Caminando sin rumbo encontré un pequeño amigo abandonado. Cuando me acerqué no se alejó de mí ni se acercó para hacerme algún rasguño o morderme, tan solo estaba quieto esperando que yo hiciera algo bueno o malo para que pudiera reaccionar. Ese pequeño felino era realmente inteligente, pero solitario, estaba igual que yo, solo.
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Tiré mi paraguas para mojarme junto a él diciéndole que no es el único que se moja. Lo acarició suavemente y ronronea indicándome que lo disfruta, lo cual me parece perfecto.
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Luego de ello decido tomarlo y llevarlo directo a mi casa en un taxi. Mis padres no se negaron, querían que algo me hiciera feliz así que no hubo problemas.
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Mi pequeño se llama Ggomo, un nombre único ¿Verdad? Además es muy lindo y adorable.
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Desde aquel día es mi pequeño hijo, es inseparable y me agrada su compañía. Juntos vemos la lluvia a través de la ventana con nuestros propios pensamientos, pero eso sí, cuando me ve llorar se arrulla cerca a mi como si me estuviera consolando y realmente siento que sabe mi dolor y que a veces se siente igual de solo, con dolor y sufrimiento. Creo que nos entendemos a la perfección.
