Capítulo 6

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Buñuelos y más buñuelos. Al parecer Camilo y Teff nunca sabían cuándo parar.
La de lentes estaba viendo con diversión a los dos chicos que seguían comiendo.

—¿Cuántos llevas? —cuestionó la de pelo corto.

—Creo que seis —respondió la más alta.

—Yo llevo siete, en tu cara.

El de rizos arrugó su nariz y mostró una sonrisa jocosa. La de melena rojiza no se quedó atrás, lo miró desafiante y comenzó a comer más rápido.

—¿Es en serio? —la pelinegra llevó su mano hacia su cara haciendo un "facepalm". Era en serio. Ninguno parecía querer perder en esa competencia de "quién come más". Ninguno quería ceder. Ninguno iba a ceder.

—Yo creo que ya fue mucho —la madre de Mirabel habló mientras sacaba el recipiente que contenía los panificados.

—¡Pero, tía! —ambos jóvenes se quejaron hablando con dificultad. Tenían comida que aún no digerían después de todo.

—No se habla con la boca llena —reprochó la mayor saliendo del comedor. Ya no podían hacer nada, sus preciados buñuelos habían sido arrebatados de sus manos y encima frente a sus caras, que era lo peor de todo.

—Comí once, gané.

—Si tú lo dices... —sacó dos buñuelos que tenía escondidos y los comió—. Once a doce, yo gané —la chica se mostraba triunfante mientras masticaba. El muchacho no hizo más que quejarse con la pelinegra y su prima mientras daba excusas tratando de invalidar esa victoria por parte de su "contrincante".

—¿Seguirás quejandote? —bufó la otra Madrigal cansada de los "lloriqueos" de su primo.

—Es que, hizo trampa, ¡Teff no debía ganar! —quien estaba a su lado, tapó su boca con una mano, sino el muchacho seguiría hablando.

—Déjalo, en un rato se le pasa.

Camilo miraba a la baja con ojos tristes, parecía que realmente no aceptaba su derrota.

—Tú siempre serás el número uno para mí —susurró, sin embargo el de rizos logró oírlo.

—Repítelo —había quitado la mano de la adversa con sutileza, pero sin soltarla. La chica lo miró extrañada, "¿cómo pudo escucharme?", fue lo único que pensó mientras la temperatura de sus mofletes aumentaba.

—Si-siempre serás el número uno para mí... —su voz iba haciéndose más inaudible.

—Es grato saberlo, bonita —besó el dorso de la mano de la fémina y esbozo una sonrisa.

Una de las otras dos adolescentes que presenciaban la escena hizo muecas de asco, por lo que su compañera le dio un pequeño manotazo en la nuca.

—¿Por qué me pegas? —se quejó. La de cabello corto no dijo nada y le tomó la mano sacándola de allí.

Ambos quedaron solos en la mesa, había un silencio en toda la habitación, más no era molesto.

—Y-yo —pronunció débilmente. Iba a decirle, debía decirle al castaño que era él en lo único que pensaba durante las noches y mientras escribía pequeñas frases en su libreta—, mejor olvídalo —no podía hacerlo, no podía correr el riesgo de ser rechazada.
El de ojos hazel le lanzó una mirada confundido, quería saber que tenía para decirle pero no iba a presionarla.

—Puedes decirme cuando te sientas segura —su voz era suave y calmada, por lo cual la chica se relajó.

—Tal vez, me adelanté un poco, te contaré luego —sus comisuras se elevaron levemente, aunque sólo duró apenas unos segundos.

—No te preocupes.

—El sol se está ocultando y debo volver, te veo mañana —comentó mientras se levantaba de su asiento—. Dile a tu tía que esta merienda fue una de las más ricas que tuve, y que su chocolate caliente es el mejor.

—Como tú digas —el joven llevó su diestra hacia la parte mas alta de su cabeza posando justo como un soldado. Ellie rió.

—Entonces, iré a buscar a Tefi, nos vemos.

El castaño vio como la chica salió de Casita y sus pies se dirigieron hacia ella, sujetó uno de sus hombros haciendo que esta se voltearla y la abrazó.

—¿Sabes? Te quiero, señorita mariposa —soltó y el agarre que él estaba ejerciendo se hizo más fuerte. La pelinegra se quedó en silencio, no sabía qué decir, era la primera vez que lo escuchó decir aquella frase y se sintió tan bien.

—También te quiero —respondió sintiendo su corazón latir más rápido que de costumbre. El muchacho se separó del abrazo y le dedicó una sonrisa.

—Pero miren a quiénes tenemos aquí —habló burlona la pelirroja mientras golpeaba sutilmente a la de lentes con su codo.

—Teff, cállate —la muchacha se separó por completo del chico y le dio una mirada amenzante a la que había hablado, iba matarla si seguía.

—Ya, no te enojes Ellie.

—Mejor vámonos. Adiós, Mira —comenzó a caminar lejos de donde estaban en dirección a la salida de Encanto.

—A veces es muy sensible —rodó los ojos al hablar y se retiró siguiendo a su mejor amiga.

Ambos adolescentes vieron como las otras dos terminaban de irse y uno de ellos habló.

—Podrías decirle a tu novia que no interrumpa —bufó cruzándose de brazos.

—¿Eh? No es mi novia —afirmó incrédulamente la de cabello corto.

—Uy, sí, mira que creíble suena.

—Cállate, yo no te estoy molestando con tu novia —recalcó el "tu" con la intención de molestar a su primo.

—¡Ellie no es mi novia!

—¿Dije que era Ellie?

—N-no pero, seguro te r-referías a ella —ignoró a su acompañante dándose la vuelta.

—Quién te viera, Milo.

—Déjame, ella no me gusta.

—¿Dije que te gustaba? —quería reírse por lo obvio que estaba siendo el joven.

—¡Ya! Le voy a decir a mi tía —se quejó mientras corría hacia Casita.

No era verdad que le gustaba, era linda. Pero, ¿gustarle? claro que no. No podía simplemente gustar de alguien por su físico, aunque Ellie no era mala persona. De hecho, era muy amable, aunque su timidez a veces impedía que lo mostrara haciéndola parecer seca, también tenía sentido del humor y su compañía lo hacía sentir a gusto. Tal vez, comenzaba a verla como algo más que sólo una amiga, pero aún era muy rápido para asegurarlo. Necesitaba conocerla más.

𝗧𝗛𝗜𝗦 𝗦𝗜𝗗𝗘 𝗢𝗙 𝗣𝗔𝗥𝗔𝗗𝗜𝗦𝗘 | 𝗖𝗮𝗺𝗶𝗹𝗼 𝗠𝗮𝗱𝗿𝗶𝗴𝗮𝗹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora