Kate dejó escapar un gruñido, y se tapó la cabeza con las sábanas en cuanto el sol entró a raudales por la ventana. Tanta luz le estaba dando dolor de cabeza. Cerró los ojos e intentó dormir de nuevo, pero enseguida se dio cuenta de que no lo conseguiría. No paraba de darle vueltas a lo ocurrido unas noches antes en la residencia de los Solomon. La última hora en esa casa había sido surrealista: hombres colgando de los árboles, la actitud misteriosa que todos ellos habían adoptado y su marcha precipitada, prácticamente forzada, minutos después.
Había intentando sonsacarle algo a Jared mientras la llevaba a casa, pero el chico se había mostrado distante y evasivo, además de elegantemente educado, cuando se había burlado de ella por su desbordante imaginación. Y quizá estaba en lo cierto, y todo era producto de sus propias paranoias.
«Jill», pensó en su amiga. Se levantó y buscó el teléfono entre el desorden de la mesa. Regresó a la cama y con gesto cansado se masajeó las sienes. Parpadeó un par de veces, tratando de aclarar su vista borrosa, y marcó de nuevo. Al otro lado una voz nasal le repitió que el número al que llamaba no estaba disponible. No esperó a que sonara el pitido del buzón de voz. En los últimos dos días había dejado diez mensajes, y Jill no había contestado a ninguno. No había vuelto a casa, ni tampoco había ido al instituto, al igual que Evan.
Se vistió deprisa y pasó del desayuno, tenía el estómago revuelto.Cuando llegó al aparcamiento del instituto, buscó con la mirada el coche de su amiga. Esa mañana tampoco estaba en el sitio de costumbre. Se acercó al banco donde Carol y Emma charlaban, y se sentó junto a ellas esperando a que comenzara su primera clase. Fingió durante un rato que le interesaba la conversación, hasta emitía algún sonido de sorpresa ante el extenso repertorio de noticias y cotilleos de esa mañana. Por eso supo que Travis y Selene habían roto después de una pelea monumental durante el último entrenamiento, y que habían pillado a Mason dándose el lote con Cinthya Gray en el asiento trasero de su coche. Al cabo de unos minutos, Kate dejó de prestar atención y se dedicó a repasar la lista de tareas que tenía pendientes.
Por el rabillo del ojo vio cómo Rebecca Hobb se acercaba con su escolta de animadoras, seguida de su hermano Justin y de algunos de los chicos del equipo de fútbol. Les encantaba pavonearse delante de todos, conscientes del interés y las envidias que despertaban en muchos de sus compañeros. Kate tuvo la sensación de que Rebecca la miraba con demasiado interés.
—Kate, Becca no deja de mirarte —susurró Carol. Soltó un gritito y se tapó la boca con las manos—. ¡Dios mío, creo que viene hacia aquí!
«Genial», pensó Kate. Nada mejor para empezar el día como que Rebecca Hobb la tomara como blanco de sus burlas.
La chica se paró frente a ella, con su minifalda tamaño cinturón y su pelo dorado agitado por el viento, haciendo gala de lo bien que se le daba manejar las temacillas. Siempre iba masticando chicle, con aquel gesto altivo y prepotente que le hacía torcer la boca hacia un lado.
—¿Hoy tampoco ha venido tu amiga la rarita? —preguntó Becca en tono burlón y mostrándole una sonrisa que se esfumó con la misma rapidez que había aparecido.
—Perdona, ¿has dicho algo? —preguntó Kate a su vez con mala cara.
Becca tamborileó con sus uñas pintadas de rosa pastel la carpeta que abrazaba.
—Desde que sale con Solomon tiene poco tiempo para estar con las amigas. —Hizo una pausa y puso los ojos en blanco—. Bueno, no exageremos… amiga. Porque eres la única que tiene ¿no?
—¿Qué quieres, Becca? —preguntó Kate arrastrando las palabras y su irritación aumentó al ver la sonrisa inocente que esbozó la rubia.
Becca se ahuecó el pelo con los dedos antes de contestar.
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Pacto de Sangre
VampireDesde hace siglos, vampiros y licántropos mantienen un pacto que protege a los humanos de un mundo de peligros y oscuridad. William es uno de ellos, un vampiro temible y letal. Callado y distante, su mirada esconde grandes secretos y un corazón frío...