(ojalá me leas)
Dicen que entregar tu corazón es la mas letal de las desgracias, y aunque con exactitud no sabia lo que era "entregar tu corazón" no era algo que me apetecía, porque sabia que hacerlo era darle el poder a alguien mas de destruirte, volverte vulnerable, porque hasta los guerreros más fuertes se volvían los mas débiles por amor.
Mi celular vibra y veo que es una notificación de Gabriel.
§ "holi, llego mañana. ¿Te puedo llegar a ver?"
Instintivamente si haber leído sabía lo que diría el mensaje y mi corazón late desenfrenadamente. ¿Por qué...?
· "Hey, claro. Te espero."
Gabriel vendría a mi casa, ya teníamos unos cuantos meses desde la primera vez que había venido a mi casa, y aunque casi siempre sus visitas eran muy seguidas, las ansias de volverlo a ver nunca hacían falta.
A menudo me hacia preguntas sobre la "amistad" con Gabriel, ciertamente nunca entendía lo que pasaba entre nosotros, se suponía que todo apuntaba a una amistad donde ambos se contaban cada detalle de sus vidas, pero sé que no podíamos negar las energías que hacían valer la ley de la atracción, yo lo sentía, y era tan palpable que sabía que él también podía sentirlo, lo sé.
- ¿Cómo estás? Te extrañé mucho, sabes.
- Que super que estés acá de nuevo, tengo muchas cosas que contar.
- ¿Si? Curioso, yo también.
- Bueno, entonces empieza. – digo mientras ambos caminamos hacia el jardín de mi casa del patio trasero.
- No se como empezar, creo que... am... es que... - toca su cabello con nerviosismo.
- ¡Ya, dilo! Sin rodeos. – digo en mi típico tono exasperado.
- Pasa que todo ha acabado con Gabriela. Cierra los ojos para no verme mientras me confiesa lo que ha pasado con su novia. Bueno, "ex".
- ¡Oh, vaya! – digo sin saber que mas decir. – am... lo lamento? – suelto en forma de pregunta ¿era lo que debía decir?
- ¿En serio lo lamentas?
- Es que no sé qué decir...
Veo como mi madre se acerca en dirección a nosotros con una bandeja, siempre que Gabriel viene, mi mamá lo atiende con comida, nunca la había visto de esa manera con ninguna otra persona, ni cuando han venido amigas, mucho menos "amigos". Incluso cuando salía con Christian, nunca quiso que él viniera a mi casa.
Al colocar la bandeja con dos tazas, una con café amargo, la otra con chocolate caliente y dos sándwiches, mi madre procede a saludar a Gabriel, con mucha emoción para mi gusto.
- ¿Cómo esta? Que gusto que haya venido, la semana pasada no vino. Pensé que ya no nos quería visitar. – a ver... ¿nos?
- ¡Para nada! Siempre extraño visitarlas. – aja, visitarlas? ¿Venia por mi mamá? – pero la semana pasada no tuve descanso en la universidad, y hasta ayer pude venir.
- ¡Uh! Que triste. Espero y si pueda venir para la graduación de la nena. – casi boto la taza al levantarla de la bandeja. Enarcando una ceja, Gabriel voltea hacia mi por un segundo y luego vuelve a mi madre.
- Curiosamente "la nena" no me ha dicho nada, pero si ella me invita con gusto estaré.
- Ya está invitado por mi – dice mi madre con autosuficiencia. – los dejo, saldré con Iris por un café al centro. Los veo luego-
Aun no proceso lo que acaba de pasar en mis narices, para empezar mi madre me había dicho "nena" en frente de Gabriel, para luego invitarlo a mi graduación que era en dos semanas, cosa que no tenía pensado contarle.
- ¿No pensabas invitarme? – dice al tomar su asiento y tomar su taza de café amargo. Demasiado amargo para mi gusto.
- Bueno, no creí que quisieras venir.
- Pues es la graduación de colegio de mi amiguita, claro que quisiera ir. – y vamos de nuevo ¿amiguita?
- ¡De acuerdo! No me regañes, es el jueves de la otra semana, ya conoces el colegio así que... te veo a las cinco allá.
- Será un gusto verte graduada "nena" – suelta en su tono burlón que le sale tan natural, como a mí.
Pasamos el resto de la tarde platicando sobre lo que había pasado con su relación, al parecer el y Gabriela no habían hecho clic, y tenían diferencias muy muy abismales.
Ya se había oscurecido un poco y voltea su muñeca para ver la hora.
- ¡Cielos! El tiempo se pasa volando cuando estoy contigo, eres una parlanchina. – pongo lo ojos en blanco y se ríe.
- Te acompaño a la salida.
- ¿Me estas echando? – quedo helada ante su comentario y sin reaccionar. – tranquila nena, estoy bromeando. Vamos, acompáñame a la puerta. Eres una linda.
Y cuando estaba a punto de abrir la puerta, Gabriel se queda parado mirando fijamente hacia la pared que da al jardín principal, empieza a caminar en su dirección.
- ¡Que preciosa colección de rosas! – dice fascinado por todos los colores hermosos que están frente a nosotros.
- No pensé que te gustaran la rosas. – estoy detrás de él viendo su concentración en cada pétalo.
- Me gustan las plantas en general, aunque mis favoritas son las suculentas y los... cactus. – dice bajando la mirada.
- ¿Qué? ¿Por qué los cactus? ¿Cuál es su gracia?
- ¡Claro que la tienen! ¿Solo te fijas en la portada de un libro acaso? A veces nos puede gustar algo porque nos sentimos identificados, sabes. ¿has escuchado que hay personas cactus? Son esas que mueres por abrazar, pero saber que si lo haces te pueden lastimar. Bueno, pues yo soy una de ellas. – ¿sonaba a advertencia?
- Pero yo colecciono rosas y no... no me siento identificada con ellas. – las palabras de Gabriel empiezan a dar vueltas en mi cabeza, ¿por qué el creería que puede lastimar personas? Empezamos a caminar hacia la salida. – ¡ya lo sé! Tal vez por las espinas, casi nunca dejo que se acerquen demasiado a mí. ¿Podría ser eso? ¿Soy una chica rosa por mis espinas? - Gabriel empieza a reír desenfrenadamente, noto como su rostro se torna un poco mas rosado de lo normal, en su color de piel es mucho más fácil notarlo.
- O tal vez por lo hermosa. – Gabriel sonríe y finalmente se sube a su auto para luego marcharse y dejarme con una nube de desconcierto.
("ojalá el mundo tuviera la oportunidad de leerte")