Capítulo 13

295 36 27
                                    

Cuando llegó el día de la cena, Horacio decidió que en lugar de pasarse horas preocupándose, iría a comprar cosas para su bebé, y para su sorpresa, Dex mostró un cierto entusiasmo, de modo que se pusieron en marcha hacia el almacén de artilugios infantiles, fuera de la ciudad. Iban armados con la lista de Louise, quien no podía creer que Horacio estuviera tan escasamente preparado.

—Qué bien. Hay un Gabriella's —dijo el alfa nada más salir del coche — Necesito pilas para la cámara; quiero hacer algunas fotos divertidas en la despedida de soltero. Será un momento, cariño. Empieza tú, yo no tardaré mucho.

Y salió pitando sin darle tiempo a protestar. Horacio, con su increíble barriga, no hubiera podido alcanzarle, de modo que exhaló un suspiro de resignación y contempló la megatienda de cosas para bebés. Recordó lo nervioso que se ponía cada vez que entraba a comprar un regalo. Le inquietaba ver a tantas personas embarazadas juntos; era como si hubiera aterrizado en un planeta donde solo hubiera gente esperando bebés. No pudo evitar un estremecimiento. Haciendo un esfuerzo, entró en la tienda.

Empezaría por la ropa. Comprar ropa le gustaba, llevaba prácticamente toda la vida haciéndolo, pensó. Pero su confianza se esfumó ante la primera decisión: el tamaño. ¿Ropa para recién nacido o para 0-3 meses? ¿Acaso no era lo mismo? ¿Qué diferencia había? ¿Por qué él no tenía ni idea? ¿Se habían confabulado para confundirlo? Miró asustado a su alrededor, pero solo vio decenas de futuras mamás y papás que iban de un lado a otro con total tranquilidad. Metió apresuradamente unas cuantas prendas de cada en el carrito y decidió probar con otra cosa más fácil.

Consultó su lista. Vigilabebés. Parecía sencillo. Inspiró profundamente y, ya más tranquilo, se dirigió a la sección de seguridad.

¿Qué broma es esta? Horacio contempló estupefacto las hileras y más hileras de aparatos intercomunicadores, que parpadeaban como aliens maliciosos. Dada la sofisticación tecnológica, parecía que el bebé fuera a cantar por lo menos un popurrí de canciones antes de dormirse. Cogió un aparato de la estantería del medio con mano temblorosa y leyó la publicidad de la etiqueta. Pero era como si estuviera escrita en chino. Se apresuró a ponerlo de nuevo en la repisa y regresó lentamente al santuario de la ropa de bebé.

Al cabo de una hora y diez minutos, Horacio estaba sudoroso, confundido, enfadado y desconsolado. Llevaba casi media hora luchando a muerte con el cochecito Templeton Deluxe Travel System, y se sentía tan frustrado que le arreó un buen puntapié a escondidas. La vendedora hizo que pareciera muy sencillo; con un simple giro de muñeca transformó aquella maraña de cromados y colgajos de lona en un cochecito de aspecto sólido, aunque sofisticado.

La vendedora volvió a acercarse a Horacio. —¿Qué le parece este? — Señaló un cochecito que parecía una fiambrera sobre ruedas.— Es muy sencillo de usar, sobre todo cuando no tienes a un compañero que se ocupe de meterlo y sacarlo del coche.

Horacio se quedó boquiabierto. ¿Cómo se atrevía a dar por hecho que era un padre soltero...? Se dijo que Dexter estaba a punto de llegar, y lanzó una enésima mirada desesperada a la puerta. Para calmarse, se sentó en el borde del expositor con la mirada perdida. Una pareja bien vestida se acercó a mirar los cochecitos.

—No puedo creer que hace apenas veinte minutos estuviéramos vendiendo tu coche descapotable y ahora nos encontremos aquí comprando un cochecito —dijo la mujer, que lucía una tripa considerable. — Esto nos cambiará totalmente la vida, ¿no? —dijo. Parecía tan asustada como Horacio.

El hombre le pasó un brazo sobre los hombros. —Tienes razón, pero ahora mismo no me cambiaría por nadie en el mundo. ¿Y sabes qué? Claro que me gustaba el descapotable, pero seguro que este cochecito nos gustará mucho más, sobre todo cuando tengamos a nuestra princesita dentro.

NADIE HACE EL AMOR LOS MARTES - Volkacio/ DexacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora