Capítulo 18

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—Entonces, ¿tienes algo que decir?

—Lo siento, Paquito...

—¿Y tú? —el castaño habló señalando al chico mencionado.

—Perdón, Clara. ¿Amigos?

—Amigos —aceptó feliz la mano que el otro le había tendido.

—¡Ya son amigos!

El resto que estaban esperando más alejados, aplaudieron emocionados.

—Dios mío, ya era hora —comentó Nacho.

—Tú cállate, quieres.

—Bueno, Paquito, no hace falta ponerse bravo.

El niño rodó los ojos, ignorando aquel comentario por parte de Ignacio.

—¡Chicos!

Una Mirabel agitada se encontraba corriendo hacia ellos.

—¿Por qué nadie me recordó que hoy era el cumpleaños de Teff? —cuestionó una vez que dejó de correr.

Todos se quedaron callados.

—¿Quién es Teff...? —preguntó Juan.

—Es nuestra amiga. Una chica alta y de pelo medio rojo, ¿sí la recuerdan? —respondió rápidamente la pelinegra.

—Oh, así que ella es Teff. Tenía cara de llamarse Carla.

—Cómo que Carla.

—Voy a comenzar a decirle así —dijo el Madrigal de ruana con diversión.

—Dejen de hablar —protestó de la lentes—. Tenemos que hacer aunque sea una fiesta pequeña.

—Mira tiene razón.

—Seríamos tres. Ellos podrían ayudarnos, ¿cierto? —sugirió Camilo, señalando a los más jóvenes.

—¿Quién dijo que queríamos ayudar? —uno de los niños preguntó.

—¡Nacho! —lo regañó Mía, dándole un zape— Claro que podemos ayudar, ¿verdad, chicos? —todos asintieron, el primer mencionado sólo bufó resignado.

—¡Gracias! Seguro que terminamos rápido.

Mirabel guió a todos a Casita ya que su novia estaba con Bruno conversando acerca de futuras novelas para sus ratas. Mantenerla ocupada era esencial.

El resto de la familia Madrigal también se había apuntado para ayudar con lo que hiciera falta. Julieta, Luisa y Pepa se ocuparon la comida, no debían hacer mucha ya que sería una fiesta más íntima. Isabela ayudaba a su hermana menor y a los demás con la decoración, colocando flores por aquí y por allá. Dolores se encargaría de avisar si es que la cumpleañera estaba cerca.

Luego de algunas horas, ya estaba todo listo. Varias de las decoraciones eran de un rojizo oscuro y una mezcla de tonos amarillentos. Un pastel hecho por Julieta estaba en medio de la gran mesa, con exactamente dieciséis velas.

Realmente habían terminado más rápido de lo que esperaban.

—¡Lo hicimos! —festejaron los menores, salvo Nacho, quien parecía estar cansado por alguna razón.

—Espero que le guste.

—Claro que le gustará, Mira. No te preocupes.

—Ahora vayan todos a sus casas a cambiarse. Por ayudar, están invitados —dijo feliz la de gafas.

𝗧𝗛𝗜𝗦 𝗦𝗜𝗗𝗘 𝗢𝗙 𝗣𝗔𝗥𝗔𝗗𝗜𝗦𝗘 | 𝗖𝗮𝗺𝗶𝗹𝗼 𝗠𝗮𝗱𝗿𝗶𝗴𝗮𝗹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora