14. Negro.

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Su cuerpo llegó a tensarse tanto que en lugar de transformar el momento en algo por demás incómodo e inapropiado solo los guió mutuamente a alcanzar la cumbre del placer, dejando a la pareja de novios rendidos uno de cada lado de esa estrecha cama, con los muslos pegados, recobrando el aliento. HongJoong se levantó primero y comenzó a vestirse como si de pronto la prisa le estuviera llamando. Seonghwa, preocupado y un poco temeroso, se ayudó con los codos hasta sentarse con la espalda pegada en la pared, observando en silencio las acciones delante de él. No había nada fuera de lo normal, su novio parecía seguir las mismas costumbres, subir el cierre del pantalón primero y luego abotonarse, poner su pie dentro del zapato izquierdo primero y atarlo y luego seguir con el otro; empezar a abotonar su camisa desde la base y terminar en el cuello.

—Debo irme, amor...—sonrió con ternura.

—Bueno.

En otro momento le hubiese rogado que se quedara solo para pasar tiempo en la cama recibiendo caricias en su espalda desnuda y algunos besos en la frente, pero en este momento parecía sentirse aliviado de verlo partir, no solo porque se sentía mal, sino porque temía que cada vez que HongJoong abría la boca para decir algo fuera a interrogarle por qué dijo el nombre de otro en las puertas del clímax. Sin embargo, al ver que nada sucedía se convenció de haber desvariado un poco, quizás su imaginación. A simple vista Seonghwa se había salido con la suya, pudo satisfacer su frustración sexual y su novio no se inmutó sobre nada y cuando estuvo solo, aun desnudo y sonrojado, tomó su teléfono y marcó al pintor. No sabía qué esperaba escuchar o qué buscaba precipitándose de ese modo, pero solo sabía que necesitaba hacerlo.

—Hola...

—Yeo, necesito que nos veamos, necesito... —hizo una pausa y tragó sus lágrimas.

—¿Qué tienes?

—Lo tengo todo... —suspiró y peinó su cabello con los dedos—Y aun así no entiendo porqué me pasa esto...

—¿El taller o mi casa?

—No me importa, solo quiero estar contigo...

Yeosang acudió como un relámpago, Seonghwa sintió que solo hizo un parpadeo y cuando abrió los ojos tenía a ese hombre enfrente preocupado por su condición, ofreciéndole una barra de chocolate como si fuera un niño perdido y ciertamente lo era, pero no del modo en el que le gustaría. Era la primera vez que pisaba ese departamento, la primera vez que se sentaba en esa silla o bebía del vaso de cristal. No había dicho una sola palabra desde que llegaron y Yeosang no sabía qué más hacer para ayudar, así que solo se limitaba a guardar silencio y aportar algo de ese modo.

Las cosas no fueron diferentes cuando Seonghwa se decidió a hablar, fue Yeosang quien guardó silencio, ya que, de todas las cosas que esperaba oír, la confesión de lo que había pasado era  menos contemplada. Se sintió en parte halagado, aquellas palabras lograron tocar y recargar su ego muy rápido, pero a su vez, se sintió triste al no poder evitar pensar en HongJoong como San. Parecía que su rostro le decía a Seonghwa que era un bastardo sin sentimientos y un descarado y poco moralista al disfrutarlo, pero él era el menos indicado para juzgar, así que solo se limitó a abrazarlo y darle la contención que necesitaba. Era una de las primeras veces que veía llorar a Seonghwa y también era una de las primeras veces en las que se sentía desahuciado por no poder intervenir. La tarde comenzó a instalarse y la posición comenzaba a hacerse incómoda, así que Yeosang se puso de pie y le extendió la mano con maravillosos planes que a él le solían funcionar.

—Vamos a caminar un poco—sonrió. 

—¿Cómo puedes pensar en pasear? Acabo de tener sexo con mi novio pensando en ti... —estaba molesto, acusándolo como si fuera el culpable de sus decisiones tan erráticas. Yeosang frunció el ceño y rodó los ojos, se alejó lentamente a la cocina mientras hablaba.

La Pincelada Perfecta [SeongSang][COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora