Capítulo 5

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Dolores se encontraba tranquila ayudando a su tía en la cocina, la cena ya casi estaba lista y sólo debían terminar algunas cosas. Vio entrar a su hermano, quien tenía una sonrisa medio extraña en el rostro.

—Hermanita de mi corazón, la más bella de todas, ¿sabías que eres mi favorita?

—Soy tu única hermana, Toñito no cuenta —rodó los ojos—. ¿Qué quieres?

—Ey, ¿por qué lo preguntas?

—Tal vez porque sólo hablas así cuando quieres algo —explicó Julieta mientras terminaba de picar unos vegetales.

—Lo que mi tía dijo.

—¡Eso es mentira! Yo soy un chico directo que no necesita hablar bonito para pedir algo —exclamó ofendido—. Aunque, ¿me podrías decir de que hablaban Mirabel y Ellie? —la de moño mostró una sonrisa de costado leve, negando con la cabeza; obviamente no le iba a decir exactamente lo que dijeron.

—Pues... que deberías bañarte porque andas apestando —la de mayor edad soltó una carcajada.

—Mija, no seas tan mala con Camilo.

El de cabello rizado sólo bufó molesto antes de salir de la cocina. Cómo se atrevía a decirle eso, ni siquiera le dijo la verdad y, tampoco olía tan mal, o eso quería creer.
Toda la cena se la pasó pensando de qué podrían haber hablado su prima y la pelinegra. Nada de lo que pensaba era probable, así que al terminar, agradeció por su comida, llevó su plato a la cocina y subió a su cuarto dispuesto a dormir.
Seguía ofendido por lo que su hermana había dicho, pero como él dice, "uno debe ser educado incluso cuando es molestado".
Así fue como en menos de lo que él hubiera querido, ya había amanecido.

—Mijito, ¿ya despertaste? —preguntó su madre, Pepa, entrando donde él se encontraba. El joven oyó las palabras de su madre sin embargo no respondió, quería seguir durmiendo.

—Te doy diez minutos para levantarte —la mujer sabía que el adolescente la escuchaba. La puerta del cuarto se cerró, al parecer su mamá se había ido, así que continuó con la cabeza en la almohada.
Cinco, nueve, catorce minutos pasaron desde que su progenitora había hablado, y al muchacho parecía no importarle nada más que su acogedora cama. Se escucharon pasos por el pasillo, muy seguramente era su mamá, enojada porque su hijo no hacía caso alguno.

—¡Camilo Madrigal, como no estés despierto! —gritó entrando a la habitación.
El chico estaba terminando de ponerse unas sandalias.

—¿Decías, mami?

La madrigal no tuvo más opción que ignorar lo que ella misma había dicho.

—El desayuno está listo, baja porque te estamos esperando —fueron sus últimas palabras antes de desaparecer de la vista del de rizos.

Otra vez se había salido con la suya, dormía vestido para ahorrarse la molestia en la mañana. ¿Ingenioso, no? Tal vez cuestionable pero quiénes somos para juzgar. Todo transcurrió normal en la mesa, nada interesante o que a él le resultara así.

Salió de Casita junto con el resto de su familia, la vida Madrigal no era fácil y conllevaba mucha responsabilidad, así que si terminaba sus pendientes antes mejor, tendría el resto del día para hacer lo que quisiera. Ayudó por algunas horas a distintas madres cansadas con sus bebés, ser "niñero" se le daba bastante bien.

—Buenas tardes, señora —habló una chica, se escuchaba burlona. Camilo que estaba con un infante, por poco y lo deja caer. Rápidamente volvió a su estado normal, Ellie no pudo venir en un peor momento.

—¿Qué haces aquí? —estaba avergonzado pero no podía dejar al pobre bebé a su suerte.

—Pues nada, quería saber cómo estabas, pero si quieres me voy —dijo dando media vuelta.

—N-no es eso, pero mírame.

—¿Qué tienes? —el chico la miró con obviedad, el pequeño comenzó a llorar.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó la bajita suavemente.

—No te preocupes, está bien —en realidad no, el bebé seguía llorando y el hecho de que el muchacho se hubiera transformado en la mamá de éste, no hacía efecto.

—Dámelo —soltó la fémina. El de rizos pasó al niño a los brazos de quien los acompañaba. La pelinegra meció al pequeño unos minutos hasta que su llanto cesó, pero para mala suerte de ambos, comenzó a llorar otra vez.

—¿Sabes qué? Mejor dejémoslo con su mamá —su intento de calmar al infante no sirvió y tampoco tenía tanta paciencia.

Juntos despertaron a una señora que estaba plácidamente dormida en un banco, ella tomó a su hijo y agradeció al Madrigal por el tiempo que cuidó a su bebé. Comenzaron a caminar sin saber exactamente a dónde irían.

—¿Cuántos niños cuidaste hoy?

—Hm, no lo sé, perdí la cuenta —sonaba exhausto.

—Hiciste un buen trabajo, Milo —animó la chica, alzando una de sus manos para que el otro la chocara, el joven la chocó con una sonrisa en su rostro. Continuaron hablando de lo que sea que les pasaba por la mente, ninguno de los dos paraba de hablar.

—Oye, ¿luego quieres venir a comer?

—Hm, yo, no lo sé.

No podía aceptar de una, necesitaba preguntarle a Teff si estaba bien que se quedaran un poco más.

—Vamos, di que sí —el de cabello rizado juntó sus palmas en forma de súplica mientras hacía ojitos. La joven no pudo resistirse, es decir, ¿quién lo haría?

—Bien, pero será rápido, luego me tendré que ir —el más alto rodeó el cuerpo de la adolescente en un abrazo, estrujándola más de lo debido—. Milo, me estás... —apenas podía hablar. Con ligera vergüenza, la soltó.

—Es la emoción, ya sabes, será la primera vez que entres a Casita.

Tenía razón. Creía que quizá estaba exagerando un poco, pero le parecía tierno de todos modos.
Luego de un rato, decidieron que era momento de ir, así que entre bromas y risas, ya estaban en la entrada del comedor.

—¡Hola, chicos! —saludó animada Teff, quien estaba sentada al lado de Mirabel.

Así que la pelirroja ni siquiera le había consultado, y ella que la tenía en cuenta.

—Gracias por avisar que nos íbamos más tarde. —habló sarcástica.

—Pero —no sabía con qué excusarse—, dile a Bell que deje de distraerme —la de gafas alzó una ceja confundida, no entendía exactamente por qué la culpaban—. Bueno, fue mi culpa, pero no tiene nada de malo quedarnos un poco más.

—Concuerdo con ella —apoyó el joven levantando su pulgar—. Muchas gracias, Teff.

—De nada, compadre —imitó la acción la de ojos miel.

La de cabello oscuro sólo optó por rodar sus ojos, a veces esos dos parecían estar en sintonía.

𝗧𝗛𝗜𝗦 𝗦𝗜𝗗𝗘 𝗢𝗙 𝗣𝗔𝗥𝗔𝗗𝗜𝗦𝗘 | 𝗖𝗮𝗺𝗶𝗹𝗼 𝗠𝗮𝗱𝗿𝗶𝗴𝗮𝗹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora