Capítulo 12

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—Ellie, ¿cómo te encuentras, mija? —saludó la tía del chico al verla.

—Oh, bien, bien, doña Julieta. ¿Y usted? ¿necesita algo?

—No quiero molestar pero sí. Lo que pasa es que no encuentro a Dolores, necesito saber si hay alguien que necesita de mi comida en algún lugar y no puede venir hasta aquí.

—Claro, ya mismo.

—Ah... llévate a Camilo que más que ayudarme está robando las arepas —confesó riendo de manera leve siguiendo con lo suyo.

El joven frunció su ceño haciéndose el desentendido, la adulta decía la verdad.

La de cabello oscuro tomó la mano del muchacho con pecas y empezaron a recorrer el pueblo en busca de alguna persona necesitando auxilio. También a la hermana del último mencionado ya que era requerida.

—¿Sabes dónde podría estar Dolores? — preguntó el más alto.

—Acabo de llegar hace nada, Milo...

El Madrigal se quedó en silencio unos segundos.

—Tienes razón.

Mientras seguían caminando, lograron encontrar a un pequeño que al parecer se había golpeado la rodilla al caer; tenía una raspadura y sus ojos estaban llorosos. Ellie intentó buscar rapidamente con la vista a quien se encargaba del infante, pero no tuvo éxito. Terminó por decirle al castaño que le llevara con Julieta, y él procedió a cargar con cuidado al chiquillo.

—Lodito —balbuceó el de corta edad, señalando hacia el suelo donde había un loro de felpa.

La de baja estatura tomó el peluche en sus manos y se lo entregó al pequeñito, haciendo que éste abrazara a su juguete.

[...]

—Eres bueno con los niños.

—¿Yo? Claro que no.

Habían logrado encontrar a Dolores luego de dejar al infante en manos de su madre, por supuesto, feliz y coleando al Julieta sanar su herida.

—No sé, siento que lo haces sin darte cuenta. Pienso que todos te adoran —la fémina habló, para luego mirar al de rizos con una leve sonrisa.

—¿Tú lo haces?

—Creo que es bastante obvio.

—También te adoro —el chico dejó un beso en la mejilla de la contraria.

La de ojos café se quedó callada un momento.

—A veces te pones muy... no sé, y tampoco sé cómo reaccionar.

—¿Muy qué?

—¿Cariñoso, lindo, tierno? Yo no puedo ser igual —bufó, se sentía molesta consigo misma.

—No te preocupes por eso, yo soy feliz contigo de todas maneras. La forma en que demuestres que me quieres no importa.

—Igual, voy a esforzarme para que puedes sentir lo que yo cuando me tratas así.

—¿Cómo ahora? —cuestionó, la baja hizo un movimiento con su cabeza asintiendo— Entonces, ¿quieres que me sonroje?

—¿Qué? —la muchacha llevó su diestra a uno de sus cachetes, estaba caliente y de un tono rojizo.

—Te ves bonita.

—Si sigues, explotaré.

—Te doy cinco minutos para que te recuperes, luego volveré a hacerlo —soltó para juntar rápidamente sus labios con los de la pelinegra, antes de mostrar una sonrisa divertida al separarse.

𝗧𝗛𝗜𝗦 𝗦𝗜𝗗𝗘 𝗢𝗙 𝗣𝗔𝗥𝗔𝗗𝗜𝗦𝗘 | 𝗖𝗮𝗺𝗶𝗹𝗼 𝗠𝗮𝗱𝗿𝗶𝗴𝗮𝗹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora