Capítulo 7

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Me levanto tiritando, el frío recorre mi cuerpo y hace que se me ponga de punta el vello del brazo. Voy al baño para ducharme. Veinte minutos más tarde, salgo envuelta en una toalla grisácea que apenas me llega a las rodillas. Miro por la ventana y veo que está nevando. El invierno ya ha llegado a Chicago. Se me dibuja una sonrisa y voy al armario a ver que me pongo. Me decido por unos vaqueros boyfriend y una camisa azul de cuadros.

Bajo a desayunar y me doy cuenta de que no hay nadie en casa. Hace días que mi madre no aparece por casa, no me coge el teléfono ni me manda ningún mensaje. Me inquieta saber si le ha pasado algo. Esta tarde iré a comisaría a preguntar o a hacer algo. Tengo miedo de que no vuelva.

Como le dije a Max, vivo con miedo cada día y veo que se cumple. Sólo me quedaban mi madre y unos cuantos amigos. Ahora sólo me queda Max. ¿Qué pasaría si le dijera que le quiero? No puedo pensar en que me diga que no y se alejara de mí. Me estremezco ante la idea.

Desayuno inquieta y al terminar  voy al baño a maquillarme. Perfecta. Salgo a por el abrigo de invierno y a por unos botines negros. Me las pongo, cojo la mochila y el móvil; y salgo.

No me apetece conducir hoy, así que iré caminando. Desde que estoy bien con Max, me siento mejor, me siento feliz. Veo a Max salir de su casa y corre hacía mi. Nos damos un abrazo y caminamos.

-Semana de exámenes, creo que me suicido- dice dramatizando.

-Yo paso de estudiar, me da igual un poco.

-Te estás volviendo una malota- y se ríe como un retrasado.

Yo me limito a asentir. Nos quedamos en silencio, no es un silencio incómodo ya que, estamos observando lo bonito que es la ciudad vestida de blanco. Veo a unos niños tirarse bolas de nieve y de repente, un sentimiento de añoranza se apodera de mí. No quiero estar triste. No estaré triste.

-Quiero volver a ser niño y volver a vivir esos momentos que tanto me hacían feliz- dice señalando a los niños. Su voz es dulce y cálida.

-Yo igual.

-¿Sabes lo que me apetece ahora?

-No.

-Jugar.

Nada más mencionarlo se me forma una tímida sonrisa. Yo también quiero jugar.

Me agacho y formo una bola de nieve. Se la lanzo y se queja como un niño. Max repite la misma acción y está vez me la tira a mí justo en la cabeza.

-¡Cabrón!- grito muy poco enfadada.

Nos tiramos varias bolas más entre risas, como amigos. Paramos y seguimos andando como personas normales.

-Deberíamos hablar de una cosa que pasa- me dice sonriendo. Me encanta su sonrisa.

Entramos en el insti, hace calor y se siente muy bien aquí.

-Vale- me limitó a responder. No quiero alargar esta conversación que sé que llevará a lo que ocurrió el otro día.

Entró en clase de Literatura. Examen. Mierda, hace semanas que no asisto a esta clase. Sería un milagro aprobar.

Después de 45 minutos, entregó mi examen. He dejado 17 preguntas sin hacer, había 20. Suspiro y me vuelvo a sentar en mi sitio. No tardan ni cinco segundos para que suene el  timbre. Siguiente clase: Matemáticas. Tengo la Prueba de las Ecuaciones. Vaya mierda de día llevo.

En resumen, hice dos exámenes hoy, y todos suspendidos.

Dentro de una semana será Navidad. He estado pensando en decirle a Max lo que siento por él, esa noche. Si me dice que el también me quiere sería el mejor regalo de Navidad de toda mi vida.

Pídeme un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora