Maia
Aunque era considerado sólo una leyenda popular, el jardín de los Tritilcos existe realmente, aunque no de la forma que fue representado por Dorotea. El último piso de la torre de las leyes, aquel lugar donde muy pocos elegidos habían logrado entrar, era exactamente un pequeño jardín paradisiaco. No había enanos que lo protegiesen ni una doncella que lo vigilase, sólo una fuente al centro del cual brotaba un agua rosácea, a su alrededor tierno pasto adornado por flores de múltiples colores y doce columnas rodeadas por enredaderas que armoniosamente apretaban la estructura. Por cuatro ventanas superiores ingresaba la luz del sol, esa luz que no llegaba a tierra producto de las cenizas que cubrían Olvacand. Ese era el lugar al que solamente el líder de los Tervegan había ingresado, el lugar donde toda la talamita se reunía, el lugar donde él había experimentado con Rayén. De hecho, este sujeto se encontraba en el fondo de este pequeño jardín, sentado en una gran silla de mármol, con los ojos cerrados respiraba hondo, como pensando.
-¿Por qué motivo entras aquí, Maia? ¿Cuántas veces debo recalcar que este espacio está destinado sólo para mí?
-Blake, es hora de que detengas esta locura. No puedes seguir robando la talamita, la gente necesita comer.
-Es necesaria para conseguir el nuevo orden.
-¿Acaso permitirás que sucumban vidas por establecer ese nuevo orden?
-Unos pocos perecerán por el beneficio de muchos.
Ante esta respuesta, y por la rabia acumulada de toda la crueldad que había visto estos días, sin inmutarme le grité "te reto". Por primera vez el líder abrió los ojos y me vio con una mirada fiera y sin la sonrisa que me caracteriza. El líder golpeó repetidamente con su dedo índice el brazo de la majestuosa silla de mármol. Luego, apoyando su cabeza con la mano izquierda, rió.
-Creo que es la segunda vez que escucho esas palabras y el resultado siempre ha sido el mismo. Siempre has querido recuperar tu puesto de líder, ¿no?
-Asumí mi derrota y te di todos los derechos como líder, sin embargo, nunca me gustó tu forma de actuar. Desde que adquiriste esa posición solo has creado reglas que te benefician y que nos ponen al resto de los Tervegan como tus subordinados. Esa fue la primera razón por la que luché contigo. A partir de ese momento comenzamos a acatar tus órdenes y todos tus planes, los principios en que se basaban esta organización fueron quedando en el tintero con el fin de alcanzar tus objetivos.
-Nuestros objetivos, querrás decir. Ambos queremos el Nuevo Orden.
-Así es, pero no del modo en que tú lo estás haciendo. No sabemos cuáles son tus planes, cómo pretendes cambiar el Orden, sólo nos das órdenes.
-Gracias a mí esta agrupación ha sido reconocida y temida. Antes era sólo un grupo de niños que jugaba a desafiar al gobierno, pero ahora somos una hermandad que los hace temblar pues saben que podemos derrocarlos en cualquier momento.
-De hermandad no tenemos nada. Hace tiempo que dejamos de ser eso. Por esa razón te reto Blake, si pierdes deberás abandonar la agrupación, si tú ganas yo seré quien me vaya.
-Oh no, yo no quiero que te vayas, tus poderes son muy valiosos. Digámoslo de este modo. Si pierdes, deberás hacer todo lo que yo diga sin contradecirlo. Además, me colaborarás para que todos tus compañeros acaten mis órdenes. Piensa bien en lo que dirás, recuerda el reino en el que nos encontramos.
-¡Acepto!- gritó Maia y al instante en el brazo de ambos se inscribió el pacto que acabamos de formar.
Blake, el líder de los Tervegan, se paró de su silla y comenzó a caminar tranquilamente hacia donde lo esperaba con mis pelotas, lista para el combate. La tranquilidad de él era obvia, en tres ocasiones nos habíamos enfrentado y siempre había ganado. Conocía muy bien mis técnicas y habilidades, no así yo las de él, pero, por sobre todo, él era inmune a mi poder sobre la gravedad. Sus brazos metálicos de él, que estaban hechos de una aleación de Talamita, razón por la cual se lo estaba robando a la gente de este pueblo, que le otorgaban cierta resistencia a los cambios de gravedad, a la vez de un sin fin de otras propiedades que nadie de los Tervegan conoce.
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El camino del guardián.
FantasiaEl reino en el cual tú habitas, humano, es conocido como Namonir, yo provengo de Olvacand. Asimismo, están Samyaza, la tierra de los demonios,; Ethiatum, un reino submarino muy avanzado tecnológicamente; Sylvarant, el mundo perdido; Kal'har, donde h...