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Capítulo veinticinco.

Miel Ortiz.

Cuando llego al instituto espero a Lukas en la entrada, hasta que suena la campana. Pero nunca llego, no llega ni en la primera clase, ni en la segunda, o la tercer... simplemente no llega a clases. Me preocupa que no me responda los mensajes ni las llamadas, la última vez que hable con él fue anoche antes de que mi mamá me interrumpiera.

Veo el tatuaje que nos hicimos, tengo un mal presentimiento.

Cuando las clases terminaron en vez de irme a mi casa voy a la casa de Lukas, cuando llego toco la puerta y Sabrina, la madre de Lukas me abre la puerta.

Cuando Lukas anoche me conto que solo eran él y su madre sentí un poco de lastima, solo son los dos... no tiene abuelos, ni primos, ni nada. Yo sé que es ser de familia grande, y no m imaginaria ser solo yo con mi madre. No me imagino lo que siente Lukas además de que su padre está muerto.

- Hola Sabrina. – dice con una sonrisa.

- Miel... - me abraza. - ¿Hace cuánto que no te veo? – me deja pasar.

- ¿Cómo está? – le pregunte.

- Bien, querida. Y tú ¿cómo has estado?

- Bien... ¿por qué Lukas no fue a clases?

- Despertó sintiéndose un poco mal, está en su cuarto. – me dice mirando la escalera. – Pensé que ya te había contado.

- No me responde los mensajes.

- ¿En serio? – me mira sorprendida. – Bueno sube, sé que verte le hará bien.

- Bueno. – le sonreí. – Permiso.

- Espera. – me toma la mano. – Llévale por favor esta sopa de pollo que le hice. – vamos a la cocina y me da un tazón con sopa de pollo, me pasa una cuchara y voy al cuarto de Lukas.

Toco la puerta.

- Mamá... no me molestes. – escucho a Lukas decirme tras la puerta, no le hago caso y abro.

Cuando entro a la habitación lo veo todo oscuro, Lukas esta acostado en la cama con la cabeza tapada por la almohada.

- Mamá, no quiero... - deja de hablar cuando me ve tras la oscuridad, el aire está muy pesado aquí, tose de una manera muy fea, tanto que me preocupa. – Miel...

- Hola, ¿cómo te sientes? – dejo la sopa en el escritorio y me acerco a donde él.

- Aléjate. – dice tapándose con las sabanas hasta la nariz.

- Lukas... ¿por qué no me dijiste nada? Ni un mensaje... nada. – camino hacia la ventana. – Tienes que ventilar aquí. – dejo entrar la luz a la habitación y abro un poco la ventana.

- ¡La luz! – se tapa por completo.

- ¿Has comido algo?

- No... - me dice debajo de las sabanas.

- Tienes que comer... - tomo el tazón de sopa y me siento en la cama, Lukas se destapa y me mira con curiosidad. – Ten. – puse un cuchara en la sopa y le estire la cuchara.

- ¿Me darás en la boca? Sabes que puedo comer solo.

- Si pudieras comer solo ya habrías comido, y me gusta la idea de cuidarte. – se acomoda y de mala manera abre un poco la boca y le doy un poco de sopa. - ¿Esta rico?

- Sí... - voltea la cabeza y tose de nuevo.

- ¿Cómo es que te enfermaste? – le pregunte dándole un pañuelo que está en su mesa de noche. – Ayer estabas bien.

Lágrimas de miel. #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora