- Es que el Martes es un día tan soso... El Domingo es el último día del sexo del fin de semana. El Lunes piensas: Maldita sea, tengo que encontrar algo para animarme porque empieza el sexo entre semana. El Miércoles practicas el sexo para celebrar que has metido varios goles en el partido o porque no dan nada en la tele. El Jueves es el nuevo Viernes, de modo que vas al pub y vaya, ligas porque es noche escolar y has bebido demasiado. El Viernes piensas que gracias a Dios has sobrevivido a otra semana de sexo laboral. Y luego está el Sábado, y el maldito Sábado exige un poco de sexo. Pero el Martes es otra cosa. ¿Qué razón hay para practicar el sexo un Martes? Pregúntaselo a cualquiera. Apuesto a que nadie recuerda la última vez que hizo el amor un Martes.
Mientras avanzaba penosamente por los interminables pasillos del hospital - siguiendo las indicaciones de los letreros escritos a mano con letra ilegible - Horacio no logró encontrar una buena razón para practicar el sexo, ni en Martes, ni ningún otro día de la semana. Su opinión acerca del sexo dio un vuelco hace seis meses atrás, una fatídica mañana en el que se despertó por quinto día consecutivo con sensación de náuseas.
Al principio se dijo que era consecuencia de una cena muy animada con un cliente, pero finalmente tuvo que admitir que no era una resaca normal. Aterrajo hasta los sesos, se estrujó intentando recordar cuándo había tenido su último celo. Tan solo recordaba vagamente que, cuando asistió a la fiesta navideña de la oficina, tuvo que meter unos inhibidores en el reluciente bolso que había comprado para llevar con su traje rojo ridículamente caro.
Con el corazón latiéndole tan fuerte en el pecho que hasta pensó que despertaría a Dex - que se había quedado a dormir - corrió a la cocina para mirar el calendario. Una vez en teniéndolo en frente contuvo el aliento, retrocedió las páginas hasta el mes de diciembre, y contó el número de semanas transcurridas.
Siete semanas.
No, imposible.
Volvió a hacer la cuenta una y otra vez, pero el resultado seguía siendo siete.
Mierda, mierda, mierda.
- No puede pasarme esto. ¡Estoy con la píldora!. Cuando tomas la píldora no te quedas preñado; para eso la tomas. - No podía tener un hijo. Salía con Dex, y Dex no estaba preparado para ser padre. Tenía ocho años menos que él, por el amor de Dios... Era un crío.
Se sentó en el suelo, su bonito suelo de baldosas marroquíes en su precioso apartamento de diseño, y escondió la cabeza entre las manos. Las consecuencias de un embarazo acudieron en masa a su mente. ¿Qué pasaría con su trabajo? ¿Qué pasaría con su vida? ¿Qué diría la gente? ¡¿Qué diría su hermana?! Estaría horrorizada, sin duda, porque se había pasado la vida advirtiéndole que no se dejara atrapar.
«¿Quién demonios es el padre?», sería lo primero que le preguntaría. Hacía tiempo que ya no hablaban de novios. Los de Horacio cambiaban con tanta frecuencia que su hermana perdió el interés.
Bueno, por lo menos estaba claro que el padre era Dex, porque llevaban meses "saliendo", como solían decir. De hecho era asombroso lo bien que les iba. No hacían promesas de llamarse, simplemente se llamaban. Se presentaron mutuamente a sus amigos, pero negaban con rotundidad que fueran novios y de ninguna manera pensaban presentarse a sus respectivos familiares.
El alfa se cachondeaba del pretencioso mundo de la publicidad de Horacio, y él se burlaba de sus interminables vacaciones y de que pudiera estar en casa a tiempo para ver las series de televisión.
"Fácil de contentar, sin complicaciones y más joven que yo."
Así se lo describió riendo a Gustabo, que le escuchaba boquiabierto.
- No entiendo por qué no se me ocurrió antes salir con un hombre más joven - añadió - Es demasiado joven para tomarse la vida en serio, de modo que nos reímos mucho, y no es tan mayor como para buscar algo definitivo, así que no tengo que tratar continuamente de escabullirme. Es perfecto.
Abandonó con alivio las salidas con el grupo de jovencitas del gym. Ellas siguieron llamándola, pero Horacio les dio largas. Durante un tiempo, no hubo noches de borrachera sin Dex, no hubo besuqueos furtivos en discotecas, ni tristes historias de una sola noche.
- ¡Mierda! - El omega se levantó de un brinco y dejó caer el calendario. - No, por favor, si hay un Dios no me puede hacer esto, por favor.
Volvió al mes de Diciembre y allí, garabateadas en bolígrafo azul, dos semanas después de la fiesta de la oficina, estaban las últimas palabras que hubiera querido leer: Reunión a las 8 en Dove Valley School.
Se estremeció al recordar el momento en que descubrió que estaba preñado y se esforzó por dejar de pensar en el tema. Estaban frente a la puerta de la sala donde se celebraba la clase de preparto. Dexter le cogió de la mano.
-Buena suerte, compañero - Le dijo con un guiño.
Horacio le sonrió agradecido. A lo mejor salía todo bien. Inspiró profundamente y entraron en la sala. Siete rostros expectantes se volvieron a mirar a los recién llegados.
- ¡Maldita sea! No puedo creerlo. No me extraña que no haya vuelto a los entrenamientos... - Exclamó Dex ni bien ingresaron mirando a un chico que se sentaba con aspecto abatido en una silla.
Pero Horacio no le oyó, porque lo que acababa de ver en la sala le produjo tal sorpresa que se quedó sin aliento. ¿Qué hacía él aquí? Ni siquiera vivía en Los Santos. ¿Qué demonios estaba pasando?. Se le aflojaron las piernas y tuvo que agarrarse al respaldo de una silla. De repente tenía la sensación de que estaba en uno de esos programas televisivos del domingo por la noche, donde todos se dedican a despedazarse mutuamente.
Dex continuó hablando, ajeno al ataque de pánico de Horacio.
- ¡O sea que el equipo juvenil se va al garete porque mi mejor delantero ha dejado a una chica embarazada! Menudo idiota. Míralo. Tendría que estar practicando penaltis en lugar de estar aquí encerrado, rodeado de embarazadas.
Horacio se encontraba demasiado aturdido para escucharle. Mientras se acercaban al grupo, sentía que aquel era un punto de no retorno. Le habría gustado dar media vuelta y salir corriendo, pero no podía. Y en aquel momento, Viktor Volkov, el último alfa sobre la faz de la tierra al que Horacio hubiera querido ver, levantó la cabeza y lo reconoció.
Pero todo atisbo de alegría murió en sus labios en cuanto notó que estaba embarazado.
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NADIE HACE EL AMOR LOS MARTES - Volkacio/ Dexacio
Fiksi PenggemarHoracio y Viktor, que fueron novios en su adolescencia, se reencuentran una noche en una fiesta de exalumnos y acaban en la cama. A la mañana siguiente deciden que no volverán a verse nunca más, y aquí termina el asunto... Hasta que ocho meses más t...