Capítulo 3

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Estaban ahí otra vez, en la entrada de Encanto, Teff estaba emocionada por ver qué cosas podían hacer allí.

Caminaron dentro hasta que pudieron ver a Mirabel jugando con los mismos pequeños de ayer.

—¡Bell! —gritó la de cabello rojizo tratando de captar la atención de la Madrigal.

La joven se giró en dirección a la voz y pudo ver paradas a sus dos nuevas amigas. Les dijo algo a los niños y estos se fueron dando saltitos.

—¡Buenos días, chicas! —se notaba animada— ¿Qué tal están?

—Muy bien, ¿y tú?

—Bien, Bien. Estaba jugando un poco con los niños. Vaya, sí que me aman —bromeó.

Ellie buscaba con sus ojos al chico de pelo rizado que había visto ayer, al parecer, no se encontraba en el pueblo. ¿Dónde podría estar? Teff y Mirabel comenzaron a hablar cómodamente mientras caminaban sin rumbo, dejando atrás a la pelinegra.

—Por cierto, ¿qué es eso de "Bell"?

—Oh, es un juego de palabras —rascó su nuca suavemente—. Tu nombre termina en "bel" y "bell" con doble ele, en inglés significa campana.

—¿Parezco una campana? —preguntó ofendida.

—Eh, no, no, claro que no, yo sólo- —la alta no sabía dónde meterse.

—Estoy jugando, Teff, no me molesta, considero que es lindo.

Mientras hablaban, se habían alejado lo suficiente de la más baja, y para cuando quiso darse cuenta, estaba completamente sola. Definitivamente iba a matar Teff en cuanto la viera, siguió buscando a su amiga con la mirada sin éxito alguno. De la nada, alguien tocó su hombro, haciendo que se sobresaltara.

—Hm, ¿hola? —la adolescente estaba confundida, no había escuchado esa voz.

¿Quién- —al darse la vuelta, lo vio, era el chico que había estado buscando: Camilo. No sabía qué decir, estaba congelada, desde cerca era muchísimo más lindo. Su cabello, sus ojos y sus pecas. "Dios mío, sus pecas", pensó.

—Ho-hola —respondió con timidez.

Qué rayos, Ellie, habla bien.

—¿Qué tal? Soy Camilo Madrigal —dijo con una sonrisa en su rostro.

Alguien tenía que ayudar a la pobre muchacha porque se desmayaba ahí mismo. No era buena al conversar, le costaba relacionarse por el hecho de ser tímida. Tampoco sabía cómo pero quería seguir hablando con él.

—Mi nombre es Ellie, un placer —inclinó su mano hacia delante para que el chico pudiera estrecharla.

—El placer es mío, bonita —tomando la mano de la fémina, dejó un beso en el dorso de ésta. La pelinegra se quedó atónita. ¿Le había besado la mano? En efecto, le había besado la mano.

—¿Por qué estás sola? ¿y tu amiga?

Cierto, había olvidado que debería estar con Teff ahora mismo.

—Hm, la perdí —balbuceó avergonzada. Cómo se supone que pierdes a tu amiga.

—¿No es la que viene por allí?

Rápidamente miró donde el joven señalaba, tal y como supuso, era Teff, su querida Teff.

—¡Ellie! —corrió aproximándose a la mencionada. Detrás de ella venían Mirabel y una de sus hermanas, Isabela.

—Mira, mira, ten —puso en la mano de su amiga una arepita— Son tan ricas como las de mi mamá, ¿verdad?

La baja acercó el alimento a su boca y le dio un bocado. Muy rico, la pelirroja tenía razón, eran como las de su mamá.

—¿Quién las hizo? —preguntó Ellie.

—Mi tía Julieta. —el muchacho se integró a la conversacion. ¿Qué te parecen?

—Son deliciosas. —con un poco de vergüenza, siguió comiendo hasta terminar.

—Claro que lo son, las hizo mi mami después de todo. —habló con orgullo la de lentes.

—Por cierto, mira, ella es Isabela, la hermana mayor de Bell. —la de ojos miel explicó.

—Oh, es un gusto, Isabela.

Isabela, una chica muy linda, con un vestido igual de lindo y cabello lacio con un poco de ondas que también era lindo. La pelinegra estaba sorprendida por la belleza que portaban todos ellos.

—El gusto es mío, Ellie —la joven le dio una rosa que había creado— Teff nos contó cómo llegaron aquí, es muy aventurera.

—Yo diría que es una de mis cualidades —dijo con gracia la de vestido celeste.

—Aún es temprano y nosotros no tenemos quehaceres, ¿les gustaría ir al río? —preguntó la del don de florecer plantas. La pelirroja no lo dudó ni un segundo, pero la de cabello oscuro seguía tímida gracias a la presencia del Madrigal.

—Yo sé que Ellie acepta —con una sonrisa en su rostro, entrelazó su brazo con el de su amiga. Y ahí estaban todos, a la orilla del río, uno al lado del otro.

—¿Cómo llegaron aquí? —preguntó curioso el joven.

—¿Mariposas?

Sonaba tonto, pero era la verdad después de todo.

—Es decir, seguimos a unas mariposas —se encogió de hombros, seguía siendo tonto.

—¿Te gustan las mariposas?

—Siento que el hecho de que deban transformarse desde ser un huevo, una orugita hasta por fin salir de su capullo y convertirse en lo que son, llega a ser un reto para ellas, pero aún así lo logran —comentó la muchacha—. Ademas, son animales libres, y muy lindos. De hecho, sabías que... —la pelinegra dejó de hablar de repente, estaba hablando de más otra vez.

—¿Qué sucede, señorita mariposa? Realmente no sé qué iba a decir y quiero saberlo.

Sus mejillas se tornaban color carmesí poco a poco.

—Pues... las mariposas que vi mientras veníamos hacia aquí tienen un significado. La amarilla puede representar el comienzo de un período de éxito y la azul, se asocia con la alegría, y que puede cumplir deseos.

— Increíble. Justamente como los dientes de león —añadió el chico. La joven asintió feliz.

—¿Te gustan?

—¿Qué cosa? —preguntó extrañado.

Una de dos, o era tonto, o se hacía. La de cabellos oscuros soltó una leve risa.

—Los dientes de león.

—Oh, sí, porque puedes pedir deseos con ellos. ¿A ti te gustan?

—Son mis favoritas —se podía notar una pequeña sonrisa en su rostro. El joven se levantó en dirección a su prima mayor, y le pidió algo.

—Ten, pide un deseo —le dio una pequeña flor al volver a su lado. La chica tímidamente aceptó y al tenerla consigo, la sopló, pidiendo algo en su mente.

—¿Qué pediste?

—Es un secreto —sus dedos índice y pulgar estaban juntos y los pasó por delante de su boca, en signo de que se mantendría callada.

—¿Algún día lo sabré?

—¿Deberías saberlo?

Ambos soltaron un pequeña risa por lo dicho por la fémina.

𝗧𝗛𝗜𝗦 𝗦𝗜𝗗𝗘 𝗢𝗙 𝗣𝗔𝗥𝗔𝗗𝗜𝗦𝗘 | 𝗖𝗮𝗺𝗶𝗹𝗼 𝗠𝗮𝗱𝗿𝗶𝗴𝗮𝗹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora