Penas y la propuesta (suegros parte 1)

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Narración general.

Unos días después de haber hablado con los amigos de la pareja, hablaron con sus jefes, prensa y con compañeros de trabajo, su vida mejoró considerablemente sin embargo aún faltaban a 3 personas a quienes decirles sobre la relación, claro, si es que no sabían ya por todo el alboroto que causó el que se  descubriera su relación, sus padres, sin mencionar que Emi tenía mucho que decir.

— No entiendo... — dijo el joven azabache viendo el techo de la habitación matrimonial.

— ¿Que parte no entiendes? — preguntó su esposa algo inquieta recostada a su lado.

— La parte de los dos papás, empezando por allí... — dijo el viéndola de reojo, su expresión nerviosa mordiendo ambos labios inquieta — ¿Son...gays o...algo así? — dijo volteandose quedando frente de ella, quien negó con su dedo índice y suspiro sentandose en la cama para luego subirsele encima quedando sentada sobre el vientre del azabache.

— Mi papá, biológico, murió cuando era pequeña, mi mamá me dejó en la calle y un señor me encontró, el fue quien me crío, el fue mi otro papá, es por eso que tengo dos papás... — explico breve, su típica sonrisa había desaparecido, se encontraba sería, bastante sería, su mirada levemente perdida y melancólica.

— No sabía que pasaste por eso... — dijo el azabache alzando su brazo derecho para posar su áspera mano en la mejilla de la chica, quien al sentir el contacto acercó más su cabeza para sentir más de esa dulce sensación que le provocaban los roces de su amado.

— No debías, a nadie le había contado sobre esto, tu eres el primero...

— ¿Y que paso con tu madre?

— Para mi, está muerta...pero a decir verdad yo no sé nada de ella...— concluyó cortante, no quería hablar sobre ella.

— Visitaremos a tus padres primero y luego a los míos ¿Si? — sentenció el azabache para subirle los ánimos a su esposa, quizás viendo al hombre que la formó de nuevo le haga bien.

— ¡Si! — determinó con su energía renovada — ya quiero ver a mi papá, y conocer a mis suegros — dijo tomando la mano de su esposo la cuál aún reposaba sobre su mejilla y la acaricio un poco.

— Y después, si te parece, hacemos los trámites de adopción — la joven asintió con su enorme sonrisa devuelta — aún me preguntó que clase de brujería hiciste conmigo, mis padres no creerán que me casé y menos cuando te vean.

— Yo no hago brujerías mi vida — dijo orgullosa la pelimentosa — yo soy ese tipo de mujer que cuando la ves quieres conocer más de ella y cuando lo haces quieres más — dijo de forma sensual acercándose a peligrosamente a sus labios — soy algo así como un cheto nunca es suficiente con uno, siempre quieres más~ — a pesar de haberlo dicho de forma tan provocativa se estaba aguantando la risa la primera razón era por su boba comparación y la segunda por la cara de confusión de su esposo.

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A la mañana sigue, se encontraba una pelimentosa, una albina con toques tornazolados y un azabache al frente de una casa algo desgastada, pero de buena presencia a comparación de las demás casas de los vecinos de allí. Algo de pintura levantada en la fachada, rejas de las ventanas sucias, cortinas abajo, algunas plantas en el patio delantero bien cuidadas y el frente limpio de hojas y basura.

El azabache respiraba profundamente para no cagarla en ese momento o en el día generalmente. Estaba nervioso y las pocas veces que estubo nervioso fue ejemplo, la primera cita oficial con su esposa, ese día todo fue un desastre de no ser como es su esposa de despreocupada y relajada lo hubiera tachado de raro o de maníaco del trabajo.

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