Capítulo 10

287 37 28
                                    

— Cerca de casa hay una escuela primaria que obtiene una excelente valoración en el informe Ofsted; espero que siga en la misma línea cuando los gemelos estén en edad de escolarizarse. Por desgracia, la escuela secundaria que nos corresponde en la zona deja mucho que desear, de modo que nos mudaremos antes de que cumplan once años; así tendremos tiempo de investigar dónde están los mejores colegios y dónde queremos vivir.

Horacio escuchaba boquiabierto a Natasha. Él ni siquiera había comprado unos pañales; ¿cómo iba a pensar en la escolarización? Todavía no podía creerse que estuviera charlando tranquilamente —bueno, con cierto esfuerzo por su parte— con la esposa de su ex. Tras su encuentro clandestino con Viktor, había llamado a Gustabo para contárselo. Ya estaba hecho. Todo se había solucionado. Claro que el rubio, con su infalible olfato para detectar fallos en todo lo que hiciera Horacio, le preguntó enseguida qué pensaban hacer con la clase de preparación al parto a la que ambos asistían.

—Bueno, seguro que Viktor y Natasha no vuelven a aparecer — fue su respuesta. — Él no querrá arriesgarse; se inventará cualquier excusa.

—Mmm, si tú lo dices... —dijo Gustabo poco convencido.

—¿No te lo crees? Volkov tiene mucho que perder. ¿Crees que se arriesgará a que su mujer se me acerque? La primera vez tuvo suerte, pero sería una estupidez correr otra vez el riesgo.

«Menuda estupidez», murmuró para sus adentros Horacio cuando vio al alfa entrar en clase. No se creía que estuviera concentrado en el debate con los demás padres, que hablaban sobre qué podían hacer para ayudar en el parto. Lo pilló varias veces mirándolos inquieto, a él y a Natasha. Se suponía que los que estaban en espera tenían que hablar sobre maneras de aliviar el dolor, pero por alguna razón acabaron hablando de lo que harían los niños de Natasha cuando tuvieran once años.

—Otra posibilidad es la caja de la felicidad —interrumpió Joan, intentando redirigir la conversación. — Consiste en una serie de cosas que te relajan o te hacen sonreír. Puede ser tu foto favorita, o un juguete, o un poema, incluso. Cuando di a luz a nuestro cuarto hijo, mi marido me leyó un libro de poemas, y he de decir que fue mi mejor parto. Que cada una piense en algo que la haga sentir bien. A ver, Horacio, ¿qué te relaja a ti?

—Eeeh, bueno, en realidad no tengo mucho tiempo para relajarme. —respondió.

—Vamos, seguro que hay algo. Pongamos que has tenido un día muy duro en el trabajo y vuelves estresado a casa, ¿qué es lo primero que haces para relajarte? —insistió Joan.

Horacio quería decir que se servía una buena copa de vino, pero le pareció que no les sentaría muy bien. Había una cosa que solía hacer cuando había tenido un día realmente malo, pero solo de pensar en ello se ruborizaba.

Joan le puso una mano en el hombro.

—Vamos, Horacio, puedes contárnoslo —le dijo. Todos le miraban expectantes.

—Pongo música —dijo rápidamente. Miró alrededor buscando comprensión que no encontró. — Les parecerá parecerá una tontería, pero me anima.

Se puso rojo como un tomate. Los demás lo miraban inexpresivos.

—¿A qué tipo de música te refieres? —dijo por fin Alana.

—Ehmm, reggaeton o alguna de esas movidas — contestó Horacio, consciente de que había metido la pata.

—Ah, ya. Esos géneros que ya no están de moda. — dijo  Alana — No pensaba que fueras tan mayor. Ya le dije a Parker que me parecía que Dex era mucho más joven que tú, pero él pensaba que tu alfa parece más joven porque hace deporte y todo eso.

NADIE HACE EL AMOR LOS MARTES - Volkacio/ DexacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora