Capítulo 38

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|Leonardo Pereira|

 
La sensación era extraña. Era cálida y refrescante y me hacía sentir relajado, lleno de paz. Pero sobre todo, y para mí sorpresa, me hacía sentir satisfecho. La miraba dormir, tan tranquila y natural. Siendo hermosa, «Sara es muy hermosa». Su cuerpo siendo más que perfecto ante mis ojos y simplemente sabía que no me cansaría de mirarla nunca.

Esta mujer me tenía fascinado.

Abrió sus lindos ojos color avellana y me miró con cierta dificultad a causa de la luz que llenaba la habitación entera. Mostraba una gran sonrisa que se formó en la comisura de sus labios al enfocarme.

— Buenos días — dijo.

Se estiró mientras pasaba sus manos por todo su rostro y la única sábana que llevaba encima dejó al descubierto la desnudez de sus pechos. Era perfecta y no podía dejar de mirarla.

— Buenos días, hermosa — le robé un beso de los labios y ella como respuesta se ocultó bajo las sábanas por completo.

Parecía avergonzada y eso me causó cierta ternura. Quería abrazarla y besarla y hacerla mía hasta que ambos ya no pudiésemos  más.

—¿Cuánto tiempo dormimos? — preguntó.

— Cómo cuatro horas — respondí. — ¿Cómo te sientes?

Aunque no fui para nada rudo con ella y no le hice lo qué tantas ganas tenía por hacerle, pude darme cuenta que hacía ya bastante tiempo que ella no estaba con un hombre. Así qué sería normal que se sintiera de cierto modo incómoda con su cuerpo.

— Feliz — respondió.

¿Feliz? No era exactamente lo que pedía saber, pero fue suficiente para terminar por abalánzarme sobre ella y devorarle la boca.

— ¡Para! — me empujó divertida — ¡Debemos irnos!

Me detuve y la miré directamente a los ojos, ella lo hacía de la misma manera y con una muy radiante sonrisa que arrugaba sus hermosos ojitos dormilones, me devolvió un casto beso.

— No quiero salir de esta cama — le acaricié la nariz con el dedo indicé — Si fuera preciso me quedaría todo el día aquí contigo.

— ¡Ja! — se burló — Pero te recuerdo que hoy tienes la junta más importante de tu vida, así que deberíamos irnos ya.

— Bien — accedí — pero antes vamos a tomarnos una ducha.

— Primero yo — se levantó de la cama envuelta en la sábana — Porque sin nos bañamos juntos esta claro que nunca saldremos de aquí.

Caminó directo el baño ignorándome por completo y yo suspiré al verla menear las caderas. ¿Por qué suspiraba mientras sonreía? Era un misterio, pero la sensación era maravillosa.

Simplemente, no había sido suficiente.

Necesitaba probarla una vez más para saciarme, solo una vez más para acabar con este deseo que sentía por ella y así, poder continuar mi vida como lo llevaba haciendo hasta ahora, junto con Amelia.

Salimos de la habitación y dentro del elevador la besé de nuevo. Con ansia y con urgencia. No veía la hora de hacerla mía de nuevo y por fin cumplir todas mis fantasías que llevaban su nombre.

En el aeropuerto nos encontramos con Sandra, quien fue a despedirnos. Lucía espectacular, radiante y sobre todo muy sexy. Pero ahora ella no ocupaba más mi mente, de hecho, durante el viaje ella jamás estuvo presente de esa manera. Solo una colega más, ni siquiera pensé en llevarla a mi habitación, no con Sara a un lado mío.

LA CHICA DESASTRE ©° Donde viven las historias. Descúbrelo ahora