—Todo el mundo nos está mirando —le susurró Kate a William.
Acababan de entrar en Lou’s. Era sábado por la noche y el local estaba abarrotado de gente. La mayor parte de los clientes se habían vuelto hacia ellos y los miraban mientras serpenteaban entre las mesas cogidos de la mano. Kate sabía que su relación con él iba a despertar curiosidad, y que muchos se preguntarían qué había visto aquel chico europeo en ella, la pobre huérfana que vivía con su abuela medio loca. Intentó que esos pensamientos no la importunaran, en realidad, lo que pensaran los demás no le importaba.
—Te miran a ti —musitó William cerca de su oído—, estás preciosa con ese vestido.
Kate se sonrojó y el corazón volvió a latirle desbocado.
William le dio un ligero apretón en la mano, necesitaba sentirla cerca para mantenerse tranquilo. Contuvo el aire y trató de sacar de su mente cualquier estímulo que no fuera el de su preciosa novia. Aún le costaba rodearse de mortales, y si se encontraba en aquel lugar, era solo por ella. Haría cualquier cosa para que su vida continuara siendo normal. La miró de reojo, embebido en su rostro, sintiéndose el tipo más afortunado del mundo.
Todos estaban allí: Shane, Carter y Jared, aún con algunas magulladuras; Evan y Jill, enfrascados en uno de sus habituales tira y afloja; también Marie, de ella había sido la idea de aquella improvisada celebración. Y, desde luego, tenían muchas cosas que celebrar, entre ellas, que continuaban vivos.
Al cabo de unos minutos, Keyla se unió a ellos en compañía de Stephen. William ni siquiera sabía que la chica hubiera regresado de Pennsylvania y, mucho menos, que conociera al vampiro.
—Puedes sentarte aquí —dijo William, ofreciéndole su silla junto a Kate.
Keyla vaciló un instante, pero al final se sentó.
Tras unos segundos de incómodo silencio, Kate se atrevió a dar el primer paso. Se giró hacia Keyla y la miró a los ojos.
—Estábamos planeando ir a Boston el lunes —comentó con una sonrisa—. Ver tiendas, cenar algo y luego ir al cine. Solo chicas, ¿te apetece venir?
Keyla la observó un par de segundos con el rostro muy serio. Era evidente que trataba de poner fin a algún tipo de lucha interna. Lanzó una mirada fugaz a Stephen y, poco a poco, su expresión se fue relajando. Miró a Kate y le dedicó una sonrisa sincera.
—¡Sí, claro, será divertido! —contestó.
William suspiró de alivio, el que ellas pudieran llegar a llevarse bien facilitaba las cosas. Sus ojos se encontraron con los de Kate. «Te quiero», movió los labios sin emitir ningún sonido. Ella arrugó la nariz con un guiño y él se derritió. Una ligera agitación en el ambiente llamó su atención, ladeó la cabeza y miró a Stephen, la vibración provenía de su pecho. El marine parecía a punto de sufrir un colapso, tenía el rostro desencajado.
—Ven, vamos a tomar el aire —susurró William al vampiro. Le colocó una mano en el hombro y lo guió hasta la salida.Stephen se precipitó a través del umbral, buscando con ansia un poco de aire limpio. Inspiró y espiró bocanadas de aire fresco, convirtiendo su respiración en un jadeo.
—¿Cómo lo soportas? Me refiero a… a estar entre tantos humanos y no volverte loco por la sangre —preguntó Stephen mientras trataba de recomponer su autocontrol. Se cubrió la cara con las manos y se masajeó las mejillas con fuerza.
William también inspiró un soplo de brisa, limpiando sus pulmones del aire viciado. Se apoyó en uno de los coches aparcados en la acera y cruzó los brazos sobre el pecho, sacudiendo la cabeza.

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Pacto de Sangre
Про вампировDesde hace siglos, vampiros y licántropos mantienen un pacto que protege a los humanos de un mundo de peligros y oscuridad. William es uno de ellos, un vampiro temible y letal. Callado y distante, su mirada esconde grandes secretos y un corazón frío...