Secuestro

0 0 0
                                    

Ángel

Me encontraba en una gran disyuntiva, debía enfrentarme a un sujeto de ropas negras y cabello blanco y a una pequeña con gafas de aviador que no dejaba de moverse, a la vez que intentaba calmar y tranquilizar a los niños y ayudar a Rayén, en un espacio cerrado que me dificultaba la pelea. Fue en estos críticos momentos de tensión en los cuales mi mirada volvió a ser la fría y calculadora por la que soy tan conocida y abandoné esa actitud blanda y tierna que había tenido en el último tiempo, especialmente desde la llegada a ese reino. Por lo mismo, agarré mi cabello en la coleta que traía el día que me encontré con Juan y Damián, tras lo cual, con tono autoritario señaló a los niños y les dijo:

-¡Dejen de lloriquear y de hacer escándalos y demuestren de lo que son capaces! ¡Con la mesa y con cuanto material tengan a mano, formen un pequeño fuerte y escóndanse tras él! ¡Los más grandes preocúpense de los más pequeños! ¡Demuestren que pertenecen a la orden de Tiliso y no se comporten como un grupo de malcriados llorones!

Los niños, un tanto temerosos en una primera instancia se quedaron quietos mirándome atentamente, de hecho, los dos rivales también se detuvieron, como si a ellos esas palabras también les involucrasen. Al ver que no se movían, les miré nuevamente con estos ojos que pueden llegar a ser tan despectivos, tras lo cual todos y cada uno de los niños dejaron de llorar y comenzaron a formar el pequeño fuerte. A continuación, apunté a Rayén, quien continuaba como en otro mundo, incapaz de ponerse de pie.

-¡Y tú, deja de ser un maldito estorbo y haz algo! ¡Demuestra que eres una guardiana! ¡Demuestra que eres parte de este equipo! ¡Haz... haz...! O maldita sea, ni siquiera sabemos cuáles son tus habilidades, qué cosa más curiosa, y después decimos que somos un equipo. ¡Simplemente haz algo!

Mientras decía esto, la pequeña de las gafas corrió rápidamente e intentó quitarme la perla, mas esta, en cuanto fue tocada, comenzó a brillar fuertemente, cegando por unos instantes a todos los que estaban en la sala. En cuanto el resplandor se acabó, la pequeña se apretaba la mano, como si hubiese sido quemada y Rayén había abandonado esa actitud apagada y enfermiza para volver a adquirir esa actitud llena de vitalidad que la caracteriza. Miró a todos lados, como si no hubiese estado allí en todo ese tiempo y se colocó frente al fuerte de los niños extendiendo sus manos y creando un escudo a la usanza de Juan.

-Con que poderes psíquicos- dije mientras hacía crecer mis argollas para lanzarme al ataque del tipo de las ropas negras y el cabello blanco.

-Lo siento- me contestó apareciendo detrás de mí con mucha tranquilidad, como si hubiese tenido todo el tiempo del mundo para moverse hasta ese lugar. –Yo no peleo con mujeres-. Giré extrañada y vi esa mirada altanera y distante, esa piel blanca y fría como la nieve, con esos ojos manchados de rojo. Mi rabia aumentó con esas palabras, no permito que me miren en menos, por lo que comencé a atacarle, pero él me evitaba con mucha facilidad y tranquilidad, sin ninguna intención de defenderse.

-¡Ataca de una vez que no soy ninguna debilucha!- grité antes de ser golpeada directamente en el estómago, no por él, sino que por la pequeña, quien me impactaba con su cabeza el estómago. Agaché la vista y le vio sonreír mientras corría rápidamente y giraba alrededor de ella con tal rapidez que frente a cualquier paso que daba, era impactada por la pequeña que no dejaba de moverse.

El tipo del cabello blanco, al verse libre de mi molestia, comenzó a acercarse lentamente con su actitud altanera. Los niños volvieron a esconderse tras la mesa, mientras Rayén extendió sus manos, fortaleciendo el escudo generado frente a ella. El joven le palpó e intento cruzar, más no pudo. Por esto, tomo de su espalda una enorme espada cubierta con vendas. Era gigantesca, sin duda de las más pesadas, pero él la tomaba con una sola mano. Fue necesario un solo corte para que el escudo de Rayén se rompiese y ella cayese al piso de rodillas. El tipo extendió su mano para tomarla, pero se dio cuenta que era una ilusión, giró rápidamente y para su sorpresa, se dio cuenta que Rayén tenía sus puños envueltos en llamas a la usanza de Damián con toda la intensión de golpearle. Él la esquivó y le golpeó una patada que la dejó en el piso. Realmente esta chica es extraña, está imitando a la perfección el modo de pelear de dos miembros del equipo.

El camino del guardián.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora