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El Conde había mandado una carta aceptando la propuesta de Matrimonio sin siquiera consultar con su hijo, aunque este ya se lo esperaba. 

Su régimen de agua había sido levantado, y después de años sin hacerlo, había sido invitado al comedor para cenar junto a su Padre y Hermano. 

Lastimosamente, aquella carne grasosa y alta en aliños generaban en el un rechazo descomunal. 

— ¡Cómo puedes ser tan desagradecido, tú... bastardo! ¡Vete de aquí, ni siquiera puedes comer como la gente!

Su Padre había reaccionado negativamente a una arcada involuntaria, cuando Seungmin intentó por quinta vez comer un trozo de aquella carne, misma que se le había privado por años


Resignado a no comer nada por el resto del día, con completa sumisión el joven doncel abandonó el comedor, dirigiéndose a su habitación bajo las degradantes miradas de la servidumbre. 

Suspiró al llegar por fin a su habitación, desplomándose en su cama. No obstante, había algo inesperado encima de su velador.

Una ensalada rica en espinaca y pimientos. Como detalle especial, tenía dos huevos. Y entonces Seungmin no pudo evitar sonreír, recordando que en esa casa donde todos le habían dado la espalda, alguien le había tendido una pequeña mano. 

Claramente, él sabía quién le dejó eso allí. Pero no diría nada, o no ahora al menos. 

Tomándose su debido tiempo para digerir, pues era incapaz de comer muy rápido, comenzó a pensar qué era lo que deparaba su futuro. 

¿Sería otro fantasma, en una mansión diferente? 

¿Qué trato le ofrecería su futuro esposo? 

¿Él... podría vivir?

Cuando recordó a su débil Madre, un escalofrío recorrió su espalda. Prefería mil veces un marido ausente que a un abusador en casa, así que como no lo había hecho en años, aquella noche rogó. 

Imploró a los cielos, y a un Dios si es que este le escuchaba, que no extendiese su infortunio al punto de tener que vivir lo que su Madre vivió. 

Clamó por una nueva oportunidad, independiente de cómo fuera. Puso todo su corazón en pedir felicidad, no para él, sino para honrar la memoria de su Madre. 

E incluso si Dios no lo escuchaba, Seungmin rogó con tanta desesperación que estaba seguro, incluso del Diablo lo habría oído. 

No importaba quién fuera, si un ángel o un demonio. Sólo necesitaba una mano. 

Una mano, y alguien que fuese su cable a tierra. 


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A la mañana siguiente, Seungmin sabía que sólo tenía que hacer una cosa antes de partir.

Después de asearse y comer un insípido bol de avena con leche, el joven Doncel caminó con premura a la oficina de su Padre. Confiaba en que su pedido no exageraría sus facilidades, y tenía muy buenas excusas para que el Conde cayera.

Aun así, sus manos sudaban. Era incapaz de enfrentar a su Padre sin temblar, recordando la brutalidad que vio de primera mano. 

—Adelante. 

Incapaz de desistir, respiró hondamente antes de entrar al campo de batalla

—Muy buenos días, Padre. 

Scars › 𝐂𝐡𝐚𝐧𝐦𝐢𝐧 / 𝐂𝐡𝐚𝐧𝐒𝐞𝐮𝐧𝐠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora