Cuando Jungkook tenía tan sólo cuatro años, su madre perdió la vida por una enfermedad. Un cáncer de útero. El pequeño cachorro, con el recuerdo de su madre apagándose con el pasar de los días, y posteriormente siendo testigo de un padre alfa viudo tirando todo por la borda; a una temprana edad tuvo que verse obligado a aprender que las cosas no serían iguales en el futuro. Lo supo cuando a los once años, su padre lo tocó mientras le decía lo delicioso que olía. Jungkook llevaba esas marcas grabadas en su historia y piel blanquecina, desde que tenía memoria. Ese día, aquel terrorífico día de su primer celo, descubrió que sería un omega, igual que su madre. Desde entonces, todo su mundo se vino abajo, su inocencia se opacó como los pétalos de las flores en el invierno, su sonrisa dejó de ser tan brillante, su risa dejó de escucharse en las paredes de su (en ese entonces) gran casa y sus ojos perdieron ese brillo característico que lo identificaba. Su cuerpo; antes sano y bien cuidado, con el tiempo también empezó a perder su forma, así como su estómago el apetito. La empresa de su padre cayó, las deudas de los impuestos empezaron a hacerse cada vez más grandes y su padre permanecía encerrado en su estudio, del cual salía dos veces de vez en cuando, para buscar otra botella de licor de la nevera.
A una temprana edad, cuando supo que su padre iba a perder la propiedad, se obligó a buscar un trabajo, puesto que ni siquiera podía costearse la universidad. Y mientras su padre se embriagaba y se despertaba a las doce del mediodía, Jungkook atendía los deberes de la casa y trabajaba de mesero en un pequeño bar. Los abusos seguían y con ellos, la violencia psicológica. Jungkook era un omega, su padre un alfa. A él como omega le correspondía atender las tareas domésticas, cocinar y atender al alfa, mientras que éste no hacía nada, más que beber hasta dormirse o masturbarse cuando su hijo se agachaba para limpiar por debajo del sofá o sacar algún artículo de limpieza de las repisas de abajo, o aprovecharse de su hijo cuando dormía o simplemente cuando quería saciar la calentura y los deseos morbosos que le venían a la mente con sus celos.
El omega en cambio; nunca tuvo a nadie que cuidara de él. Toleraba los toques morbosos, los golpes, los gritos, los insultos y hasta las violaciones en silencio. No hablaba a no ser que su padre se lo pidiera y cuando lo tomaba sin prepararlo y con brutalidad, cerraba los ojos y pensaba en que pronto todo se iba a acabar, mientras sus lágrimas saladas rodaban silenciosas por sus mofletes. Cuando preparaba la comida y llegaba la hora del almuerzo, hasta toleraba que su padre despreciara su labor, le tirara la comida en la cara e incluso que se la escupa si es que en serio llegaba a parecerle horrenda.¿Que si Jungkook estaba cansado? Sí, lo estaba. Pero era un omega y era lo que correspondía, él no tenía derechos, ni el nivel para estar a la altura de algún alfa de su edad. El simplemente debía cocinar y atender, obedecer y ceder en silencio, porque era lo que a él, como omega, le correspondía. ¿Por qué? Por el simple hecho de ser omega. Aún cuando afuera, más de uno tenía dinero o posiciones sociales mucho más altas que la suya. Algunos hasta eran empresarios, como su Jin hyung. Por la Diosa Luna, cuánto admiraba ser como su Jin hyung. Apuesto, alto, esbelto, fuerte, decidido, divertido, dulce, encantador y con un marido tan caballeroso, que parecía haber salido de esos cuentos de hadas que su madre solía contarle cuando pequeño. Pero Jungkook no quería a alguien con dinero. Simplemente quería a alguien que le amara, le dijera cumplidos lindos como Namjoon hacía con su Jin hyung, que le ayudara y apoyara tanto como Yoongi hyung hacía con su pareja Jimin y que le mimara y cuidara tanto o un poquito más como Taehyung lo hacía con su compañero Bo Gum hyung. Jungkook quería tanto y a la vez tan poco, que le apenaba saber que de seguro, nunca sería suficiente para algún alfa de la enorme ciudad en la que vivía.
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Alfismo- |Hopekook|
FanfictionTanto en familias adineradas como en las de bajos recursos, las tradiciones se podían seguir apreciando a simple vista. El alfismo como sistema de organización del mundo que, según muchos, era por excelencia el más efectivo, había marcado el destino...