Capítulo 7

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Volkov creyó que lo tenía casi superado desde la reunión en el colegio. Durante un tiempo vivió atormentado por el sentimiento de culpa, y no a causa del sexo — que a pesar de haber sido grandioso consideraba en cierto modo secundario —, sino por lo bien que lo había pasado con Horacio. Esta era la peor traición, lo que no le dejaba dormir.

Una y otra vez repasó su encuentro con el omega, buscando desesperadamente algo que le permitiera desengancharse. Buscaba algo que Horacio hubiera hecho mal, algo que le disgustara. Necesitaba expulsarlo de su mente. Pero al final fue Natasha la que se adueñó de nuevo de sus pensamientos al anunciar que se había quedado embarazada, y así volvió a filtrarse en su vida algo de felicidad. Entonces el alfa se dijo a sí mismo que ya estaba bien. Lo de aquella noche no volvería a suceder. Tenía que entregarse por completo a su esposa y al hijo que estaba en camino.

Ocho meses más tarde se daba de bruces con Horacio. Aquí lo tenía, en un hospital, en la clase de preparación al parto, dirigiéndose hacia él con su enorme barriga.

— ¡Bienvenidos, bienvenidos!

Una voz poderosa interrumpió los agitados pensamientos del alfa. La responsable del curso se levantó con dificultad de la silla. Tenía el pelo canoso y unas tetas caídas, fruto de cuatro embarazos que habían resultado en cuatro chicos llenos de vida, entre los veintiuno y los seis años. Llevaba unas viejas mallas negras que destacaban el impresionante grosor de sus muslos, y bajo la camiseta con topos rosas sus pechos bailaban a un lado y a otro como boyas a merced de las olas.

— Me llamo Joan. Ustedes ser Dexter y Horacio — dijo la beta — No os preocupéis, no os habéis perdido nada. Solo les he informado de dónde están los lavabos y las salidas de emergencia. Ahora que estamos todos, empezaremos con las presentaciones. Tomen asiento.

Los últimos asientos libres estaban justo enfrente de Volkov. Horacio mantuvo los ojos bajos, decidido a ignorar todo el tiempo necesario la insistente y asombrada mirada del alfa.

— Bueno, vamos a seguir. Ya sé que ahora se sienten un poco raros, pero recuerden que estamos aquí para apoyarnos unos a otros. Llevo muchos años dirigiendo estas sesiones, y les aseguro que cuando acabe el curso todos seremos buenos amigos.

Horacio le lanzó una mirada furtiva a Viktor, y la apartó rápidamente cuando este la miró a los ojos.

— Vamos a empezar con una ronda en que dirán su nombre, para cuándo esperan el niño y qué es lo que más les preocupa del parto — dijo Joan.

Volkov contempló hipnotizado cómo el acompañante de Horacio le susurraba algo al oído.

— Creo que me voy a cortar las venas. Despiértame cuando empiecen a hablar de de otra cosa — susurró Dex lo bastante alto como para que Viktor le oyera.

Empezó una chica de aspecto agradable. —Hola, me llamo Pamela — murmuró — Salgo de cuentas el uno de septiembre, y lo que me preocupa es saber cómo empujar y cuándo.

La peliroja se puso roja como un tomate. No cabía duda de que no estaba acostumbrada a hablar en público.

—Hola, yo soy Gael. Lo que más me inquieta es enterarme bien de qué puedo hacer para ayudar a Pamela — dijo el hombre con una sonrisa tranquilizadora y un apretón de mano a su mujer.

— Dame un cubo para vomitar — murmuró Dex, un poco demasiado alto.

— ¿Y tú? — Joan se dirigió amablemente a una omega de no menos de veinte años que apretaba con fuerza la mano de su acompañante — No tengas vergüenza. Todos estamos juntos en esto. ¿Qué tal si nos dices tu nombre? No tienes porqué decir nada más si no quieres.

NADIE HACE EL AMOR LOS MARTES - Volkacio/ DexacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora