4. Estragos en la piel.

96 21 2
                                    

Las segundas intenciones que afloran bajo la piel de Yeosang se hacen evidentes, son como protuberancias que sobresalen, asquerosas y malolientes, pero las únicas con las que vive a corto plazo.  Vivir de manera seductora es casi un lema implícito para él, y lo aplica con tanta constancia que, si alguien se queda pegado a sus actos sucios lo aprovecha al cien por ciento.

El modelo con el que había pasado la tarde le había dejado loco, tenía el tacto, la suavidad y los labios perfectos. Sin embargo, también estaba buscando trabajar y llenar sus bolsillos de dinero. Tener algo de sexo con alguno que otro interesado estaba bien, pero había abusado bastante en este último tiempo de sus dotes con el pincel. Parar no podía, pero podría intentar un equilibrio; y Seonghwa estaba inmaculado para sus pruebas.

Esta vez se esmeró, era habitual que preparara el taller para recibir a los modelos con cortesía y buen ambiente. Poner bocadillos y bebidas, aunque nadie consumiera, generaba en la gente una sensación amigable que necesitaba para que permanezcan largas horas a su disposición. Yeosang no era un ogro a pesar de que su cabeza estaba llena de tintes negros, sabía cómo tratar a la gente cuando se lo proponía. Tuvo la consideración de pensar en todo: por lo poco que había visto de Seonghwa, tratarlo como un niño era la mejor opción, no así como estúpido, sino tocar la fibra sensible, esa con la que seguro se sentiría mucho más cómodo. La única arma secreta que tenía era su perro Monnie. Sabía que con él de por medio lograría que su lienzo se relajara.

— ¡¿Por qué este perro es tan bonito?!

Seonghwa estaba encantado con la mascota; y Yeosang estaba sorprendido de ver al perro tan simpático con un extraño, no se trataba de un animal agresivo, era un poco asustadizo y tímido, si se quiere, pero estaba mostrando una cara oculta. Al final concluyó en que traerlo fue lo mejor, o al menos dentro de los primeros diez minutos, porque luego comenzó a ser una distracción incontrolable.

— Le agradas.

— Parece que si— sonreía.

— Bueno, Seonghwa. Si no te molesta, me gustaría que empecemos a pintar.

— ¿Ahora? — se puso de pie y entrelazó la manos. Estaba pasándola muy bien con el canino, y ahora los nervios le atacaban. Kang asintió y le hizo señas.

— Ve al vestidor ahí, sácate toda la ropa y envuélvete en la bata —con un aplauso hizo que Park se exaltara, pero sirvió para que le hiciera caso, le recordaba a Monnie cuando le ordenaba ir a dormir.

Seonghwa estaba nervioso, la idea de desnudarse seguía siendo problemática, pero estaba allí por una causa que era importante. Al entrar al cuarto se encontró con un espejo que le tomaba el cuerpo completo, no pudo soportar verse, así que cerró los ojos y con lentitud empezó a sacarse esa camisa negra de mangas largas, mientras que con los pies se sacaba las zapatillas sin desatar los cordones. Una brisa le acarició la espalda, se sintió espantado y abrió los ojos pensando que alguien había entrado allí con él, pero al observar en todas direcciones no encontró a nadie, lo que si había era en el techo un pequeño turbo para la ventilación que se encendía de momentos para la circulación.

Contrario a lo que hizo con las zapatillas, dobló la ropa con amor y paciencia, solo para perder algo de tiempo antes de animarse a salir. Estaba en ropa interior, y aunque la premisa de que la bata iba a cubrirlo hasta llegar a la banqueta era fuerte, temía por lo que vendría después. Guardó cada prenda en la mochila con la que había llegado, y luego se puso una bata negra que acarició sus hombros con excelencia, olía bien y se sentía cómoda. Inhaló una vez y contó mentalmente hasta cinco, se anudó bien la prenda y abrió la cortina tan lento que los enganches arañaron el pasador.

Tanto Yeosang como el perro observaron a esa dirección, hicieron que se sienta aun más tímido, pero que sonriera en respuesta. Lo vieron sentarse en la banqueta, cada movimiento parecía ensayado, y eso a Kang le estaba sacando un poco de quicio; perturbar a un artista en su plena hora de inspiración no es para nada bueno. Por eso se tomó el atrevimiento de agarrar el nudo de la bata y tirar de él para deshacerle, fue brusco, hizo temblar hasta la banqueta, pero pudo ver lo que quería: el torso, las piernas, los hombros; todo brillaba y olía a lienzo nuevo. Su entusiasmo no le permitió ver lo que realmente sucedía, y cuando lo hizo era muy tarde. Los diez minutos con el perro habían sido en vano tras ese movimiento tan apresurado.

La Pincelada Perfecta [SeongSang][COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora