Capítulo 15

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—¿Al final qué pasó? 

—¿Tú qué crees?

—¿Ya son pareja? —Mirabel alargó la última letra esperando una respuesta de parte de su primo.

—Sí...

La de cabello medio rizado tomó los hombros del chico y lo sacudió emocionada.

—¡Por fin! Se estaban tardando mucho.

—Gracias por ser la onceava persona en decirme eso.

—¿Quién comenzó?

—Dolores, le siguió Isabela y luego los demás.

—Supuse que serían ellas, sobre todo Isa, porque parecía muy ilusionada con el hecho de que Ellie y tú se hicieran novios.

—Eso era algo que no me esperaba.

—Da igual. Ahora dime, ¿cómo fue?

—Pues le pedí noviazgo.

—¿Pero cómo?

—Pidiéndoselo —contestó obvio.

—Qué chistoso eres.

—Es que no sé qué quieres que diga.

—¿Le dijiste cosas lindas? ¿Le diste algo?

—Sólo le pregunté si quería ser mi novia.

—Podías haberle regalado alguna cosa —reprochó.

—Ni siquiera pensé que lo haría.

—Bueno, ya. Espero que seas un buen novio.

—¿Por qué me dices eso? Claro que seré un muy buen novio.

La chica rodó sus ojos mientras se levantaba del suelo, tendiéndole la mano al castaño para que la agarrase.

—Si tú lo dices.

Ambos volvieron hacia el interior de Casita puesto que ya era hora de almorzar.

[...]

—¡Camilo!

La voz de Pepa sonaba enojada, quizá porque su hijo estaba huyendo sin hacer sus deberes.

—¡Camilo Madrigal, ven aquí! —gritó mientras corría detrás del menor.

El joven paró cuando, no muy lejos de él, vio a su novia; quien lo miraba con una ceja levantada.

Su mamá logró alcanzarlos y jaló de la oreja del castaño, provocando un sutil gemido de dolor en él.

—Lo siento, Ellie —la hermana del chico hizo presencia y se acercó a la fémina, posicionando una de sus manos sobre el hombro de la anterior nombrada—, Milo aún tiene cosas que hacer.

—Perdón por esto, este niño me saca de mis casillas —dijo la de vestido de tonos amarillentos y anaranjados, sonriendo levemente hacia la muchacha.

—No se preocupe, doña Pepa.

—Debería darte vergüenza —habló dirigiéndose al joven que vestía una ruana, este sólo se limitó a agachar la cabeza avergonzado.

—Perdón, má. ¿Podemos irnos?

—Claro que nos vamos. Despídete.

El adolescente bufó para sí mismo por lo humillado que se sentía y elevó la cabeza.

𝗧𝗛𝗜𝗦 𝗦𝗜𝗗𝗘 𝗢𝗙 𝗣𝗔𝗥𝗔𝗗𝗜𝗦𝗘 | 𝗖𝗮𝗺𝗶𝗹𝗼 𝗠𝗮𝗱𝗿𝗶𝗴𝗮𝗹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora