Mastermune

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JUAN

Todas las heridas de mi cuerpo habían desaparecido, estaba tendido en una cama desde la cual descendían telas muy adornadas y coloridas, no en el piso en el que me enfrentaba contra ese espectro. ¿Le vencí? ¿Quién me salvó esta vez? No, las ropas eran muy parecidas a la dama de antes, de hecho, el color blanco del sector al igual que el aroma y el humo danzante de la larga pipa. En base a todo esto, no fue sorpresa encontrarme a la dama observándome y riéndose a carcajadas.

-Eres un muchacho muy divertido, ¿sabes? De seguro llegarás a ser un cuentista si sigues así-. Mi cara de duda fue suficiente como para que la dama me explicase qué sucedía. –Te estuve observando, no dejó de llamarme la atención que no deseases nada. Más me sorprendió que fueses capaz de enfrentarte a un peligro frente al cual sabías que no vencerías. Quise saber el deseo que escondía tu corazón, pero me encontré con una de las personas que verdaderamente esconde el más grandioso poder.

-Pff... todos dicen lo mismo, que escondo un gran poder, pero ese gran poder nunca me ha servido para nada. Puras falacias.

-Si eso es lo que crees. Pero no todos tienen la facultad de hacer sonreír a otros con sus palabras, sus mentiras y sus cuentos.

-¿Acaso esas sonrisas me sirvieron para ayudar a Psique? ¿Pudieron mis mentiras rescatar a Rayén? ¿Pueden mis cuentos apoyar a Damián? Son simples palabras que se lleva el viento. Este mundo necesita actos, acciones y yo no tengo las habilidades para ponerlas en marcha.

-¿Es ese tu deseo?- dijo la dama, quien se puso de pie para traer una espada cubierta por un sábanas. La abrazaba muy tiernamente, como si fuese un objeto muy valioso para ella. -Estoy en deuda contigo, tú me brindaste la posibilidad de ver tus sueños y recuerdos, sería inapropiado que te fueras de aquí sin recibir nada a cambio. Esta espada pertenecía a alguien muy querido para mí, en ella depositó todos sus anhelos, por lo que guarda su deseo por establecer la justicia. Su nombre es Mastermune. Estoy segura de que esa habilidad que te hace tan especial te permitirá controlar su poder. Ahora ve, que si pasas más tiempo en este lugar, no podrás retornar.

-Eres una buena persona. ¿Por qué no vienes conmigo y los demás? Eres fuerte y se nota que sabes muchos... serías muy buena guardiana.

-Guardiana- dijo la dama con un tono irónico. –Aún te queda mucho por saber, Juan.

-Cosas que tú podrías contarme.

-Te vuelvo a repetir que no puedes permanecer mucho tiempo en este lugar. Esta fuera del tiempo, y si algo, o alguien, está mucho tiempo fuera de la línea temporal, al regresar a ella es como recibir una tonelada por el peso de los años. Digamos que no es muy bueno para la salud- volvió a insinuar con un sarcasmo. –Ahora, si lo que estás haciendo es una insinuación amorosa...

-Creo que tienes razón y debo marcharme...

-Jeje... esa técnica nunca falla. Aunque la cara que pusiste ha sido la más entretenida de todas.

Sonrojado salí de su cama, vestía nuevas ropas, estas según me explicó la dama le serían mucho más útil en el combate puesto que servían para contrarrestar los ataques mágicos.

-Nunca me dijiste tu nombre, pero estoy seguro de que nos volveremos a ver.

-Estaré esperando ese día para volver a reírme con tus historias. Ahora que recuerdo. Esa cicatriz del brazo no pude borrarlas con mis hechizos, debe ser un pacto Olvacand. Para borrarla debes lavarte en la fuente que se encuentra en la cima de la torre de las leyes.

-Gracias.

-No. Gracias a ti. De corazón- dijo ella tras volver a su eterna soledad.

Tal como la dama había anunciado, el regreso fue como si un gran sacó cayera sobre mí. Después de que se me pasará el malestar y el mareo visualicé la sala. Todo seguía como en el minuto exacto en que la "Danza de fuego" me afecto. Era como si ni un segundo hubiese pasado desde entonces. Ike lamía con ferocidad el ojo de Psique. Mi brazo ardía, la marca brillaba y tintineaba, si no hacía algo pronto no solo la vida de mi amiga se vería en problemas.

El camino del guardián.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora