Capítulo 55

17.9K 1.7K 729
                                    

EL TIEMPO
|Sara Stone|

 
La independencia era muy difícil, tanto que ya estaba a nada de volver a casa. Extrañaba a mamá en algunas ocasiones, unas muy diversas. Y a papá casi todos los días. A Julieta, podría decirse que no me hacía sentir sola en casa como me sentía ahora. Pero sobretodo y lo que más me entristecía fue haber dejado a mi pequeña y adorable Fátima.

Caminé por la ciudad en una cálida mañana con tres bolsas del supermercado y en mi paso entré a una cafetería donde pedí un chocolate caliente como hacía casi todas las mañanas. Después fui a pagar algunas deudas que tenía pendientes para que no se me llegasen acumular, y una vez hecho todo eso, volví a mi pequeño departamento para poder ordenarlo un poco.

Estaba hecho un desastre.

Había durado un mes desempleada, pero por suerte conseguí trabajo en un restaurante a medio tiempo. Algo era mejor que nada para solventar mis gastos. A pesar de que acudí a diversas entrevistas, ninguna decidió darme el puesto para lo que yo me ofrecía. Simplemente me salían con que no podían contratar a una mujer embarazada que antes de cumplir el año laboral ya estaría pidiendo incapacidad.

A veces el mundo solía ser tan injusto.

—: Ma,no tiene caso que me haya salido de casa si vas a visitarme todos los días. — le dije a mi madre a través de la línea telefónica.

—: Por eso mismo te pedí que no te fueras de casa — respondió — Una mujer embarazada no debe vivir sola.

—: Si, si, ya sé — le seguí la corriente —Hoy no necesitas venir, estoy perfectamente bien...

—: Llego a las siete por más tardar — ignoró mis palabras. Me colgó de golpe y yo no pude decirle que no viniera como por enésima vez. ¡Puf!

Comí una rica ensalada con papas fritas y pollo adobado. Después terminé de limpiar lo que había usado para cocinar y enseguida tomé una ducha tibia en una tina donde aproveché mi tiempo acariciando mi creciente panza con suma delicadeza.

—Hola... — le susurré y debía confesar que me sentí un poco loca por hablarle a la nada. No estaba segura si era capaz de escucharme o no a tan poco tiempo.

Sentí un ligero desajuste y me moví incómoda en respuesta. No estaba acostumbrada a los cambios que estaba sufriendo mi cuerpo con el paso del tiempo, pero intentaba acoplarme a ello.

— Tienes que darte prisa y venir a este mundo sano y fuerte, ¿de acuerdo? — murmuré continuando con mi plática.

«Tendré un bebé.
Un bebé mío.
Un bebé nuestro.»

Más tarde agarré un pequeño nenuco y practiqué con el un poco como llevaba haciendo estos últimos tres meses. Primero debía aprender a poner y quitarle el pañal. Después debía preparar su mamila una vez que dejase el pecho y así mismo hacerlo eructar.

Todo iba bien hasta que llegó la hora de practicar con las papillas, donde cada intento era un total fracaso. Pero eso no era lo peor, las pequeñas duchas si que lo eran. No importaba que se tratase de un nenuco, pues ya me declaraba culpable por ahogar a mi bebé un sin fin de veces. Y vestirlo, joder. Qué alguien me explicase cómo se debía abotonar un mameluco correctamente.

Estaba por descansar de mis prácticas como la futura peor madre del mundo, cuando en eso llamaron a mi puerta. Maldije para mis adentros al saber que se trataba de mi madre y que seguramente había olvidado sus llaves de nuevo.

LA CHICA DESASTRE ©° Donde viven las historias. Descúbrelo ahora