Capítulo 1

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Están los que eligen a la persona que será el padre o madre de su hijo, y los que no. Están los que se pasan años cribando el inmenso pajar de la población humana y los que un día caen en una trampa.

Horacio nunca se había visto a sí mismo como de los que caen en trampas. Desde luego, no se imaginaba que a los treinta y seis años estaría embarazado, soltero y con un novio ocho años más joven. Un novio que ahora se encontraba junto a él, vestido de futbolista, para acompañarlo al curso de preparación al parto. Tenía náuseas, pero lo atribulló a los nervios de la clase y al hecho de que Dexter — que venía directamente del colegio donde daba clase de Educación Física — apestaba a zapatillas deportivas, a chicos sudorosos y a puré de patatas. 

De todas formas, seguro que su novio encontraría la manera de disipar sus miedos con sabias palabras.

—Me ha dicho un tipo del trabajo que en estas clases te pasas dos horas hablando de tetas y de chichis. ¿En serio sirve de algo?

Horacio se quedó mirándole. Exhaló un hondo suspiro, dió vuelta a la llave y arrancó.

—Por favor, no digas eso.

Dex estaba toqueteando todos los botones, interruptores y diales del tablero del coche. —¿Que no diga qué?

Horacio chasqueó los dedos.

— Chichis.

—Es mejor que otros términos —dijo Dex—. Podría decir...

—No, no digas nada más —le interrumpió Horacio—. Sabes que a mi hermana no le gustaría esa palabra.

—¿Por qué lo dices? ¿Vendrá tu hermana con nosotros? — Dex abrió la guantera y echó un vistazo dentro.

Horacio se estaba impacientando.

—Porque su perra se llama Chichi, ya te lo dije. Dex le dirigió una mirada de admiración.

—No me lo habías dicho. Es el tipo de información que hace que la vida valga la pena. No lo habría olvidado.

—¿En serio? — Horacio dudó si continuar por ahí.

La conversación se vió interrumpida porque Dex estuvo enganchado al móvil durante el resto del trayecto, ya que parecía una necesidad contarles a sus amigos a viva voz, la historia más divertida sobre nombres de perros que había oído en su vida. 

Al llegar, siguió pegado al móvil cuando Horacio se preparó para salir del coche. Colocó con cuidado su voluminosa barriga en dirección a la puerta, confiando en que el peso arrastraría el resto de su cuerpo. La amplia túnica azul de algodón y poliéster se agitaba en todas direcciones sobre su cuerpo lleno de protuberancias. Se dijo que ojalá tuviera el aspecto de un embarazado que controla la situación, pero entonces recordó que era la falta de control la que lo había llevado hasta aquí y volvió a experimentar un ahogo que ya le resultaba familiar. Se giró hacia Dex en busca de apoyo y reparó por primera vez en sus rodillas cubiertas de barro.

—¡Tus rodillas! —Señaló la ofensiva capa de tierra proveniente del campo de fútbol.

Dex hizo una cara como si le hubieran insultado.

—¡No querrás que vuelva a pedirte en matrimonio!

El omega movió la cabeza con gesto desalentado, inspiró hondo y siguió andando. Siempre había creído que empuñaba las riendas de su vida ya que había ido cumpliendo con todos los requisitos: universidad, licenciatura y compra de casa. Se había saltado el tema de la boda, cierto, pero por decisión propia.

Y esto es porque su primer amor resultó una experiencia tan... traumática, que nunca recuperó plenamente la capacidad de amar. Desde entonces, al menor parpadeo del haz amoroso, Horacio atisbaba el futuro desengaño, y esto le permitía adelantarse a los acontecimientos con una ruptura clara y definitiva. Esta táctica le había evitado el dolor y la humillación que sufrían sus amigas, a las que había visto estamparse una y otra vez contra el suelo.

NADIE HACE EL AMOR LOS MARTES - Volkacio/ DexacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora