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Narrador Emilia

Me acababa de despertar y sin haber tomado desayuno, me dirigí rápidamente a la casa de los Madrigal. Para que Luisa no vaya a nuestro lugar de encuentro sin sentido, decidí ir a su casa y avisarle ahí mismo sobre la postergación de nuestra sesión de ejercicios, sin revelarle claramente el por qué.
"Creo que estoy llendo muy temprano...puede que incluso estén durmiendo" pensé mientras iba caminando rápido, hasta que me detuve en seco "espera espera ¿Que voy hacer cuando llegue? Hay DEMASIADAS personas en esa casa y que justo sea Luisa la que me abra la puerta sería un milagro" entre mis pensamientos, había llegado en frente de la gran casa Madrigal. Me quedé viéndola por un buen rato hasta que sentí la presencia de alguien al lado mío.

-Buenos días hija ¿Que hace por aquí?- dijo una voz gentil de mujer.

Giré hacia su lado asustado y me di cuenta que era la mamá de Mariano.

-Uh, hola señora buenos días... Yo eh, vengo a ver a alguien- dije tosiendo lo último dicho- ¿y usted?-.

-Oh pues, yo vengo a ver- en eso deja de observarme y fija su mirada hacia delante- ¡Dolores!- dijo feliz.

Miro a dolores en la entrada de la casita, acercándose a su futura suegra la abraza y le da un beso en la mejilla.

-Hola señora- luego se fija en mí- Y hola Emilia ¿A quién buscas?-.

-A tu prima-.

-Oh- sonrió- bueno la busco, espéreme un momento- le dijo a la señora.

En eso que esperábamos, la mamá de Mariano sin querer me contó que iba junto a Dolores a comprarle la torta a Mariano por su cumpleaños. Al parecer decidieron no decirle a  nadie para mantener en secreto la torta y poder guardarla por mientras en la casa de los Madrigal.
Cuando se creó un silencio entre las dos, observo la hora en mi reloj de pulsera y me doy cuenta que llevo diez minutos de retraso. Me comencé a poner nerviosa hasta que en eso llega Dolores y Luisa, quien me mira sorprendida.

-De verdad estás aquí-.

-Bueno nosotras nos vamos- dijo Dolores enganchada del brazo de su suegra alejándose de nosotras.

-¿Entonces? A qué se debe tu visita antes de la hora normal que nos vemos- dijo mientras se cruzaba de brazos y se apoyaba en el marco de la puerta.

-Pues ¡adivina!- me puse a su lado y me miró curiosa- comencé a trabajar-.

-Que bueno Emilia- me sonrió y luego revolvió mi pelo- Después del entrenamiento podemos celebrarlo mmm podríamos almorzar juntas afuera-.

-¡Ah suena muy bien!- le dije feliz para luego desanimarme-...Pero el problema es justo ese-.

-¿Cómo así?-.

-Es que mi trabajo termina a las seis de la tarde, no podremos vernos en las mañanas a lo menos por dos semanas- Me puse a limpiar el polvo inexistente en mi falda- y bueno... Por eso venía temprano, para que no fueras a nuestro encuentro por nada-.

Luisa se quedó callada mirando el gesto que hacía con mi falda hasta que escucho un sonido de sorpresa por su parte.

-¡ESPERA! ¿A QUÉ HORA TIENES QUE ESTAR ALLÁ?- gritó.

-Eh ah pues como hace unos 12 minutos más o menos- dije tratando de ver mi reloj hasta que Luisa agarra mi muñeca y se acerca a mi casa.

-¿Y qué esperas? ¡Anda!- agarró mis hombros y me hizo girar- No te preocupes, entiendo y será mejor no llegues tarde a tu primer día- dijo para luego empujarme levemente hacia adelante.

¡Voy a por tí, Luisa Madrigal! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora