Araña

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Narración general.

Era de madrugada la joven con cuidado había salido de la cama para no despertar a su esposo quien dormía más que cómodo, había tenido un día bastante duro en la academia. Ella se levantó después de estar media hora despierta, si bien había leído horas antes que "si te despertabas en la madrugada porque tenías sed era que alguien te observaba y quería que te levantaras para poder apreciarte mejor" después de eso dudó mucho si en levantarse o no, al final esperó que fueran las 4 de la mañana, era seguro que al rededor de las 3 era la hora de la asustacion.

Con miedo fue a buscar su vaso de agua para poder aliviar su necesidad. Todo hiba bien, tomó un vaso y se sirvió el líquido, debía ser silenciosa no solo su amado estaba en la casa si no también la menor de cabellos lilas y el discípulo de su esposo. Se recostó en el mesón de la cosina mientras bebía del líquido. Quiso ser buena "madre" y fue a revisar la habitación de la niña. Al ver dentro observó todo menos lo que se esperaba, la niña estaba acorralada en una pared sin ningún apresor, observaba aterrada hacía una pared donde había una maraña de pelo negro con 8 patas que se movían de forma lenta. El rostro de la joven palideció y se le unió a la menor, solo que ella se le puso adelante para hacer su mejor esfuerzo para protegerla.

— Ci-cielo, ¿P-por qué no nos llamaste cuando lo viste? — dijo la mayor viendo de reojo a la criatura y a la niña.

— No quería molestarles — era a ceves tan linda que se le olvidaba como empezó su relación — ¿Mami que hacemos? — que le llamara así le daba una calidez en el pecho, pero ahora estaba entre el frío del miedo y el calor de su pecho.

— Eri busca la sartén — mandó y la menor no dudó en salir corriendo lo más silenciosa que pudo.

En el camino se encontró con Shinso, el joven estaba más dormido que despierto así que no fue problema para la niña tomar la sartén y hacer que el le acompañará de regreso a su habitación donde su mamá la esperaba.

El joven de cabello morado era arrastrado por una infante, se sentiría débil de no ser que el sueño le estaba ganando. Al llegar a la habitación de la niña vió a la esposa de su maestro, quien estaba pálida, la observó con rareza y dirigió la vista a dónde la adulta veía. Eso sí que lo despavilo.

— Si que es una araña grande — dijo tragando grueso.

— Sip — concordó la menor.

La adulta tomó la sartén de las manos de la niña y la tomo como si está fuera un bate de béisbol. Dió dos pasos decidida a matar a esa cosa del demonio, el arácnido camino con sus 8 peludas patas hacía un lado, se acercaba a la salida, Emi buscó rápidamente a los jóvenes con la mirada, estaban sobre la cama y ambos se abrazaban con temor.

La cosa peluda salió del cuarto y la curiosidad de los temeroso presentes fueron a ver donde estaba la susodicha. Había caminado hasta la puerta de la habitación principal del hogar, el cuarto donde dormía el único faltante de la situación en esos momentos.

— Toshi — llamó la adulta y el joven se le acercó esperando que está hablara — toma — le dió la sartén y este lo tomó confundido.

— ¿Que hago con esto? — arqueó una ceja y su boca se torció.

— ¿Cómo "¿Que hago?"? ¡Pues matarla! — dijo está dándole unos empujones al adolescente.

— ¿¡Que?! — gritó y al darse cuenta de su acción se cubrió la boca con rapidez.

Los dos empezaron a discutir a gritos susurrados, al pelimentosa no quería despertar a su esposo y el pelimorado tampoco lo quería despertar. A Eri se le ocurrió la idea de buscar a Pichi, fué por él a uno de los sillones el cuál dormía tranquilamente. La niña lo cargó y se lo llevó hasta el lugar, ninguno de los que discutían se dieron cuenta de que la menor sostenía al felino, carraspeó y ambos dejaron de discutir quién mataba a la araña.

— Pichi puede hacerlo — estiró sus brazos con el felino entre sus manos, sus mayores se observaron entre sí y asintieron a la idea planteada — bien Pichi tienes que matarla — la menor dejó al gato en el suelo este observó a la niña y luego lo que señalaba, los presentes les regalaban una sonrisa de confianza, segundos después el gato se tiró al suelo fingiendo a estar muerto.

Los rostros de los presentes se distorsonó.

— Cobarde — dijo su dueña con decepción negando.

El arácnido volvió a caminar hacía arriba, los presentes se tensaron.

— Bien, no importa pode...— el pelimorado fué bruscamente interrumpido por como una silla voló hasta estrellarse contra la pared — ¿Que fué eso?

— ¿Que? Por lo menos intenté hacer algo — se justificó la pelimentosa cruzándose de brazos.

— Okey lo entiendo, pero, ¿Una silla?  — el joven todavía permanecía con su ataque cardíaco, no se espera eso.

Minutos después el mayor del hogar salió de sea puerta donde se había estrellado la silla, su cara era de pánico y molestia.

El gato fue el primero en correr hacia la habitación y meterse como pudo debajo de las sábanas de la pareja.

— Cobarde

— Cobarde

— Gallina

Dijeron los tres guerreros al mismo tiempo al ver la acción tan valiente del gato que hace unos segundos estaba tirado en el suelo fingiendo estar muerto, ni con el ruido de la silla el condenado se levantó.

— ¿Que mier... ocurre aquí? — frotó su seño fruncido y cerró la puerta de la habitación.

La araña no estaba...

— No está — lanzó al aire su esposa.

— ¿No está quién? — replicó.

— La cosa fea — dijo la niña abrazando las piernas de sus acompañantes.

— ¿Que cosa fea? — volvió a replicar.

— La araña — el azabache abrió sus ojos como platos, claro su esposa no le gustaban esos animales a tal punto de gritar al verlos, a su discípulo le daban miedo al igual que a la menor.

Suspiró y comprendió la situación. Se dió la vuelta para ver al tal arácnido no había nada. El grito de su esposa lo alertó...lo tenía en su espalda...eso hiba a doler.

Y si que le dolió la joven le arrebató la sartén de las manos al adolescente y lo estrelló con fuerza en la espalda de su esposo, este emitió un grito de dolor.

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— Lo bueno es que si la mató Sra. Aizawa — dijo el joven.

— ¿Papito?

— ¿Shota?...¿Estás bien?

— Emi...¿Tu qué crees?

MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora