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En Encanto la mañana parecía mágica, no había ni un malestar más allá de simples trabajos y deberes que cada persona debía hacer para su contribución en la comunidad.

Pepa y Félix paseaban enamorados, mientras el de piel oscura le susurraba al oído palabritas de amor a su pelirroja. Provocando así un día perfecto y múltiples arcoiris.

Agustín llevaba consigo los platillos de Julieta, ayudando y cuidando de su novia mientras está con esmero curaba los males ajenos. Dándose miraditas enamoradas de vez en cuando, Agustín palabras de alientos y Julieta robándo uno que otro beso cuando nadie veía.

¿El menor de los trillizos? El también tenía una novia, a sus ojos la más bella y valiente de todas las mujeres y se sentía afortunado por tener la a su lado.

A diferencia de sus amigos y familia, Imelda y Bruno estaban ocupados en sus propios asuntos, Imelda en su casa y Bruno haciendo visiones bajo el ala de su madre.

— si las mujeres son lindas y hermosa, aquí no hay fea, para que vea — tararea Lucrecia Pérez, moviendo las caderas mientras cocinaba junto a la mujer de Jerónimo.

— usted está en cali, para que vea — tararea Adela, contagiada del ánimo de su suegra.

Era típico oír música saliendo del hogar de los Pérez, eran una familia unida y amantes de las artes.

Otra que tarareaba la canción a la distancia, era Imelda Pérez, la joven de 21 años revisaba las cosas viejas de sus padres en busca de un collar de perlas de su madre que quería poner se para su próxima cita con su novio, Bruno Madrigal.

— con caña dulce el Melao — tarareaba Imelda, encontrándose una caja llena de fotos viejas— ¿Que tan viejas deben ser estas fotos? —cuestiona para si misma.

En sus manos se ven las algo descuidadas fotografías, imaginando el viaje que debieron dar desde la huida de sus padres contra aquellos que destruyeron su hogar.
La primera le sorprende.

— el señor Pedro —habla impresionada, una foto del difunto Pedro Madrigal junto a su madre, Lucrecia tenía un vestido de novia y el hombre sonreía a su lado— no me acordaba que mamá conoció al señor Pedro, debió ser un hombre muy lindo, se parece mucho a Bruno — dice fascinada con la imágen.

En su mente descabellada se imagina una realidad alterna, dónde el señor Madrigal hubiera podido sobrevivir y aunque el Encanto no se hubiera creado, tal vez y solo tal vez todos hubieran vivir en paz.

¿Le hubiera caído bien?, Alma siempre decía lo maravillosa que era para Bruno y lo perfectos que eran juntos, ¿Pedro hubiera pensado igual?.

Cambia la foto y su rostro se arruga con impresión al ver un hermoso y extenso mar, junto a la arena, donde el agua se veía majestuosa a pesar de lo vieja de la fotografía.

— que bonito — se dice, voltea a ver la foto para leer en voz alta— “Bocagrande”, ¿Dónde es eso?.

La muchacha, se levanta con prisa, daba saltitos aún hipnotizada con la foto, sin darse cuenta casi estrellándose contra una pared.

— EPA, mire por dónde anda pelada — dice Adolfo, tomando a su hija de su camisa, ella levanta la mirada viendo lo que estaba punto de hacer— debes tener más cuidado, a Bruno no le gustará verte con el cachete todo rojo por burra.

— ¡Papá! —réplica Imelda, con vergüenza absoluta— para tu información a Bruno no le importa eso, metiche.

— ¡Si será...!

Secretos De Familia (Brunoxlectora)(Cancelada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora