8. ¡Viva los novios!

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    Richard y yo subimos al taxi que habíamos pedido y estuvimos un buen rato sin decir nada hasta que rompió ese silencio para ponerme aún más incómoda.
- ¿Cómo fue en la despedida de Cecilia? ¿Lo pasasteis bien? Oí que le tenían preparada una sorpresa... - Richard hizo que me acordara del stripper y del secreto que me tenía que callar y que me oprimía por dentro.
- Sí, bien... bueno la novia lo pasó mejor que yo, claro. - revisé mi teléfono para hacer ver que estaba ocupada e intentar que Richard dejara de preguntarme cosas de la despedida.
- Mira, - dijo sacando algo del bolsillo de su pantalón - le pedí a Khira que me dijera de qué color era tu vestido y me he comprado una corbata a juego, así parecerá que somos una pareja de verdad. - sé que lo dijo como algo divertido pero a mí me pareció un comentario fuera de lugar. Yo ya estaba tensa por haber sacado el tema de la despedida y acordarme del stripper y del tío raro que estaba en todas partes pero Richard no hacía más que meter el dedo en la llaga.
- Richard por favor... si vas a estar así prefiero ir sola, ¿eh? - me quejé.
- Está bien, perdona... - Richard se colocó la corbata alrededor del cuello e intentaba hacerse un nudo decente mirándose por el espejo retrovisor. Me estaba poniendo nerviosa verlo maniobrar tanto para acertar con el nudo, así que decidí ayudarle.
- Anda trae. Es que no sé por qué no vienes del todo vestido de casa ya... - me giré hacia él y tomé los extremos de su corbata para podérsela atar. Olía tan bien... maldito seas...
- Estás muy guapa. - soltó de repente. Yo no le hice mucho caso y le di las gracias casi de forma automática. - Lo digo en serio, estás preciosa... - insistió. Había algo en su voz que me sacó de mi concentración, no eran solo las palabras, era cómo lo había dicho. Lo conocía lo suficiente como para saber cuándo decía algo por quedar bien y cuando lo decía porque lo sentía, y en ese momento tenía la certeza de que hablaba desde su alma.
- Vale, no sigas por ahí, ¿quieres?
- ¿Y ahora por qué te molestas? ¿No puedo decirte que estás guapa?
- Richard, déjalo. No estoy de humor, en serio. - justo en ese momento terminé el nudo, se lo ajusté bien al cuello con ganas de apretárselo aún más y me separé de él todo lo que el asiento del coche me permitía. Me pegué a la puerta para mirar por mi ventanilla, pero en realidad miraba el reflejo de Richard en ella, que me estudiaba en silencio como si calibrara decir algo más o no. Al final volvió la vista al frente y no dijo nada más hasta que llegamos al convite.

 Al final volvió la vista al frente y no dijo nada más hasta que llegamos al convite

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    Llegamos a la iglesia donde ya esperaban algunos invitados. La familia de Cecilia era muy creyente y aunque David también había sido educado en una familia cristiana, él no era muy devoto, así que supuse que lo hacía por Cecilia.
- Tengo que entrar un momento a colocar unos detalles que me ha pedido Cecilia. Enseguida vuelvo. - informé a Richard.
Cecilia quería que repartiera por los bancos de la iglesia unos folletos de unas oraciones en español para su familia, la ceremonia iba a ser en alemán y quería que al menos sus invitados pudieran rezar algo que entendieran.
Todos los invitados estaban fuera de la iglesia hablando entre ellos y esperando al último momento para entrar. Recorrí el pasillo solemnemente, siempre con el día de mi boda en la mente y los ojos húmedos en una mezcla de emoción y tristeza. Mis tacones resonaban entre las paredes y los altos techos haciéndome sentir pequeña. El olor a cera e incienso me hicieron sentir un poco más relajada. Empecé a colocar los papeles en los bancos donde iba la familia de la novia, desde el altar hacia la puerta, cuando no tardé en ser interrumpida.
- Hola Desrosiers. - hacía mucho que nadie me llamaba así.
- David... qué susto, pensé que estaba sola. ¿Estás nervioso? - por un instante se me pasó por la cabeza aprovechar que no había nadie más para contarle lo de la despedida, pensaba que merecía saberlo pero tampoco quería traicionar a Cecilia. No sabía qué hacer, me sentía muy mal por él.
- Ahora que estoy contigo a solas, sí... - su respuesta hizo que me pusiera tensa y dejara los papeles. Sabía que mi cara de sorpresa era más que evidente, pero intenté actuar como si no me hubiera dado cuenta.
- Es normal pasar nervios, ya verás como todo sale bien.
- Me gusta tu vestido... ese color siempre te ha favorecido. - aunque me incomodaban sus piropos, consideré que era una frase aceptable entre amigos.
- Gracias, tú también te ves muy bien. - lo dije por pura educación; a ver, era cierto que David siempre me había parecido muy guapo e iba arreglado, bien vestido... pero mis intenciones estaban lejos de cualquier flirteo.
- ...pero estarías aún más guapa sin vestido. - "Vale, hasta ahí podíamos llegar".
- Te estás pasando, David. Es una falta de respeto hacia mí y hacia Cecilia, tu futura mujer, ¿te acuerdas de ella? No sé qué te ha pasado pero tú antes no eras así...
- Me pasa que estoy desquiciado... siempre he estado enamorado de ti, ya lo sabes. He intentado olvidarte estando con Cecilia, pero cuando me acuesto con ella en quién pienso es en t...
- ¡Cállate! - le ordené. El eco de mi voz resonó en la iglesia vacía.
- Vamos... sé que en algún momento sentiste algo por mí, por pequeño que fuera. - David daba pequeños pasos hacia mí y yo retrocedía para mantener la distancia.
- Sabes que eso no es verdad, siempre te he visto como un amigo. Pero Cecilia te quiere de verdad... - pensé que quizás había descubierto su infidelidad que por eso estaba resentido pero pronto deduje que su actitud no tenía nada que ver con eso.
- Mentira. Estuve a punto de tenerte pero Richard siempre tenía que estropearlo y volver contigo. Y mira cómo habéis terminado... él no era para ti. Yo te habría tratado como una reina... ¡No! Como la diosa que eres... Escapémonos y te daré la vida que mereces.
- ¿Pero qué estás diciendo...? David te casas en unos minutos, ¿estás loco?
- Pídeme que no lo haga. Dímelo y no me casaré. - dijo muy serio. Tardé unos segundos en procesarlo hasta que reaccioné. Me alegré de no haberle contado lo del stripper, al final iba a resultar que eran el uno para el otro y que ambos se merecían lo que tenían.
- ¿Qué? Mira, si no te quieres casar no te cases, peo a mí no me metas en esto. - esquivé el banco con agilidad y me dirigí hacía la puerta de la iglesia, dejando al futuro novio debatiéndose entre salir corriendo o seguir con la farsa.

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