9. Out of service

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    La luz principal se apagó y se encendió una pequeña luz de emergencia. "Genial. Simplemente genial." pensé.
Richard apretó el botón de asistencia y a los pocos segundos una voz respondió y nos dijo que daban parte y que nos sacarían lo antes posible, que podía ser cuestión de minutos u horas, dependiendo de la gravedad de la avería. Fastidiada, suspiré y descrucé los brazos para girarme hacia el espejo y revisar mi maquillaje. Vi a Richard detrás mío, que me miraba intensamente. Le devolví la mirada a través del espejo, desafiante, y él se acercó a mí. Se pegó a mi espalda posando sus manos en mi cintura y empezó a darme unos besos suaves en el hombro derecho. Sabía que tenía que pararlo, pero me apetecía recordar viejos tiempos y me di cuenta de que en fondo, quería que me aplastara con su cuerpo contra aquél espejo... Ladeé la cabeza para dejarle vía libre por mi cuello y él no se lo pensó. Presionó un poco más su cuerpo contra el mío y apoyé las palmas de las manos en el cristal. El espejo se entelaba con el vaho de mi respiración, cada vez más agitada y acompasada con la suya. Me hizo girar sobre mí misma para tenerme de frente, rozó su nariz con la mía como si saboreara la tensión del momento y me besó apasionadamente. Ya no pude resistirlo más, sabía que hacía mal, pero en ese momento habría vendido mi alma al diablo para estar así con él solo una vez más.
La mano de Richard ya se había colado por la abertura de mi vestido acariciando mi muslo y cuando me di cuenta, mi ropa interior ya se deslizaba por mis piernas. "Demasiado tarde. No hay vuelta atrás". Elevó mi pierna hasta ajustársela a su cadera, no sé en qué momento se desabrochó el pantalón, pero yo ya estaba lista para recibirle. Sentía en la espalda el frío del espejo y a la vez como se enganchaba por el sudor de mi piel. Nunca lo había hecho de pie, pero pensé que no era tan difícil... de hecho no me iba a costar nada llegar al clímax. Sin embargo, cuando mejor estaba, Richard soltó mi pierna y me hizo dar media vuelta de nuevo. Después puso una mano en mi hombro para que doblara ligeramente la espalda y yo obedecí. Volví a apoyar las manos en el espejo y agaché la cabeza, me daba demasiada vergüenza verme y verle a él. Richard volvió a mi interior y primero siguió el ritmo que llevaba antes, después más rápido. Noté que su mano llegaba a mi nuca, después a mi barbilla, levantando mi rostro para que me viera al espejo. Pegó su rostro al mío sin dejar de moverse, hablándome al oído.
- Me gusta verte así... - susurró a la vez que una oleada de calor me avisaba de que estaba a punto de explotar. - Verte disfrutar...
"Oh Dios, no puedo... no puedo más..."
Como si hubiera leído mis pensamientos, su vaivén se volvió un poco más violento y yo sentí el orgasmo más placentero de mi vida. A penas me estaba recuperando, sentí que él también llegaba al suyo y los gemidos se convirtieron en largos suspiros.

    Cuando nos rescataron y consiguieron abrir las puertas del ascensor yo ya estaba recolocando los mechones de pelo que se habían soltado de mi peinado. Richard también se había acomodado la ropa y parecía que nada hubiera pasado. Salvo por el espejo. Que estaba hecho un asco.
Automáticamente me sentí culpable, me había divorciado por un motivo y aun así en cuanto él me volvía a hacer un poco de caso, parecía que yo perdía toda la dignidad que me quedaba. También pensé en Merlín, le tenía un profundo cariño y me constaba que él también sentía algo por mí, por eso aún me sentí peor con lo que había pasado hacía un momento.
Salimos por fin del ascensor y volvimos al banquete con el resto de los invitados. Comimos lo que pudimos ya que nos habíamos perdido la mitad de la cena y estaban a punto de presentar el pastel y abrir el baile. Yo no paraba de repetirme mentalmente que Richard era mi ex-marido, que estábamos divorciados y que había tomado una decisión demasiado importante como para volver atrás ahora. Mientras, él no paraba de hablarme y de mirarme de la forma más tierna posible, como hacía tiempo que no pasaba...
- ¿Bailas? - dijo poniéndose de pie en cuanto empezó a sonar un vals.
- No, gracias. - contesté secamente.
- Vamos, puedes comerte eso después. - insistió.
- No voy a bailar contigo, Richard. - dije mareando un trozo de pastel en el plato. Richard volvió a sentarse y arrastró la silla para estar un poco más cerca.
- ¿Por qué? Pensaba que estábamos bien...
- Estamos bien, pero estamos divorciados, y lo de antes no tendría que haber pasado.
- Así que es eso... - Richard se recostó en su silla y le hizo una señal a un camarero. - Ya tardaba en salirte el orgullo. Un wiskey por favor. - le dijo a éste en cuanto se acercó.
- ¿Perdona? No es orgullo, es sentido común.
- Y una mierda. Te ha encantado. - dijo sacando una cajetilla de tabaco del bolsillo.
- Solo ha sido un polvo. - sentí que me invadía un calor intenso al recordarlo y sabía que me estaba poniendo roja.
- Sí, el mejor polvo de tu vida. - masculló con el cigarrillo en la boca mientras lo encendía.

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