Capítulo 21

91 10 0
                                    

Me duele la cabeza, el cuerpo... Básicamente todo. No me apetece salir de la cama y menos aún de la casa. Pero, hoy empiezo a trabajar de camarera. Si no estuviera rota por dentro, estaría feliz.

Ni un mensaje, ni una llamada de Max. No aguanto mi vida. A veces pienso que no le importo a Max.

Quiero irme de aquí, de Chicago. No sé que quiero hacer con mi vida ni tampoco tengo sueños por cumplir. Yo sólo quiero ser feliz y por ahora no lo estoy consiguiendo.

Entro perezosamente en la ducha y mi mente se pierde en mis sentimientos inexistentes.

Me siento mal, no por mi padre si no por mí misma. Me engaño, mi propio padre. Sigo sin poder asimilarlo. ¿Es normal que tu propio padre se invente su muerte para huir de ti? Pues yo no lo veo normal. Y se fue de rositas; como si nada. Y ahora tiene otra familia, otra hija a la que hacer feliz mientras yo estoy llorando en la ducha. No puedo. Sólo queda una semana. Una semana para marcharme.

Salgo de la ducha y me cepillo los dientes. Pienso que la gente no me ve normal o algo, por eso no paran de tomarme el pelo y dejarme hecha polvo. Vuelvo a sentir vacío. Vuelvo a estar sola.

Lista, vestida con unas mayas negras y una camiseta ajustada que se me ve el ombligo. Estoy intentando alisarme el nido de pájaros que llevo en la cabeza.

Cojo el bolso y salgo pitando hacia el Instituto. Tropiezo con algo al salir. Un cuerpo. El cuerpo de mi padre. Recuerdos de cuando le pegaban justo en el porche me invaden la mente. Da un brinco al despertarse y encontrarse conmigo.

-Hija, necesito hablar contigo- dice él rascándose la cabeza.

-No hay nada de que hablar.

-Quiero que te vengas conmigo, podemos reconstruir nuestra relación.

-Nuestra relación es inexistente- replico. Me doy la vuelta para ir hacia el insti pero, me sigue.

-Te lo pido por favor.

-Y yo te pido por favor que vuelvas a desaparecer de mi vida.

-Bien. Ya me necesitarás.- se para y lo veo desaparecer.

-Si no te he necesitado hasta ahora, en un futuro menos- susurro para mis adentros.

Camino deprisa para llegar a tiempo pero, ya ha tocado. Maldigo una y otra vez mi vida y todo lo que me rodea.

Veo a Jeremy sentado en las escaleras. Últimamente hablamos mucho y nos hemos hecho muy amigos. Me entiende perfectamente en todo y no me tengo que preocupar por si a Max le entran celos. Jeremy es gay.

-Hola- le saludo con la mano e intento formar mi mejor sonrisa falsa pero, fracaso.

-¿Estás bien?-me pregunta con el ceño fruncido.

-Estoy bien, tranquilo.

No estoy bien. Estoy peor que mal. Afortunadamente, me cree y comienza a hablarme de lo que le ocurrió ayer. Casi no le estoy escuchando y me siento un poco mal cuando me pregunta algo y yo sólo asiento.

Entro a clase de biología y me encuentro a Max sentado con mi ex. Ni me ha mirado al pasar por su lado ni me ha dicho nada. ¿Qué le pasa? Esta raro últimamente. Me peino el pelo con los dedos y me siento en segunda fila al lado de una chica morena con gafas. No la conozco y tampoco tengo interés en querer conocerla.

Apunto algunas de las cosas que explica la profesora. Necesito aprobar los exámenes de estos días. Me he replanteado ir a la Universidad o hacer algún curso. Toca el timbre y los alumnos salen pitando de la clase. Recojo mis cosas con toda la lentitud posible ya que noto que Max o alguien esta detrás mía y no me apetece hablar con nadie.

-Estás rara, ¿te pasa algo?- me pregunta Max forzandome a mirarle a los ojos.

-¿Y tú? No paras de desaparecer un día entero sin avisarme ni nada. Pensaba que éramos una pareja...-le miro con el ceño fruncido y el pone los ojos en blanco.

-Y lo somos. He salido con unos amigos, nada más- me coge de la mano y nos vamos hacia la siguiente clase.- Dime que te pasa. Te conozco perfectamente y sé que te pasa algo.

Entramos en clase de Matemáticas y le indico a Max que más tarde hablamos. Me siento en mi sitio de siempre y dejo que la clase comience mientras yo sigo abducida por mis pensamientos.

Salgo del Instituto corriendo hacia la cafetería donde trabajo. Le pongo un mensaje a Max diciendo:

¿Quedamos a las ocho y media?

No tarda en contestarme:

Perfecto, te recojo en tu casa. Te quiero.

Sonrío a la pantalla y guardo el móvil nada más ver la cafetería. Entro y mi jefe me indica que le siga.

-Ponte esto, será tu uniforme. Como te dije antes trabajarás dos turnos cada martes y jueves ¿vale?- me coloca el uniforme en la mano y sale sin darme tiempo a darle las gracias.

Es un uniforme básico, sólo que un poco escotado y corto. Falda negra por encima de la rodilla con una camisa blanca y un delantal amarillo. Es un sitio bastante moderno y entra mucha gente pero, no llega a ser restaurante.

Durante cinco horas trabajo sin parar, atendiendo y llevando platos a la mesa. Me agobia este trabajo.  Así será durante un tiempo.

Salgo con el uniforme puesto y con el bolso colgando del hombro. Me doy prisa para llegar a casa pero, veo a Max sentado en el bordillo con mi... ¿Padre? Parpadeo un par de veces para ver sí es verdad lo que estoy viendo. Mi padre esta sucio y no parece haber dormido. Normal, dormir en el césped no es lo mejor del mundo.

Me acerco y abren los dos los ojos como platos. Paso de ellos y abro la puerta de casa. Max me sigue y se adentra en mi humilde hogar.

-Ya sé lo que te pasa- dice él estrechándome entre sus brazos. No voy a llorar, no voy a llorar.

Mierda, estoy llorando. Me seca las lágrimas con su pulgar y me sube la cabeza con las dos manos.

-Te quiero y no dejes que nadie ni nada te estropee. Anímate ¿vale?- me pregunta con toda la dulzura del mundo.

Asiento y me estrecha aún más hacia él. Posa sus labios sobre los míos y después de mucho tiempo, este es nuestro momento mágico.

Nunca creí en el amor pero, ahora sí.  Creo en este amor y espero que salga todo bien.

-Estas muy sexy así. -Me susurra al oído. Ya me calienta. Sus palabras me calientan.

-Tenemos que hablar de tantas cosas, que me da dolor de cabeza pensarlo.

-Lo sé, tengo que contarte algo muy importante.

-Shh...- coloco el dedo índice sobre sus labios- no quiero más problemas por ahora.

Le beso y vuelvo a sentir la energía recorriendo mis venas. Nuestras lenguas se coordinan perfectamente y siento que el calor aumenta al notar su tacto en mis nalgas. ¿Puede terminar el día mejor?  Y me acuerdo de mi padre, es decir, Karl. No sé como decirle que se largue. Ya no lo quiero tener en mi vida.

Ahora soy libre. Y comienza mi etapa de ser feliz.

Pídeme un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora