Capítulo 28

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Talk

Mantengo mi mirada en uno de los espejos de decoración de la cafetería. Este se ve extraño, así que me confunde. Me encuentro bastante pensativo hasta que Raissa interrumpe mi confusión.

—¿Escuchaste lo que dije? —insiste.

—Eh... yo... —Dejo de apoyar mi mano en mi mejilla y la paso al medallón que cuelga en mi cuello.

—El mío es igual. —Me muestra la alhaja de su bolsillo.

Me sorprende, sin embargo tengo algo más que me preocupa. Aquel sentimiento por la chica que tengo delante, no es tan potente como la sensación de peligro que ha comenzado a surgir por culpa del espejo. Aunque el peligro no es para mí, se trata de alguien distinto. Debería mencionarlo como una intuición, un instinto, un llamado intenso, pero que no tiene que ver conmigo. Es como si esta atracción extraña y repentina que siento por Raissa, no fuera tan importante como mi estado de alerta. Quizás el medallón que tiene es una mentira y me evade de lo primordial. Me siento como un animal que sabe que algo malo está pasando, pero no conoce la razón del riesgo. Todo lo demás ya no interesa, es frustrante la incertidumbre que viene de la nada.

—Eh... ¿Talk? —vuelve a insistir—. ¿Te pasa algo? —Intenta entender.

Aunque la verdad ni yo me comprendo.

—¿Alguna vez has tenido un mal presentimiento? —consulto y se sonroja cuando al fin la miro fijo.

—Eh, pues no sé, esas son sensaciones ¿Por quién estás preocupado?

—Gini —digo sin titubear.

—¿Y por qué Gini estaría en problemas? —pregunta nerviosa.

—Yo... no lo sé.

—Quizás solo estás dolido porque te rechazó —explica.

—Sí, quizás. —Miro mi café, lo revuelvo despacio con la cuchara.

Hay algo confuso en el líquido, al igual que en el espejo, reflejos de sensaciones que me llaman de manera potente, señales de protección.

¿Por qué mi mente piensa en proteger a Ginji? Este llamado es tan poderoso como si realmente estuviera pasando algo ¡Es que lo está!

«Guerrera, muévete».

Me levanto de la silla de repente.

—¿Talk? —expresa confundida Raissa.

—¿Dónde se encontrará? —susurro para mí mismo.

La imagen en el espejo es más lúcida, me veo a mí, mi forma de chica, señalando en una dirección y me sobresalto.

—¿Viste eso? —le consulto a Raissa.

—¿Qué? —Mira el espejo, pero no ve nada—. No te entiendo. —Se percata de mi actitud—. ¡¿A dónde vas?! —me grita cuando llego a la puerta de la cafetería.

—Tengo que... ¡No sé! —expreso confundido—. Me tengo que ir.

Me voy corriendo, siguiendo las señales hasta que llego a un edificio. El sitio se encuentra rodeado por una niebla negra, pero a pesar de que pareciera que es lo que controla todo a su alrededor a mí no me hace efecto. Cuando cruzo una puerta, me doy cuenta que en el restaurante están todos como hipnotizados y nadie se da cuenta de su propia existencia. Esto parece obra de un padrino o una madrina, sin embargo algo me dice que es alguien mucho peor.

La secta del cambio de géneroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora