Capítulo 31

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Talk

Entro a mi casa como si me llevara el viento y al llegar a mi cuarto, dejo de cambiarme cuando visualizo a Isidor, mirándome.

—No me gustan los acosadores, mucho menos viejos y feos.

Él se ríe.

—¿A dónde vas con tanta prisa?

Levanto un bolso, meto cosas que pienso que me podrían servir y luego lo cuelgo al hombro.

—A salvar a Ginji —digo determinado.

Vuelve a reír.

—No necesitas todo eso.

—¡Claro que sí! Voy a enfrentarme a un montón de locos mágicos, necesito múltiples opciones. —Hago una pausa—. Sé que suena ilógico, pero ya averigüé todo. Tengo una sensación de que está en problemas y debo seguirla —expreso con decisión—. Ni sé por qué te explico, tú eres uno de ellos, entiendes más, pues la verdad yo no lo comprendo ¡Me estoy volviendo loco! Bueno, me voy. —Camino a la puerta, pero esta no se abre.

—¿Quieres explicaciones?

—¡No tengo tiempo, tengo que salvar a Ginji! —exclamo con esa necesidad imperiosa que no me deja tranquilo, es muy intensa—. Deja de usar tu poder, déjame salir, tengo que salvarlo.

—Lo sé, es tu instinto de guerrera.

Dejo de agarrar la manija y lo miro.

—¿En serio vas a decirme la verdad?

—Te diré lo que sé, seguro algunas partes las habrás escuchado. —Hace una pausa y comienza a contar—. Hace mucho tiempo, había una guerrera, pertenecía a un grupo selecto de luchadoras, era la mejor de todas y la más devota a su dios, Across, el dios de la justicia. Un día, en los alrededores se escuchó sobre una tragedia, un hombre se había entregado al dios del deseo para salvar a su amor.

—Rouge —susurro y asiente.

Prosigue:

—Todos estaban desconcertados, todos sabían que nada bueno saldría del dios del deseo, entonces las guerreras se armaron de valor y se dirigieron a destruir el altar de Deon. Deon mató a una por una, solo sobrevivieron dos, dos mujeres que eran amantes. Tenían un amor prohibido, porque como ya sabes, en esa época las parejas del mismo sexo eran condenadas a muerte.

—¿Dos? ¿Hay alguien más en la historia aparte de mí? —Frunzo el ceño.

—Algo así. Cuestión que ambas mujeres se salvaron, no obstante todos las repudiaban, creían que por amarse habían traicionado a sus compañeras y decidido aliarse a Deon, pero nada más lejos de la realidad. La verdad fue que la guerrera más poderosa se dirigió a su propio dios, Across, al cual le pidió que salvara a su amor.

—Como la historia de Ginji, pero con chicas —aclaro.

Se ríe.

—Exacto, aunque hay una diferencia enorme, Across no le pidió su vida a cambio, no se la llevó, solo le pidió devoción eterna y que se convirtiera en el arma que necesitaría para el futuro. Por eso le dio el don de reencarnar, para seguir los planes de Deon más de cerca. Across sabía que en el futuro su enemigo atraería a la desgracia, desgracia que se transformó en Odyssey, así que también le dio el poder de la luz, el poder para destruir la oscuridad.

—Espera ¿Cómo que devoción eterna? ¿Le hace caso de la nada o qué? No entiendo.

—Es justamente, tu instinto.

—Así que soy esa mujer. —Me cruzo de brazos—. ¿Y qué pasó con la otra?

—Tuviste que elegir entre servir al dios de la justicia o estar con tu amor prohibido. Es evidente, la abandonaste para dedicarte a tu deber de guerrera. Vigilaste a Ginji en todas tus vidas, para cumplir con tu palabra y ella seguir con la suya.

—¿Por qué decidiste contarme esto ahora?

—Querido, eres la luz de la justicia, eres un arma letal. Vas a ir a una secta sin usar tus poderes, será mejor que te lo cuente ahora antes de que te hagas daño.

—¿Y qué es lo que estás buscando a cambio?

Sonríe con malicia.

—Ya tengo lo que quiero, soy el padrino que te convirtió en hombre. A pesar de que reencarnes seguimos conectados eternamente, así que puedo buscarte y utilizar el hechizo todas las veces que desee.

—Sigo sin comprender. —Entrecierro los ojos.

—Taeri Talk guerrera del dios Across, eres un arma ¿Todavía no lo entiendes? Mientras te tenga en mi poder soy indestructible. Todo ser como yo, me tendrá respeto, o mejor dicho, miedo ¿Recuerdas? Voy a hacer una revolución en esa secta.

—Me acuerdo —susurro—. Pero como sea, me voy a olvidar en mi otra vida, así que no importa mucho que te hayas referido a mí como un objeto, aquí lo que interesa es que tengo que ir a salvar a Ginji. —Me giro, siguiendo mi instinto, pero Isidor continúa sin abrirme la puerta—. ¡Ya, por favor! —le pido, indignado.

—Necesitas usar tu poder, guerrera. —Sonríe—. Te enseñaré, pero antes debes aceptar que no puedes utilizarlo siendo chico y que también para infiltrarte deberías ir con el rostro que no conocen.

—No me gusta ser Taeri y lo sabes —le recuerdo.

—¿Quieres salvar a Ginji o no? —Enarca una ceja.

—¡Sí, ya te dije!

—Entonces despójate de ese odio por tu lado femenino, porque lo necesitas más que nunca. Aunque no lo creas, es tu lado más poderoso, es la esencia de la guerrera en sí, no puedes negarlo más, necesitas tu poder ahora.

Bufo.

—De acuerdo, lo intentaré. —Suelto el bolso—. Cámbiame.

Mi cuerpo se modifica con algunos brillitos que van subiendo de forma paulatina y hasta me pone un bonito uniforme negro para luchar. Qué cool, ya parezco una magical girl.

—Siente como tus heridas sanan y los engaños de las marcas desaparecen —proclama y toco mi cuello que ahora ya no tiene el dibujo que me dejó Deon—. No dejarás que te manipulen y forjarás tu más poderosa arma. —Toca el medallón que cuelga, quitándolo de mi cuello y poniéndolo en mi mano—. Desenvaina tu espada, guerrera.

Como si lo supiera de toda la vida, apoyo mi mano debajo del medallón, donde aparece el mango, luego crece la hoja hasta crear el formato de una espada.

Increíble, mi medallón es un arma. 

La secta del cambio de géneroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora