23. Cerdas endurecidas.

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El insomnio lo atacó con severidad la noche anterior, se la pasó moviéndose de un lado hacia el otro armando el mejor monólogo para estar en presencia de Seonghwa. En todos creía sonar un poco más tonto de lo que era, en todos se quedaba corto o exponía demasiado de sus pensamientos egoístas. Él quería expresar lo mal que se sentía por esta distancia y el claro inconveniente en el que se había metido. Quería decir que ya no sería ese hombre que lastimó a varias personas ni ese que no logra ver más allá de su nariz... él quería ser capaz de decir todo eso sin cortar la libertad de su ex pareja al momento de enfrentar esa dura realidad que hasta el momento desconoce. No estaba muy convencido de si sería capaz de hacerlo bien, pero si estaba seguro de querer que algunos términos de esta agonía sean más suaves.

Antes del amanecer se levantó a recargar el bebedero de Monnie por algún motivo y lo despertó en el proceso. Casi le hizo creer que irían de paseo a las cuatro de la mañana y en pijamas. Tuvo que explicarle que incluso faltaba más tiempo del que imaginaba para hacer esa salida importante. El perro lo comprendió muy rápido ya que no se había despertado por esas ansias y quizás las palabras que escuchó eran de su amo para su amo. Cuando el sol salió y llegó a su taller de pintura las cosas no se relajaron, ni siquiera pudo quedarse quieto y ordenar el lugar, abrir un poco las ventanas o preparar el sitio dónde imaginaba que iba a hablar. Acomodó cada lápiz de dibujo uno al lado del otro de acuerdo a su dureza, también sacó del cajón algunas hojas sueltas que ubicó aleatoriamente sobre la mesa. Buscaba crear un sitio agradable para él a pesar de no haber sido capaz de usar bien esos elementos en todos estos meses.

En el baño del estudio se peinó el cabello frente al espejo, notando casi al instante que estaba un poco más largo y que sus ojeras estaban más presentes. El pánico por su aspecto no tardó en hacerle sudar las manos ya que sabía que no tenía tiempo de arreglar tantas noches de insomnio en una hora. Llegó a conformarse con lo que veía, pensando que Seonghwa no venía a él por su belleza y que su atuendo no le aseguraba más que presencia. Monnie estaba acostado en los sillones del frente con el hocico sobre la parte más mullida y cómoda, observaba atento a la gente que iba por la vereda y dormitar otro poco cuándo se aburrían. Parecía que también se encontraba esperando a Seonghwa, pero más en paz que su dueño. La hora pactada se hizo esperar, la media tarde llegó con retrasos, excepto por la comida de la mascota que fue muy puntual sobre el medio día.

Yeosang estaba impaciente, iba y venía, desacomodaba los lápices y los intercambiaba por otros, rayaba las hojas blancas con garabatos sin sentido y se echaba de piernas abiertas en la silla con la cabeza estirada hacia atrás. Cualquier ruido proveniente de afuera era Park, los ladridos del perro también lo eran, solo se ilusionaba gratuitamente cada dos por tres. En el último período, cuándo el reloj al fin llegó a la hora pactada se fue a sentar al lado de su perro con la esperanza de no estar tan inquieto y terminar arruinado el orden que tenía en la parte de atrás del taller.  El timbre sonó asustando, Monnie comenzó a ladrar hacia la puerta y él observó casi ciego, se puso de pie y abrió solo para comprobar que era un joven muchacho que preguntaba si ahí daban clases de dibujo.

— Próximamente... — se animó a decir, casi confirmando sus planes de conseguir dinero de algún modo—. Espera, te daré mi tarjeta— Se alejó de la puerta para ir tras el mostrador y buscar su vieja tarjeta de presentación que lo acredita como un artista. Volvió hasta el chico y entonces Moonie lo empujó en un salvaje trote que buscaba llegar cuanto antes a su objetivo —¡¿Adónde vas?! — gritó eufórico. Vio al chico darle vía libre y salió por completo del taller hacia la vereda, allí vio a su perro moviendo la cola entusiasmado mientras Seonghwa lo acariciaba— Ten... — dijo con la vista perdida a la escena que se llevaba a cabo unos metros más adelante— Llámame mañana...

— Gracias, señor.

El chico se fue y Yeosang se quedó parado, Moonie venía corriendo hacia él cabeceando un poco hacia atrás para mostrarle lo que había encontrado, mientras que Seonghwa caminaba con algo parecido a una sonrisa sin levantar la vista del animal. No pensó que sería de este modo, por un segundo olvidó cómo mover las piernas y estas temblaban clamando que algo externo soportara todo el peso del torso.

La Pincelada Perfecta [SeongSang][COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora