• | Capítulo XX | •

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El aire chocaba contra su rostro, abría lentamente los ojos, encontrando un cielo azul, se sentó sintiendo el césped y se encontraba rodeada de lavandas, Jason se acercaba a ella extendiendo su mano para ayudarla a levantarse.

—¿En donde estamos? — preguntó mientras se levantaba y miraba a su alrededor buscando a Andrew.

—En lugar donde todos descansan — sonrió.

—¿Es el cielo?

—No hay un cielo ni un infierno, solo es nuestro lugar, donde debemos permanecer. — los ladridos se escucharon, Almond venía corriendo hasta ella, brincando al verla ahí.

—Almond ¡Estás aquí! — se hincó para abrazarlo, sin que pudiera evitarlo comenzó a llorar.

—Te extrañó demasiado — dijo la voz tras ella, se giró ante aquella voz familiar.

—¡Papá! — se abalanzó sobre él, sintiendo por fin ese abrazo tan real.

—Aquí estoy, siempre he estado aquí. Me alegro tanto de verte hija, pero no te esperaba tan pronto. — dando un beso en su frente.

—¿Donde está Andrew? — preguntó buscándolo con la mirada.

—Sabes en donde encontrarlo — respondió Liam, quien mantenía las manos en su espalda. Giró su cabeza, mostrandole el camino que debía seguir, soltó a su padre caminando en la dirección que le había indicado. Corrió tanto como pudo, encontrando ese árbol tan familiar, la enorme jacarandá rodeada de lavandas, respiró profundo, conforme se acercaba podía divisar a aquel hermoso chico de ojos grises, sentado al pie del árbol leyendo.
La sombra de Iris lo cubrió, alzó la mirada, cerrando el libro para dejándolo a un lado y poder levantarse, sacudió sus pantalones.

—Iris...

—Andrew...

Se acercó a ella, tomando sus mejillas, mirándose fijamente con una sonrisa, la abrazó con todas sus fuerzas.

—Estás aquí mi amor.

—Estaremos juntos, como lo prometí. Sin importar lo que pase.

—Permaneceré toda la eternidad a tu lado, cumplí mi condena y soy libre ahora, para amarte toda mi existencia. — bajó su rostro, mirando los labios de ella, besándola sin temor, sin miedo a perderla, sin preocupaciones.

Al fin ambos podían estar juntos, tranquilos, sin ese peso que llevó en su conciencia. Andrew había cumplido su condena, y por el acto de amor hacia Iris fue liberado para al fin tener paz junto a ella.

Aquella habitación donde tantas noches durmiendo juntos estaba vacía, las fotos, los libros, su ropa yacía en cajas en el ático, los muebles cubiertos con sábanas blancas. La casa permanecía en completo silencio, parecía completamente deshabitada, alguna vez esa casa permaneció llena de vida, pero ahora no quedaban más que recuerdos en cada rincón.

—Ya están juntos, ya no estas más solo cariño. Cuida de nuestra hija, sigue protegiéndola Almond. — sonrió inclinándose a dejar un ramo de rosas blancas, dejando caer sus lágrimas sobre la lápida Iris que estaba junto a la de su padre.
Detrás de ella llegaba Alexander con flores que dejó junto a las rosas blancas, Amber abrazaba a la señora Clearwater, y aunque intentaba inyectarle fortaleza, no podía ver sin llorar la sepultura de su mejor amiga, con la que se sentó a comer el primer día de clases en la universidad. Mientras George mantenía una mano sobre el hombro de Alexander en muestra de apoyo y dándole el último adiós a su amiga.

—Te amo, mi hermosa hija.

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• 𝑻𝒉𝒆 𝑲𝒊𝒔𝒔 𝑶𝒇 𝑻𝒉𝒆 𝑫𝒆𝒂𝒕𝒉 •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora