Después de vivir un sueño Irene regresa a Europa junto con su prometido Richard Kruspe. Una vez más debe iniciar una vida en un país nuevo y afrontar todos los cambios que le depara el futuro. Pero, ¿solo el futuro? A veces el pasado nos persigue pa...
Me quedé mirando la puerta cerrada en silencio. Como si esperara que en cualquier momento Richard fuera a volver a entrar y me abrazara. Como si esperara que volviera y me dijera que era una broma. Pero nada de aquello ocurrió. Cuando acepté que había hecho el ridículo más vergonzoso de mi vida me di cuenta de lo despreciable que había sido a ojos de Richard: intentando seducirlo aún sabiendo que él estaba empezando una nueva relación y a pesar de que teóricamente yo y Merlin íbamos a volverlo a intentar. Aquello no era propio de mí pero la mirada de Richard lo había dejado claro: no le gustaba la persona que tenía delante, me odiaba y jamás volvería a estar conmigo. Se había estado riendo de mí y ahora lo había perdido para siempre.
Sentí que las piernas me fallaban y me apoyé en el lavabo, viendo en el espejo como los ojos se me humedecían. Tenía ganas de gritar, de descargar mi ira e impotencia de alguna manera, pero cuando me di cuenta ya no podía hacer nada: había levantado mi puño descargándolo en el espejo haciendo que este se partiera dibujando una especie de telaraña con los cristales agrietados.
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Cuando aparté la manó se me había clavado un cristal pero no me dolía. Impresionaba ver aquél trozo de espejo clavado en mi mano con un hilo de sangre recorriéndome la muñeca, pero no sentía nada. Con decisión tiré del cristal y me lo arranqué; quizás así sentiría algo, algún tipo de dolor que fuera más intenso que el dolor que sentía por dentro, pero nada igualaba aquello. Mi herida empezó a sangrar con más fuerza manchando mi ropa y el suelo. Nada. No sentía nada. Solo quería llorar. Pensé que si me metía en la ducha con el grifo abierto, el agua ahogaría mi llanto y se llevaría la sangre que goteaba de mi mano. Abrí el grifo, me metí en la ducha completamente vestida y me senté en un rincón dejando que el agua me cayera encima. Mientras mi pelo y mi ropa se iban empapando me permití empezar a llorar a la vez que veía hilos de agua enrojecida arrastrándose por la ducha hasta terminar haciendo un remolino en del desagüe.
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No sé cuánto tiempo pasó, pero lo siguiente que recuerdo era el rostro de Richard sacudiéndome por los hombros y sin dejar de gritar. Creo que decía "¿Pero qué has hecho?", aunque quizás solo lo había imaginado.
Al parecer, al escuchar el ruido del agua Richard pensó que me iba a duchar y vino a traerme una toalla, pero como yo no contestaba, decidió entrar, encontrándome hecha un ovillo en la ducha y empapada con el agua completamente helada. Richard cerró el grifo y se agachó junto a mí. Enrolló mi mano herida con la toalla que me había traído y me ayudó a levantarme. Me acompañó al cuarto de invitados donde dormía Emma y me sentó en la cama. Puso a la niña en su cochecito con mucho cuidado de no despertarla y me llevó al hospital. Yo estaba totalmente ausente, me sentía mareada y entumecida por el frío, pero no decía nada y me limité a hacer todo lo que él me pedía: siéntate aquí, no te muevas, espérame aquí... yo le oía, pero no le escuchaba. Una vez me atendieron en urgencias, me dieron cinco puntos de sutura en la mano y me pusieron una vía con algún calmante. Me dejaron unas horas en observación y cuando se me empezaba a pasar el efecto del calmante vino una enfermera y me dijo que estaba bien y que ya me podía ir. Habían pasado muchas horas y Richard se habría ido a casa con Emma, pero me daba miedo volver por lo que me pudiera decir. "¿Pero que has hecho?" Sus palabras resonaban en mi mente una y otra vez. "No lo sé" me auto contestaba siempre. Atravesé el pasillo lo más lento que pude, no quería salir del hospital, no quería volver