SHEN
Me reuní con los demás jueces que evaluarían el desempeño de los candidatos. Todos observábamos los cientos de pantallas desde donde era posible apreciar el movimiento y las acciones de cada uno de los candidatos desde distintos ángulos.
-Lo volverás a intentar una vez más- me comentó uno que abandonó el uniforme oficial y vestía ropa común y corriente, una polera negra con las mangas rotas y unos pantalones jeans, color azul, que destacaban los vendajes que cubrían parte de sus brazos. "Puño" le decían, lo conocía bastante bien. Decidí no caer en su juego, simplemente tomé mi taza con un café bien cargado y continué observando atentamente la pantalla en la que se hallaban los tres que habían llamado mi atención.
Sin refutar ni contrargumentar siguieron las instrucciones de Damián, quien los condujo a la plaza central de la capital, donde, a su parecer, hallarían las pistas necesarias. Era el día del mercado y todos se estaban comprando las mercancías necesarias. Puestos de fruta, algunos de pescado y otros tantos con un sin fin de artilugios y objetos raros que Juan nunca había visto y no dejaba de observar. La agitada situación les permitió pasar desapercibidos durante bastante rato, hasta que, tras preguntar por el precio de un objeto, una de las mercaderes se dio cuenta de que no llevaban máscaras.
-¡Herejes! ¡Sacrilegio! Mostráis vuestros rostros, oh pecadores, dañando el prestigio de esta valiosa ciudad. Idos antes de que atraigas problemas, gente nefasta.
Inmediatamente todos se dieron vuelta y rodearon a los tres obligándoles a reunirse junto a una muralla. Dos jinetes se acercaron rápidamente y extendieron sus lanzas obligándoles a encadenarse y a marchar hacia la corte judicial en una lastimera marcha en la cual todos les insultaban y tiraban basura. No faltaron los gritos en los que se insinuaba: "Ustedes sois los culpables de la peste. Ustedes que no cumplís el arcaico mandamiento habéis obligado a nuestro gran sacerdote a esparcir la plaga para recordarnos lo mortales que somos".
-Cuantos puntos en contra en su primera jugada. Inmiscuirse al centro mismo de la gente no habiendo antes planeado ninguna estrategia para adaptarse a las creencias del pueblo. No hay una preparación para el viaje ni un estudio claro de las costumbres. Son llevados presos y serán enjuiciados. Sin lugar a duda, aunque no tengan pruebas, serán sentenciados como culpables de la peste, lo cual, por lo demás, arruina todo nuestro trabajo de esparcir ese falso rumor. Sólo les falta manifestar sus poderes frente a todos.
Simplemente anoto en mi cuadernillo, no necesito que otro juez me diga lo que pasa. -No veo que tu candidato esté en las mejores condiciones, mi viejo amigo.
-Quieres apostar quién llegará más lejos.
-No- le respondí abruptamente tras cerrar los ojos. Nunca más volveré a ver esto como un simple juego.
Juan, al verse tan presionado y al sentirse culpable, se nota que pensó en la mejor forma de solucionar tan grave situación. Hizo como que se tropezó y con esto llevó a los otros dos al suelo, les susurró que le tocarán para librarse de la situación. Antes que Damián o Ángel le advirtiesen que no hiciese absolutamente nada, se fusionó con Kirk mostrándoles a todo el poblado la Fusión y se tele trasportó junto a sus compañeros, a las afueras del pueblo.
-Son los jinetes del Apocalipsis. Nuestro pueblo está perdido- gritó todo el mundo al ver tal espectáculo. Inmediatamente el rumor corrió hacia todos los sectores y ciudades de la isla de Barataria. La agitación aumentó y un gran número de personas se dirigió al templo principal donde se encontraba el sumo sacerdote. Le exigían solucionar cuanto antes lo que estaba ocurriendo, de lo contrario, todo sería incendiado.
-¡Vaya! Instaron una posible guerra civil. Menos mal que les advertiste que pasaran desapercibidos y no se involucraran con el acontecer- me dijo sentándose finalmente a mi lado y sirviéndome una nueva taza de café. –De los errores se aprende, decía el viejo, ¿no es así, Shen?
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El camino del guardián.
FantasiEl reino en el cual tú habitas, humano, es conocido como Namonir, yo provengo de Olvacand. Asimismo, están Samyaza, la tierra de los demonios,; Ethiatum, un reino submarino muy avanzado tecnológicamente; Sylvarant, el mundo perdido; Kal'har, donde h...