XII. Abriendo los ojos a esa realidad

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Jimin palmea la cabeza del caballo. Su caballo que fue traído al palacio imperial sin razón aparente. Intentó hablar con Namjoon hoy, pero el consejero lo pasó de largo sin permitirlo ni siquiera saludarlo. No muy diferente a otros días que han pasado, donde las charlas son imposibles, por no decir que son nulas. Muerde sus labios y baja un poco la cabeza.

Ni siquiera le dice por qué se comporta así. No obtiene nada de él ¿Hizo algo mal? ¿Es por no haber salido de casa? Sea cual sea la razón, lo llena de incertidumbre y lo asfixia estar aquí cuando sucede. Sube a su caballo con ayuda del trabajador de la caballeriza e inicia marcha sin decirle a nadie. Sin darse cuenta de que una larga cinta de tela se amarra a la silla de montar.

Jimin se dirige al rio. Nadie se molesta en seguirlo, en preguntarse a donde se dirige el hasta ahora desaparecido kisaeng del emperador. Jimin deja al caballo suelto, sin preocuparse pues ella volverá sola cuando la llame. Se quita los zapatos y los deja en una roca bastante lejana, sintiendo parte de pasto, tierra y piedras filosas en sus pies a medida que anda.

El río está más fuerte hoy. Salpica y moja todo a su alrededor. Jimin toma asiento no muy lejos de la orilla. Soo surge y se va a lanzar al agua, esperando que Jimin haga lo mismo parra jugar.

— ¿Qué tienes?

—AY HIJO DE...

El kisaeng azul queda con una mano en el pecho. Que maldito susto le acaba de dar Hoseok. El kisaeng de cabello negro se ríe, sentándose junto a Jimin que sana el corte que se hizo en la mano por accidente. Mira mal a su compañero.

— ¿Qué haces aquí? Se supone que deberías estar en el palacio.

—Tú también, pero me aburro como ostra y te vi saliendo, así que me amarré al caballo—responde simple. Jimin frunce las cejas. La verdad, no tiene muy claro que tanto puede hacer Hoseok. No creyó que pudiera hacerse tela. Asume que así se pudo agarrar a su caballo—. Y te ves triste así que pregunté.

—No es nada importante.

—Mentiroso.

— ¿Qué otra cosa es un kisaeng Hoseok?

—Bueno, sí, pero ese no es el punto—refunfuña Hoseok como niño regañado—. Es que... ¿Usted y el señor Namjoon están peleados o algo así?

—No lo sé—Jimin balancea los pies—. Quizá ya no me quiere...

Hoseok arruga la cara. De todas las posibilidades, esa es la más absurda e improbable. Jimin se mantiene en silencio un rato, haciendo burbujas de agua que flotan alrededor. Una más se forma a cada que sus pies pequeños suben y bajan. Hoseok permite que Sookie vaya a jugar con Soo, pues la dragona de agua parecía estresada de no conseguir distraer a su usuario.

—He estado observando a los tres nuevos aliados que tenemos. Hasta el momento, todos son genuinos en sus intenciones. —comenta Jimin.

— ¡YUUUJU! ¡FINALMENTE ALGO DE SUERTE! —exclama Hoseok emocionado. Salta de su lugar y Jimin continua igual de meditabundo.

—Lord Yugyeom tiene una niña enferma. Por lo poco que he podido ver... ella ni siquiera puede levantarse de la cama a veces. Pierde el aire, duerme muchísimo... Su esperanza de vida es menor a dos años.

Hoseok baja las manos y aprieta la mandíbula. Que forma tan horrible de cortarle la emoción por el suceso. Toma asiento junto a Jimin, intentando con todas sus fuerzas leer su mente y descubrir que lo tiene tan triste.

—Desde que lo vi, no he dejado de pensar que—Cierra los ojos y compunge la expresión—. Nos aislamos tanto en lo que hemos sufrido nosotros, que nunca nos damos cuenta de que otros también lo hacen. Dificultades, discriminación, sufrimiento... Hay niños que están peor que yo a esa edad y... —Abre los ojos, moquea y se muerde los labios un poco, abraza sus piernas—. Me hace pensar que quizá he hecho algo mal al no comprender a quienes me rodean, se han ido o se han quedado conmigo.

Seven Dragons || BOOK 4#Donde viven las historias. Descúbrelo ahora