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Hoseok se bajó del vehículo, acompañado del alfa chino, en aquel vecindario bajo. El antiguo departamento de su omega se veía más apagado que antes, así como también más desaliñado.

-¿Estás seguro de lo que haremos? -intentó asegurarse Jackson.

-Sí, debo corroborar que en efecto no es él quien acosa a Jungkook todos los días.

-Bueno, podríamos empezar con el detalle de que aquí no hay ningún auto de lujo de color negro -notó el abogado, tomando nota en su libreta-. Por lo que, podemos deducir, al menos a simple vista, que no es el único involucrado en el asunto.

Jung pasó saliva nervioso al oír aquello. Su lobo comenzaba a dudar tanto como él de lo que harían a continuación. Sin embargo, quería asegurarse, quería estar tranquilo de que nadie perseguía a su omega por simple locura u obsesión. Quería dormir tranquilo sabiendo que Jungkook regresaría a casa sano y salvo todos los días de su universidad. Pensar que podía perderlo, que algún loco lo secuestraría, que podían tocarlo, lo ponía histérico, ansioso y enfurecido.
Sin decir más, ambos jóvenes avanzaron hacia las escaleras, que daban al piso del alfa.

Dentro del departamento, Heesun gemía grave mientras embestía la cabeza de la joven contra su pelvis, que lo masturbaba oralmente como nunca nadie lo hizo. Le era difícil, sin embargo, no pensar en su hijo mientras sentía llegar a su cima. Jungkook rondaba en su cabeza todos los días y más cuando tenía sus encuentros con la omega de cabellos rubios. No recordaba su nombre, y tampoco le importaba a decir verdad, sólo era una visita para pasar un buen rato que le habían recomendado sus amigos. Pero tenía que admitirlo, la chica era un deleite comparado con su hijo. Las curvas marcadas eran la envidia de cualquiera y el deseo de otros. Claramente nada tenía que ver con su conejita, que era un debilucho y diminuto, sin grandes dotes que gozar se podría decir, pero que cuando gemía su nombre era un ángel.
La pelvis comenzó a cosquillear y entonces se vino ahogando a la omega con su semen y miembro mientras gemía el nombre de Jungkook. La rubia, acostumbrada a oír eso y no su nombre, lo dejó pasar otra vez mientras se encargaba de limpiar al alfa usando sólo su saliva.

-Bien hecho, conejita -le dijo con voz ronca, acariciándole los mechones dorados sin perderse el espectáculo que le daba con su lengua y esos ojos grandes como los de su hijo.

El timbre sonó haciéndolo saltar del susto. Los golpes en la puerta alertaron a su alfa viejo y débil. Si era la policía, no podían verlo con la omega, porque de ser así se lo llevarían de inmediato y otra pena más se archivaría en su expediente. A los golpes corrió a la joven a su habitación, en tanto él se acomodaba los pantalones con prisa.
Hoseok sin querer perder más tiempo abrió la puerta del pequeño departamento e ingresó a la cocina. Había olor a feromonas de excitación de alfa, mezcladas con alcohol y cigarrillo. Su lobo se cubrió el hocico, mientras avanzaba sin miedo hacia el living, seguido del abogado y dos oficiales de policía.

-Jeon Heesun -llamó, intentando sonar tan firme e intimidante como podía.

-¿Qué he hecho yo ahora? -fingió inocencia el hombre, mientras tomaba asiento en el sofá de hace unos segundos.

Que no hizo, dirá.

-Necesito saber qué hace acosando a mi omega y enviándole fotos nuestras a su celular.

La cara de Hoseok parecía ser un chiste para el alfa, que haciéndose la mosquita muerta comenzó a reírse con ganas.

-¿Qué dices? Si estoy aquí encerrado hace días y no he sabido nada de mi hijo desde que tú te lo llevaste -admitió y medio mintió entre risas.

-Pues, hace más de una semana que éste auto negro acosa a su hijo en la calle -habló ahora Jackson, enseñándole al alfa mayor una fotografía del vehículo.

Alfismo- |Hopekook|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora