Capítulo 18

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Horacio estaba viendo un documental marítimo en la tele. Ahí, los pescadores descargaban en la cubierta del barco unas pesadas redes, rebosantes de cangrejos vivos que se agitaban frenéticamente. No entendía por qué seguía mirando una escena que le producía náuseas, pero sospechaba que le reconfortaba ver que otras personas lo pasaban peor que él. Era su segundo día de baja maternal y ya estaba harto de ver la tele, sobre todo porque su mando a distancia se empeñaba en mostrarle programas de bebés donde aparecían parejas felices que vivían una etapa maravillosa. Aquello le enfureció. Estuvo tentado de cancelar su suscripción y demandarlos por crueldad mental. Pero entonces fue a parar a aquel canal, ver a aquellos hombres luchar en condiciones tan duras le animó bastante. Además era el canal favorito de Dex. Tal vez, inconscientemente, esperaba que el programa actuara como un reclamo para atraer a su novio de vuelta a casa.

No había vuelto a ver al alfa desde la noche de la boda de Alana, hacía tres días. Gracias a Dios, Viktor abrió los ojos en cuanto Scott le tiró sobre la cara una cerveza fría. Pero esta vez alguien avisó a Natasha del altercado. El alfa se la encontró sentada junto a él en una incómoda silla en medio de la pista de baile.

—¿Qué ha pasado? ¿Qué ha pasado? —le chilló la mujer a Horacio.

El ruso había vuelto en sí, pero lo que balbuceaba no tenía sentido. Horacio buscó a su novio con la mirada, pero no se le veía por ninguna parte.

—El otro tío le golpeó en la mandíbula —dijo Scott— Fue un puñetazo muy bien dado. Yo intenté detenerlos, en serio. Fui a los lavabos cuando supe que se iba a liar, ¿no? Me puse entre los dos y les dije que pararan, pero el otro tío me dijo que me fuera. Está claro que no quería que viera cómo le daba un puñetazo.

—¿A quién te refieres? ¿Quién le golpeó? —le preguntó la omega a gritos.

—Ya sabe, ese tipo alto y un poco desarreglado que iba con él —dijo Scott, señalando a Horacio.

—Horacio, no se puede referir a Dex, ¿no? ¿Por qué iba a golpear a Viktor?

—No lo sé, Natasha. No tuve ocasión de preguntárselo, y ahora se ha ido.—se excusó.

La mujer miró a Horacio, se levantó lentamente de la silla y le preguntó a Alana si su padre podría ayudar a su esposo a llegar al coche.

—Por supuesto —dijo el señor. Pero entre el alcohol, tantas embarazadas y el hombre que veía tendido en el suelo, el pobre tuvo un momento de confusión—. ¿Quieren que traiga unas toallas calientes? —Hizo que Volkov le pasara el brazo sobre los hombros y cargó con él hasta al aparcamiento.

Horacio se ofreció a colaborar.

—¿Quieres que les acompañe y ayude a entrar en casa? —le preguntó a la omega.

—No —respondió.— Creo que ya han hecho suficiente. ¿No te parece?

 ¿No te parece?

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NADIE HACE EL AMOR LOS MARTES - Volkacio/ DexacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora