22. Sin tinta.

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Cuando el tiempo se les fue de las manos y no fueron capaces de alcanzar alguna parte para poder seguir adelante se quedaron arrodillados viéndolo pasar. Para uno parecía más fácil que para el otro; eran experiencias diferentes, percepciones y aspiraciones, pero, aun así, tenían algo en común: la decadencia de sus personas. Yeosang lo seguía intentando días tras días, hizo treinta bocetos en un mes, eso era absolutamente nada para él, los rompió a todos, dejando que Moonie juegue con ellos en una esquina del cuarto mientras él se agarraba la cabeza incapaz de volcar las ideas en el papel.

Las cosas iban de mal en peor, todo a lo que le había dado pausa para intentar retomar el control de sus emociones, hoy tocaban a su puerta como malas noticias. No pudo enviar trabajos en tiempo y forma para su galerista, ni siquiera pudo salvar una pequeñísima muestra con ninguna de sus vagas ideas poco innovadoras. El hombre terminó por cerrarle las puertas hasta que decidiera comprometerse con su profesión. Se sentía muy frustrado, odiaba sentir que había perdido su inspiración y no era capaz de recuperar ni siquiera aquella chispa del pasado, la que lo hacía pintar cuerpos con buenos diseños y plasmar a futuro en su cuaderno; literalmente Yeosang era un lienzo en blanco con pinceles sin cerdas y aerógrafos sin tinta. Miraba las fotografías de San y Seonghwa, sin dudas esas piezas habían marcado un antes y un después en su vida artística y con sus miserables bocetos no estaba ni cerca de igualarlos.

Las obras que tenía guardadas comenzaban a desaparecer muy rápido, el poco dinero lo estaba empujando a encontrar algo que vender para poder pagar sus cuentas. Era un desastre por donde lo mirase, ya casi no podía sostener el alquiler de su taller de pintura y estaba al borde del abismo, lo único que lo mantenía en pie era saber que una vida dependía pura y exclusivamente de él. Muchas veces soñó con llamar a Seonghwa de nuevo, marcó en varias oportunidades, pero nunca fue lo suficientemente valiente como para realizar la llamada, conforme los días pasaban, más alejado de su sueño se encontraba.

Ese chico fue su elixir, aprender a seguir sin él era algo que le causaba cierto miedo. Él actuó mal, pero, en el fondo de su tintero sabía que fue real, Yeosang estaba enamorado y lo estaría por mucho tiempo a pesar de todo, nunca en su vida había logrado pinceladas tan perfectas, nunca en su vida había logrado pinceladas desde el fondo de su corazón. Se avecinan tiempos económicos mucho más difíciles de los que imaginaba, si no lograba levantarse de esta situación podría perderlo todo. Sus ideas prácticas eran pocas, en algunos momentos creyó que podría dar clases de pintura y dibujo y otras solo pensaba que podría encontrar de nuevo esa chispa que lo hacía vibrar y en consecuencia volver a idear, pero las cosas no llegaban solas.

Una tarde solo estalló en el parque, eran esos días en los que Moonie salía a pasear y él se quedaba en ese mismo banco donde todo terminó, dibujaba a la gente pasar, retratando algo en sus prendas que lograra llamar más la atención. Zapatos Gucci, peinados de pasarela y joyería del ámbito de los reyes, todo era dibujado dándole forma a un personaje cualquiera. Borró lazos unas dos veces y mientras lo hacía su teléfono vibraba en su bolsillo, dejó todo a un lado y lo observó, era Seonghwa quién llamaba, pero cuando aceptó este cortó. Se apresuró tanto en volver a marcar que sus dedos le temblaban, ahora solo podía dar con la casilla de mensajes predeterminada. Estuvo varios minutos intentando contactarse, pero no pudo, cuando se dio cuenta de su alrededor notó que la luz natural se había ido un poco y su perro no estaba por las cercanías.

— ¡Moonie! ¡Moonie! — juntó todas sus cosas, las puso en su bolso y tomó la correa del perro, sus ojos se desesperaban de un lado al otro en busca de algo blanco, sabía que él no podía haberse ido demasiado lejos porque nunca lo hacía, no era ese tipo de mascota que adora esconderse y se presta a cariños con gente que no conoce—¡Moonie!

Yeosang buscó a su perro por unos diez largos minutos que terminaron por estrujar todo su corazón, le dolía el pecho y la cabeza, estaba abrumado por esa llamada y porque su perro se escapó, no entendía muy bien porqué si siempre que salen de paseo no se aleja más que unos pocos metros. Comenzó a preguntarle a varias personas en toda la plaza, nadie había visto un perro blanco por ningún lado, excepto una jovencita a unas tres cuadras de allí. Cuando la vio con su perro se sintió iluminado, llegó hasta ella corriendo y llamó a su perro.

La Pincelada Perfecta [SeongSang][COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora