JUAN
Todavía trato de explicarme lo que estoy viendo. Lo que había frente a mí se parece a un hombre de unos tres metros de alto cubierto por una túnica de colores oscuros. No, eso no es lo correcto. Desde donde se mirase se podría observar que bajo esa capucha no hay nada, estaba absolutamente vacío. Todo lo que se podía percibir dentro de los bordes eran sombras. Un excelente espectáculo, una nueva función de circo. Si se están logrando estos efectos, no me queda más que aplaudir a los artistas callejeros.
Saco mi celular para sacarle una fotografía y mostrárselo luego a mis amigos mientras sigo buscando donde se encuentran los actores manipulando a ese muñeco. Kirk no deja de tiritar en mi hombro. Enfoco la imagen y la criatura gira bruscamente y concentra su mirada en mí. Al parecer no estaba vacía pues pude ver unos luminosos ojos llenos de rabia, unos filosos dientes y una lengua que se movía sin control. -De acuerdo, de acuerdo, borraré la foto- digo a quien fuese que estaba controlando a esa criatura, lo más probable es que no quieran romper la sorpresa. Sin embargo, antes de que pudiese hacer nada, la criatura recorrió los largos metros que nos distanciaban y con un zarpazo tiró el celular al suelo completamente hecho trizas.
Lo natural hubiese sido enojarse, reclamar ante la exageración de la compañía, todo se podría haber arreglado conversando, no llegando al extremo de romperme el teléfono. ¿Cómo se supone que le explicaré a mamá? Mas, no tuve tiempo de pensar o decir ninguna de estas cosas, pues desde el interior de la túnica surgió un brazo oscuro que me levantó de mi bicicleta y me arrojó varios metros. Mi única reacción fue abrazar a Kirk y evitar que algo le pasase. Cuando dejé de dar vueltas mi bicicleta completamente rota cayó al lado mío.
-¡Un celular y una bicicleta! No creen que ya es suficiente- grité sin saber a quién realmente me estoy dirigiendo. La criatura de la túnica oscura solo me muestra sus filosos dientas y desde donde se suponía que debiesen surgir las manos, unas aterradoras garras. -Está bien- digo aterrorizado- excelente espectáculo... pero ya es...- antes de que pudiese terminar mi frase, la criatura me está golpeando el hombro con un zarpazo y estrellándome contra un árbol. El golpe claramente no iba dirigido hacia mí, buscaba atrapar a Kirk que alcanzó a saltar en el minuto preciso. Siento un dolor increíble recorrer mi cuerpo, veo la boca dentada surgir desde la capucha y acercarse a mí. Y bien, Juan, cómo fue que llegaste a esta situación.
El comienzo de esta historia no tiene nada de particular, incluso puede resultar algo aburrido. Otro día como cualquiera: el mismo camino de siempre luego de una jornada escolar, el mismo auto parado en la esquina donde un bigotudo espera a su hijo, en la cuadra siguiente los dueños de la botillería realizan sus ventas. Tras esperar en el semáforo, crucé la calle y saludé a las mismas señoras de siempre, doña Julia y doña Violeta, quienes comentan los últimos escándalos exhibidos en la televisión. Un día normal, un día tipo, recuerdo que lo único que pensaba era qué tanto costaba, que tan sólo por unos minutos ocurriese algo que cambiase la rutina.
El barrendero de siempre, un agradable anciano, secó su frente de sudor y se dispuso a tirar lo recolectado en el basurero. Lentamente, por las dificultades de la edad, solo que esta vez, al levantar la tapa, exclamó extrañado y terminó en el piso con todo el trabajo del día esparcido por el piso. Me acerco a ayudarle a ponerse de pie y miro, junto a él, el interior del basurero. Me indica que dentro había una horrenda criatura, pero la verdad es que no había nada. El efecto del calor, me dijo. Le ofrecí mi ayuda, ya que, la verdad, no tenía nada más importante que hacer: llegar a casa a ver televisión todo el fin de semana.
Recuerdo que le sonó su celular y me pidió permiso para ir a responder. ¿Quién era yo para darle permiso? En esos minutos que se alejó escuché unos extraños ruidos entre los basureros. Debe ser la extraña criatura que el anciano vio. Moví los tarros y, aunque suene exótico, encontré un pequeño mono. Si preguntaran de qué especie les diría que de ninguna clara, además que no soy experto en animales, solo puedo señalar que su cabeza era tan grande como su cuerpo, tenía una cola y una graciosa cinta en su frente. Estaba herido, se notaba que había sido mordido por algunos perros. Como ya dije, no soy muy amigo de los animales, pero me dio mucha pena su respiración débil. Lo más probable que al verlo herido simplemente lo hayan tirado. Mientras me preguntaba qué hacer, escuché al viejo toser, señal que ya estaba regresando y, sin meditar nada, metí al mono en mi mochila y me despedí del viejo sin terminar el trabajo que me había. Aquello se podría decir marco el inicio.
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El camino del guardián.
FantasíaEl reino en el cual tú habitas, humano, es conocido como Namonir, yo provengo de Olvacand. Asimismo, están Samyaza, la tierra de los demonios,; Ethiatum, un reino submarino muy avanzado tecnológicamente; Sylvarant, el mundo perdido; Kal'har, donde h...