a casa. Las puertas automáticas que daban a la sala de espera se abrieron y allí lo vi: un hombre de mediana edad y de pelo negro como la noche cerrada sosteniendo con ternura un bebé en brazos que dormía plácidamente. En cuanto me vio dejó a la niña en su carrito, con mucho cuidado pero sin perder ni un segundo. Aunque yo ya caminaba hacia ellos, en cuanto tuvo las manos libres corrió hacia mí y me abrazó hasta casi dejarme sin aire. - No vuelvas a hacerme esto. Por favor. No sabes el susto que me has dado. - Sus brazos me apretaban con fuerza, y por un momento, antes de recordar lo que nos había llevado a esa situación, por un momento, me sentí amada, importante, necesaria en la vida de alguien. Él dejó de estrujarme para poderme mirar a la cara. - ¿Estás bien? - preguntó. Sus ojos estaban brillantes, estaba tan emocionado de verme que casi me pongo a llorar. Después de todo, yo le importaba. Aún era alguien para él. - Sí. - confirmé sin dar más explicaciones. Me sentía avergonzada por haberme dejado llevar de aquella manera y por haber montado semejante escena, sin embargo, por dentro seguía estando destrozada. Volvimos a casa de madrugada y en cuanto llegamos me ayudó a ponerme el pijama. Me acompañó al que había sido nuestro dormitorio, me hizo meterme en la cama y me arropó como a una cría. Se fue y al minuto volvió con un vaso de agua y unas pastillas. - Si por la noche te duele tómate esto o me despiertas, estaré aquí. - dijo dejándolo todo en la mesita de noche. Yo asentí obediente sin mostrar ninguna emoción. - Ahora voy a traer la cuna de Emma aquí y a limpiar el baño. Después vendré y espero que estés durmiendo ya. - me dio un beso en la cabeza y se fue. Me acordé del baño. Debía parecer una escena de una peli de terror, llena de sangre por todas partes. Intenté dormirme pero no pude, así que me di la vuelta para que cuando volviera Richard no me viera la cara y pensara que estaba dormida. Al cabo de un buen rato lo escuché entrar y se metió en la cama con cuidado supuestamente para no despertarme. Yo no me moví y prefería que pensara que efectivamente dormía. Estaba bastante sorprendida de lo dulce que estaba siendo conmigo pero cuando me abrazó por detrás me sentí la mujer más feliz del mundo. Sabía que él ya no me amaba, pero aún le importaba, y eso, tendría que ser suficiente para mí.
Al día siguiente desperté sola en la habitación, pensé que Richard y Emma estarían abajo así que bajé a desayunar algo. Richard le estaba dando de comer a Emma y le hacía el avión con la cuchara. ¿Por qué no había podido vivir esa escena antes? Esa era la familia que yo quería tener... - Buenos días, - Richard levantó la vista y sonrió al verme. - ¿has dormido bien? ¿Cómo te encuentras? - Bien, sí... he descansado bastante. - Me alegro, porque esta noche vamos a salir a cenar. - Uf... no, no me apetece nada, lo siento. - He estado hablando con Kaja, dice que va a salir con David a tomar algo y que estaría bien que nos vieran juntos, los dos solos... Nuestro plan de engañar a David seguía adelante y sabía que en algún momento tendríamos que fingir fuera de casa que volvíamos a ser una feliz pareja. - Estoy un poco harta de esto... ¿y si lo dejamos? - Ahora no podemos, intenta aguantar un poco más. Vamos, Khira se quedará con Emma. - Está bien, supongo que no queda otra...
Pasé el día en casa recuperándome un poco antes de salir. Richard se portó como un padrazo y estuvo todo el día pendiente de Emma, sabía que necesitaba tiempo para mí sola y descansar. Por la noche me vestí para salir a cenar con él. Me puse un vestido sencillo que hacía tiempo que no usaba ya que siempre llevaba ropa para la oficina. Noté que Richard me miraba mucho y pensé que no era apropiado para donde íbamos a ir. - ¿Voy bien así o es mejor que me ponga otra cosa? - No, no. Vas bien así, será algo informal. - Bien. - me encogí de hombros y dejé de darle vueltas a la ropa que había elegido. Al poco rato llegó Khira y nos fuimos al restaurante.