Mimos

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Narración general.

El día había sido de locos, exámenes, peleas entre estudiantes, realizar documentos, supervisar entrenamientos, vigilar castigos de algunos estudiantes rebeldes, entre otras cosas. El azabache estaba más que cansado solo quería llegar a su hogar y tirarse en su cómoda cama y poder acurrucarse con su payasa, sin embargo no podía irse todavía, el castigo de 4 estudiantes atrapados por querer robar las preguntas de un futuro examen teórico no podía ser pospuesto. Su pregunta, su gran pregunta era: Si los estudiantes son de Mic, ¿Por qué mierda el estaba allí en su lugar?

- Sensei - le llamó un joven de pelo rosa pastel, no respondió simplemente asintió suavemente su cabeza mientras buscaba el contacto de Emi - ¿Ya nos podemos ir?

La mirada rojiza se hizo presente en sus ojos, sin levantar su rostro alzó su mirada era una vista bastante aterradora los cuatro estudiantes tragaron grueso, sabían que ahora estarían el doble de tiempo.

El tiempo pasó bastante lento, los estudiantes escribían cosas en sus respectivos cuadernos o hablaban entre sí, Solo a Mic se le ocurre este tipo de castigo. Suspiró frustrado, Emi no le a contestado desde hace 25 minutos de haber enviado el mensaje, con resignación bajo todo el volumen del celular y entró a un juego que traía el teléfono.

Distraído y ligeramente aburrido jugaba, cada tanto observaba fastidiado a los mocosos y desesperado la hora ¿Más lento podían ir las agujas del reloj? Dos horas debía aguantar solo dos horas.

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45 minutos habían pasado y dos estudiantes se habían quedado dormidos sobre la mesa de los pupitres, los otros peleaban por la diferencia de quién era el mejor héroe y nuestro querido azabache veía con envidia a los que dormían y con molestia intentaba bloquear la estúpida conversación de los jóvenes despiertos.

48 minutos ya van, solo un poco más...

- Mic te voy a matar mañana - renfunfuño en un susurro.

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15 minutos más habían pasado el héroe en cuestión se metió en su saco de dormir y debió atrapar a eso escuincles por lo menos unas 10 veces intentando escaparse de sus castigos, es por eso que los estudiantes estaban amarrados en las sintas del maestro mientras el colocaba una alarma en su celular para que lo despertara en 45 aproximadamente.

No pasó un minuto cuando los estudiantes empezaron a gritar como locos se levantó frustrado y tronando su cuello se acercó a las gavetas del escritorio del salón.

Buscó rápidamente el objeto en cuestión, al conseguirlo sonrío tétricamente y de apoco levantó su mirada, a simple vista parecía un completo cínico, tomó el celophan y se los colocó en las bocas a los chicos. No más por si a las moscas lo colocó doble a cada uno. Los muchachos se movían frenéticamente buscando desatarse con mucha insistencia, más no obtenían el resultado esperado, dos de ellos se cayeron y no lograban recomponerse.

El maestro en cuestión disfrutaba de ello y se dignó a dormir. Y para no tener remordimiento de conciencia se dió la vuelta dándoles la espalda a los ahora muchachos bastante ofendidos.

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Bep ...Bep...Bep...Bep...Bep...

Ya había concluido el castigo, o eso decía su alarma la apagó con toda la flojera, había repuesto algunas fuerzas, serían suficientes para poder llegar a su casa, el tráfico seguramente sería una locura. Odiaba no haber pasado el examen de manejo, pero odiaba más el que lo vetaran de por vida de allí.

Trono su cuello, espalda y dedos. Desató a los jóvenes los cuáles les veían con odio.

- Esto que les sirva de lección para no meterse en más problemas... serán héroes no tramposo...- dijo tajante.

Los jóvenes no esperaron más para irse, sin embargo el mismo chico de cabellera rosa pastel antes de dar un paso más para salir del salón se volteo y realizó una reverencia al adulto, lo cual lo descolocó ligeramente.

- Lamento todas las molestias que les causamos, me disculpo en nombre de todos mis amigos - dijo aún en esa posición, luego de unos minutos este se retiró.

Eso sí que había sido lo más sorprendente del día, debía admitir que le alegraba que por lo menos uno hubiese aprendido la lección de corazón, los otros lo pensarían dos veces antes de robarse algún examen.

Tomó su saco de dormir y lo dobló, tomó su celular, era bastante tarde.

- Emi seguramente ya habrá llegado - dijo mientras se dedicaba a irse de la institución.

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MatrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora