15. In Another Life III

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La familia salió temprano rumbo a la casa de la madre de Juliana, la cual se había mudado junto con su esposo Francisco, a las afueras de la ciudad. Valentina había convencido a Juliana de salir temprano, y como, al parecer todo lo que ordenará la castaña se cumplía. Salieron de casa justo al amanecer.

Además, debían buscar el regalo de aniversario, que habían ordenado dos semanas atrás. Valentina había elegido un juego de copas de cristal del siglo XIX, que tenían varios meses buscando, y que era perfecto para su madre.

A Juliana le sorprendió ese detalle de parte de Valentina.

Le había sorprendido como los ojos azules brillaban cada vez que hablaba de Lupe. A demás del hecho que ella habló con su madre y con Francisco por teléfono tres veces en esa semana. Obligando a Juliana a conversar con su mamá, al menos diez minutos, cada vez.

Lo que era un gran sacrificio para Juliana o antes lo hubiese sido. Muchas veces estaba muy ocupada para preocuparse por algo más que ella misma, su empresa, sus diseños y de enviarles el dinero suficiente como para que ellos vivieran cómodamente. Pero aquello era algo que no necesitan en esta realidad, y aunque le alegraba que estuvieran bien, la pelinegra mentiría si dijera que no se sentía un poco desplazada y no necesitada.

Después de todo, darle todo lo que necesitaba a su mamá, era algo que la había motivado a ser exitosa.

Envidiaba un poco la relación de la castaña con su madre. Valentina hablaba más con Lupe, que, con su propio padre, lo cual era lógico, ya que ella nunca tuvo una buena relación con él, quería convertirla en algo que ella no era.

Y su madre parecía adorarla, el tono de Lupe cuando hablaba con Valentina por teléfono, siempre era cargado de admiración y cariño, y el de Panchito también.

Era desesperante.

Sobre todo, cuando la castaña era la culpable del tipo de vida que llevaban en este mundo. Juliana pudo darles todo y hasta más. La vida que llevaban en el mundo real era una prueba de ello.

El resto de la semana había sido la más horrible y tediosa de toda su vida.

Toda esa nueva vida era una terrible rutina, y cada día, Juliana despertaba más amargada que el día anterior. Por Dios, ¿Cómo la gente soportaba una vida así?, se preguntaba cada mañana. Hasta que al día siguiente encontró una botella de Whisky escondida en su trabajo y allí entendió como la idiota de este mundo paralelo sobrevivía a sus días.

El trabajo era un completo fracaso. Aunque el personal era amigable, y al parecer a la agencia le iba bastante bien. Juliana aun no entendida, ¿Cómo alguien podía estar satisfecho, con un trabajo que le fue asignado, solo por ser la cuñada de la jefa?

A demás, ella era una diseñadora, no una estilista, por Dios. Merecía más.

Y en su casa. En su casa todo era peor. Bueno Juliana estaba exagerando, tampoco era tan malo.

Algo que le asombraba de vivir con Valentina, era como ambas trabajaban en conjunto, y no solo eso, sino armoniosamente, como si cada una conociese ya la velocidad y anticipaba los movimientos de la otra. Ambas actuaban sincronizadas para realizar cada tarea, y cuando por fin chochaban, o se rozaban para agarrar algo, la castaña se estremecía y le sonreía. Como si ese fuera una especie de chiste privado.

Pero para Juliana no lo era, sentir como Valentina se estremecía bajo pequeños toques, solo le hacía sentir la necesidad de poseerla. Lo cual estaba fuera de todos los límites que se había impuesto sobre sí misma.

La pelinegra se encargó de sacar del auto el coche del pequeño Leo, y de armarlo. Ella observaba como Valentina salía de la puerta del auto y dejaba a Elena en el suelo, dándole un beso en los cabellos y luego cargaba el bebé para colocarlo en su coche, Juliana se maravillaba con la imagen, como todas las veces en el transcurso de la semana.

Juliantina (Mini Historias) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora