no tenía de qué preocuparme. Como Diego estudiaba donde mismo, íbamos y veníamos por el mismo camino juntos, no hablábamos casi, pero poco a poco fuimos cogiendo confianza el uno con el otro.

»En casa nos sentábamos en la cocina a hacer los deberes, uno en frente del otro y sin hablar mucho, pero nos hacíamos compañía. De vez en cuando jugábamos a juegos de mesa o veíamos películas en el salón.

Mi tío estaba contento de tenerme cerca y de que me llevase bien con Diego, pero a Gabriela parecía no hacerle gracia. En su cabeza ese arreglo de que viviese con ellos era temporal, se esperaba que mi tío decidiese enviarme a México con mi abuela, pero él sabía que eso no era una opción. La abuela estaba mayor y no había mucho para mí en nuestro país.

Ella no decía mucho, tan solo intentaba hablarme lo menos posible y yo hacía lo mismo. Además intentaba no ser un estorbo. Lavaba mi propia ropa, dejaba la cocina impoluta y no pasaba mucho tiempo en las zonas comunes. Pero había algo que no había respetado, a su hijo. ¿Cómo era posible que su niño quisiese relacionarse conmigo? No le entraba en su cabeza de duquesa. Para ella solo era la hija de un delincuente.

Se encargó de alejar a su hijo por todos los medios, por lo que ya no me hablaba. Al menos no delante de ella, cuando estábamos solos o de camino a clase sí. Y eso que ella se empeñaba en que él saliese media hora antes que yo, pero me esperaba en la esquina e íbamos juntos. Nos reíamos mucho, era como mi hermano.

—No intentes que lo vea con buenos ojos —dice Oscar con una mirada llena de odio, tiene la mandíbula apretada— hace solo un momento te insultó delante de mí...

—Shhh —pego mi frente a la suya y noto como se relaja—. Déjame seguir, necesito que entiendas.

Él tranquiliza su respiración y asiente. Me aparto un poco e intento ordenar mis pensamientos.

—El tiempo fue pasando, hice una amiga, Rachel. En verdad se llamaba Raquel, pero prefería su nombre gringo. Una vez me hice amiga de Rachel ya casi no andaba por casa. Al acabar las clases siempre me invitaba a pasar el tiempo con ella. Íbamos de compras, estudiábamos juntas,  íbamos al cine y los fines de semana me quedaba a dormir con ella. Solo llegaba a casa para cenar y de ahí directa a mi cuarto.

»Mi tío llegaba sobre esa hora, así que nunca se dio cuenta de mis ausencias y su mujer no ponía pegas. Diego nunca dijo nada tampoco.

Uno de los fines de semana que me quedé con Rachel coincidió con una fiesta del equipo de fútbol. Yo no era muy popular, pero Rachel sí. Nos arreglamos mientras escuchábamos música, que contenta estaba ese día.

—No te muevas tanto, el eyeliner es un punto crítico —me dijo ella enfadada mientras yo reía.

—No puedo evitarlo, no me gusta que me toquen los ojos —dije riendo

—Estate quieta Dolores —dijo y reímos.

—Oye ¿Dónde es la fiesta?

—En casa de Brad.

—Eso está a las afueras ¿Cómo vamos a llegar?

—Tranquila, mi primo nos lleva.

—Oh, tienes todo pensado chica.

Rachel era así, siempre tenía un plan bien estructurado. Cuando terminamos de arreglarnos bajamos las escaleras. Rach, como yo la llamaba, me había dejado espectacular, además de prestarme unos pendientes preciosos. De resto iba sencilla ya me conoces, vaqueros y un top mono.

 De resto iba sencilla ya me conoces, vaqueros y un top mono

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Estaba super emocionada, los padres de Rach no estaban esa noche y cuando oímos una bocina bajamos corriendo las escaleras ansiosas por irnos. ¡Tenía unos nervios encima! aún recuerdo las mariposas en mi estómago. Pero se esfumaron en el momento en que Rachel abrió la puerta.

Aparcado frente la casa había un Monte Carlo blanco.


Welcome to the block | 《Oscar "Spooky" Diaz》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora